Bahía Blanca | Lunes, 07 de julio

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Caramelos contra lombrices

Se estima que un 20 por ciento de los niños argentinos padece desnutrición. Muchos de ellos, además, están habitados por un enemigo interno que les consume hasta el 30 por ciento del alimento que ingieren: los geohelmintos. Estos parásitos, como el Ascaris lumbricoide, que viven en sus intestinos, y cuya hembra pone hasta 200.000 huevos por día, alcanzan hasta 40 centímetros de largo.


 Se estima que un 20 por ciento de los niños argentinos padece desnutrición.


 Muchos de ellos, además, están habitados por un enemigo interno que les consume hasta el 30 por ciento del alimento que ingieren: los geohelmintos.


 Estos parásitos, como el Ascaris lumbricoide, que viven en sus intestinos, y cuya hembra pone hasta 200.000 huevos por día, alcanzan hasta 40 centímetros de largo.


 Lamentablemente el contagio es frecuente, ya que si los huevos no son eliminados por una red cloacal, infectan la tierra y aunque permanezcan secos, pueden ingresar al aparato digestivo de otro niño por una simple aspiración.


 La enfermedad que estos parásitos generan atenta contra la nutrición infantil, lo que les causa trastornos en el desarrollo en etapas críticas de la vida y afecta su crecimiento y capacidad cognitiva.


 Dado que la parasitosis es muy frecuente en diversas localidades del país, el Ministerio de Salud lanzó el Programa de Desparasitación Masiva denominado "Chau Lombriz", que tendrá proyección nacional.


 La experiencia piloto comenzó, en febrero pasado, en la ciudad santafesina de Santo Tomé y en la capital de la provincia, dos localidades afectadas por las trágicas inundaciones de 2003 y donde la prevalencia es altísima.


 Los hospitales "Dr. José María Cullen", "José Bernardo Iturraspe", "Dr. Mira y López" y "Gumersindo Sayago", de la capital provincial, y el Servicio de Atención Médica a la Comunidad de la ciudad de Santo Tomé, participantes del proyecto, atienden a una población objetivo de 53.906 niños de entre 2 y 8 años, renuente a tomar comprimidos.


 Más allá de este grupo crítico, se estima que en la provincia de Santa Fe, unos 800.000 menores padecen de parasitosis.

Con alcance nacional




 Una vez finalizada esta etapa, se instrumentará el programa nacional en las provincias del norte.


 Progresivamente, está previsto incorporar jurisdicciones de Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, Misiones, Salta, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán y del resto de la provincias.


 Está programada la atención de más del 80 por ciento de los niños con necesidades básicas insatisfechas de todo el país, lo que implica una población de más de 2.200.000 de niños de entre 2 y 14 años, con una inversión de alrededor de seis millones de pesos.


 Dado que la parasitosis intestinal es un problema de salud de carácter epidemiológico que afecta a los sectores más vulnerables que viven en ambientes desfavorables y carecen de servicios sanitarios, el programa posee dos estrategias.


 Por un lado, el tratamiento medicamentoso masivo a poblaciones con tasas de prevalencia elevadas y con exposición al riesgo.


 Por el otro, la implementación de una serie de medidas sanitarias y educativas que mejoren la calidad ambiental y promuevan conductas saludables tendientes a la prevención de la reinfestación.

Caramelos contra lombrices




 El medicamento fue diseñado por el Laboratorio Productor de Fármacos Medicinales Sociedad del Estado, de la provincia de Santa Fe, y producido en su etapa final por la firma Lheritier.


 La novedad radica en que para evitar el rechazo de parte de los niños, por el gusto desagradable, se realizó una asociación de la droga --mebendazol 500 mg-- con un caramelo de colores vistosos.


 Muestras del confite ya han sido enviadas a los laboratorios nacionales, a las universidades y a la ANMAT, a efectos de que la Nación resuelva sobre el denominado tráfico federal del medicamento, que de ser aprobado, estaría en condiciones de aplicarse en todo el país.


 Es más, las autoridades nacionales ya están pensando en evaluar la viabilidad de su exportación.


 A pesar de la nobleza de la intención, la golosina-medicamento tuvo sus detractores.


 "Quizás haya mucha gente que piense que no hay que asociar medicamento a golosina", sostuvo el doctor Daniel Beltramino, presidente de la Sociedad Argentina de Pediatría, al saludar la iniciativa del gobierno nacional.


 Y acotó: "Esta es una forma de tratar de solucionar este problema que es casi exclusivamente logístico porque hay que llegar a la boca de cada chico. No es fácil. Si vamos a un barrio donde hay que entregar el medicamento a 5.000 niños y si, además, ese chico tiene que tolerar el medicamento, es menos fácil aún".


 Asimismo, Belatramino destacó el hecho de que el problema es grave y merece algún paliativo.


 "Mi esperanza es que llegue un momento en que paremos el tratamiento porque no hace falta. Esto tiene que ser transitorio, aunque las cosas transitorias en Argentina no lo son tanto", lamentó.

Seguimiento y educación




 Los agentes operativos del programa, acompañados por colaboradores sanitarios, entregan a los padres o responsables a cargo de los niños, conjuntamente con el caramelo, un carné donde se registrarán las cuatro dosis sucesivas (cada 6 meses) a ser suministradas para completar el tratamiento.


 Asimismo, en un formulario de prescripción, se releva una serie de datos para la asignación de los centros de atención primaria de referencia adónde deberán llevarse a los niños para que reciban las dosis subsiguientes.


 Los padres o tutores reciben folletería didáctica con consejos acerca de cómo obtener agua segura, cómo eliminar la basura y la manera de utilizar correctamente las letrinas.


 Sin duda, se trata de medidas paliativas para una Argentina postergada, donde se calcula que hay unos 4 millones de menores a la espera de un sustento, aun con las propias lombrices que habitan sus intestinos.


 Es de esperar que en un lapso prudencial las estadísticas ofrezcan cifras elocuentes del éxito del programa.

Opinión

Una peligrosa relación






 Con relación a los parásitos intestinales, vale mencionar dos clases.


 Por un lado, los helmintos, categoría en la que el más común es el Ascaris lubricoides.


 En su forma adulta es un gusano cilíndrico, color blanco amarillento, de 20 centímetros de largo.


 Ingresa al organismo humano a través del agua o de los alimentos contaminados con huevos del parásito que, una vez en el tubo digestivo, se transforman en larvas.


 Estas larvas atraviesan la pared del intestino e ingresan a la circulación, recorren el hígado, los pulmones y regresan al intestino para transformarse en parásitos adultos.


 Las hembras eliminan diariamente miles de huevos que salen al exterior con la materia fecal del individuo parasitado, contaminando el suelo. Si hay calor y humedad, estos huevos pueden mantenerse vivos por años.


 Los protozoarios son de tamaño microscópico, unicelulares y, entre ellos, la Giardia lamblia es la más frecuentemente diagnosticada en todo el país.


 Sus quistes llegan al suelo a través de la materia fecal de humanos, perros y gatos parasitados.


 Estos quistes pueden permanecer viables tres meses en el suelo y dos meses en el agua y se transmiten siguiendo la ruta fecal oral a través del agua, los alimentos y, por contacto, persona a persona.


 Los quistes de giardias no son destruidos por el cloro en las concentraciones usadas para la potabilización del agua.


 Por otra parte, son flexibles y deformables, por lo que, pese a sus dimensiones (10 micrones de diámetro) atraviesan los filtros de membrana con poros de 5 micrones. Su detección en el agua potable no se realiza en forma rutinaria debido a que los métodos utilizados para el diagnóstico son engorrosos, de elevado costo e insumen mucho tiempo por parte de los operadores.


 Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los últimos años las infecciones parasitarias, en general, y las helmintiasis, en particular, han sido reconocidas como un importante problema en salud pública.


 Algunos estudios han evidenciado que este tipo de infecciones intestinales, más frecuentes e intensas en la infancia, tienen efectos sobre el crecimiento, la nutrición e, incluso, sobre el rendimiento físico y escolar de los niños afectados.


 Existe una asociación demostrada entre la pobreza y alta endemnicidad de helmintiasis intestinal.


 Las poblaciones con los índices más altos de parasitosis están constituidas por familias con necesidades básicas insatisfechas: hacinamiento, vivienda precaria, sin baño instalado, escolaridad primaria incompleta, deficiente capacidad para ganar la subsistencia; habitan en barrios con calles de tierra, acceso restringido al agua potable y sin servicios de cloacas.


 Y esto se explica porque las causas principales de la diseminación de estas parasitosis justamente son el deterioro del saneamiento ambiental, la falta de agua potable y de instalaciones sanitarias (retretes, cloacas y alcantarillado) el empleo de abono fecal en ciertas áreas, la descarga de camiones atmosféricos en zonas hortícolas o cerca de poblaciones, la presencia de insectos, etc.


 Los niños, aún los más pequeños, pueden contraer infecciones masivas por su mayor exposición a suelos contaminados (juegos en baldíos y areneros), contactos con perros y gatos no desparasitados y falta de normas de higiene alimentaria y personal (lavado de manos antes de comer y luego de ir al baño).


 Desde hace años se propugna como solución al menos parcial para los importantes problemas que causan los helmintos, el uso de tratamientos masivos y reiterados, sin diagnósticos parasitológicos previos.


 La OMS sugiere que antes de encarar este tipo de soluciones se trate de identificar la prevalencia (frecuencia) de parasitosis, reservando los tratamientos masivos para las comunidades con prevalencia mayor al 50 por ciento.




 La doctora Liliana Mellinger, autora de este comentario, es integrante de la subcomisión de Extensión a la Comunidad de la Sociedad Argentina de Pediatría.