Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

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Sobre los anacoretas

Los anacoretas, también llamados ermitaños o eremitas (hombres o mujeres), y asimismo cenobitas, habían abandonado el mundo con todos sus placeres y tentaciones, retirándose al desierto a fin de consagrarse íntegramente a las prácticas devotas.


 LOS ANACORETAS, también llamados ermitaños o eremitas (hombres o mujeres), y asimismo cenobitas, habían abandonado el mundo con todos sus placeres y tentaciones, retirándose al desierto a fin de consagrarse íntegramente a las prácticas devotas.




 DURANTE LOS primeros tiempos del cristianismo, hubo muchos fieles que, hastiados de los desórdenes y crueldades de algunos emperadores romanos, se trasladaron a las soledades de Africa (especialmente de Egipto) y de Asia.




 EL PRIMERO de los anacoretas habría sido Pablo de la Tebaida (en el alto Egipto colonizado), quien huyó al desierto escapando del tirano latino Cayo Mesio Quinto Trajano Decio, celoso perseguidor de los cristianos caído en batalla contra los invasores godos.




 PABLO MURIO allá lejos, más que centenario. El primer anacoreta famoso sería, andando el tiempo, San Antonio Abad o San Antonio de Egipto. Asimismo, se lo conoció como San Antonio del Desierto o San Antonio el Grande, por el enorme influjo de su ascética.




 EXISTIERON, ASIMISMO, anacoretas de otros credos, como entre los hindúes y los budistas. Los esenios, descriptos por el historiador judío Flavio Josefo, eran estrictamente abstemios, tomaban baños fríos y creían en el eterno castigo de los malvados.