Bahía Blanca | Miércoles, 25 de junio

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El famoso "ataque de hígado"

El gran mito del "ataque al hígado" después de un exceso ha trascendido a lo largo de los años a pesar de su inconsistencia. Lo curioso es que concretamente no existen síntomas particulares para poder detectar una enfermedad hepática, salvo la ictericia, que sólo aparece en algunos casos. Cualquier malestar en la parte superior del abdomen, junto con dolor de cabeza y adormecimiento, suele clasificarse como una "falla" del hígado.


 El gran mito del "ataque al hígado" después de un exceso ha trascendido a lo largo de los años a pesar de su inconsistencia.


 Lo curioso es que concretamente no existen síntomas particulares para poder detectar una enfermedad hepática, salvo la ictericia, que sólo aparece en algunos casos.


 Cualquier malestar en la parte superior del abdomen, junto con dolor de cabeza y adormecimiento, suele clasificarse como una "falla" del hígado.


 No obstante, lo que popularmente se conoce como "ataque al hígado", no suele ser más que una dispepsia.


 "Es muy raro que los malestares digestivos están originados en el hígado: generalmente obedecen a una lenta evacuación gástrica", explica el doctor José Luis Bondi, Fellow del Colegio Americano de Gastroenterología y miembro de la Sociedad Argentina de Gastroenterología (SAGE).


 Sin embargo, existen problemas como la migración de cálculos de las vías biliares que, sin ser exactamente patologías hepáticas, pueden terminar afectando al hígado de forma secundaria.


 Aunque se denomina hepatitis a todo proceso inflamatorio sobre el hígado, las del tipo A, B y C, causadas por agentes externos, suelen ser las afecciones más directas que sufre este órgano.


 Y la ingesta excesiva de grasas y de alcohol sí lo afectan y mucho, pero su efecto es acumulativo y a largo plazo.


 El primer tipo de hepatitis, es decir la A, se transmite de forma oral y puede curarse íntegramente, aunque existen casos agudos.


 Mientras tanto, las de tipo B y C se transmiten por vía sanguínea.


 A diferencia de la hepatitis C, que se torna crónica en un alto porcentaje de los casos, la de tipo B, llegan a ese período sólo en un 5 o 6 por ciento, ya que la gran mayoría de los pacientes se curan totalmente.


 El alcohol es otro de los grandes factores de riesgo al momento de detectar afecciones en el hígado.


 El doctor Bondi señala que es un tóxico definitivo, pudiendo producir distintas inflamaciones, desde la hepatitis alcohólica hasta la cirrosis, que es el endurecimiento y la rigidez de los tejidos del hígado que los transforma en tejidos fibrosos.


 También pueden ser afectadas las vías biliares, que transportan la bilis dentro del hígado y fuera de él hasta la vesícula, que la almacena y la libera luego, en la medida en que lo requiera el proceso digestivo.


 Cuando estos canales se ven afectados, producen dos síntomas característicos: la ictericia y el prurito, que en algunos casos puede llegar a ser muy severo, incidiendo notablemente en la calidad de vida del paciente.

Los tratamientos




 Los llamados protectores hepáticos se utilizan en problemas funcionales del tubo digestivo, principalmente sobre las vías biliares, pero como su efectividad frente a problemas específicos es muy difícil de cuantificar los especialistas rara vez se basan en ellos.


 "La mayoría de los hepatoprotectores no tienen ningún efecto demostrado en la literatura científica", asegura doctor Adrián Gadano, jefe de Hepatología del Hospital Italiano y miembro de la Asociación Argentina para el Estudio de las Enfermedades del Hígado (AAEEH).


 Lo que usualmente se utiliza para tratar este tipo de patología son los coleréticos, que son grandes favorecedores de la secreción biliar, y los colagogos, que funcionan como contractotes de la vesícula.


 Otra de las alternativas es la utilización de derivados del alcaucil, al que se le atribuyen efectos antioxidantes.


 Este tipo de productos, incluidos los que cuentan con enzimas pancreáticas, pueden ayudar, y en todo caso, a diferencia de otros medicamentos, no hacen mal al paciente.


 El doctor Gadano resume el concepto y afirma que hepatoprotección es una dieta libre de grasas y conservantes, y no ingerir medicamentos innecesariamente.

Pensando en la prevención




 En su naturaleza, el hígado podría vivir más que el hombre mismo, lo cual explica como pueden existir donantes ancianos para transplantes.


 Es que el órgano, a través de los años, simplemente sufre una pequeña disminución en su tamaño y se vuelve más lento en la eliminación de nuevas drogas y de sustancias extrañas (xenobióticos).


 Por eso la actitud preventiva debe apoyarse sobre dos ejes esenciales.


 Uno es el equilibrio y la precaución con los medicamentos.


 Según el jefe de Gastroenterología del Hospital de Clínicas de Buenos Aires, profesor doctor Juan Antonio Sordá, cuando se dan drogas que pueden producir algún efecto indeseable sobre el hígado, la idea es testear al paciente a los 10, 20 o 30 días.


 El conflicto de los medicamentos se acrecienta principalmente en personas de edad avanzada.


 Sin embargo, el principal factor de riesgo hepático para los adultos mayores no es la edad en sí misma, sino la polimedicación.


 "Un tercio de las alteraciones en los tests de ancianos son por fármacos", asegura el Gadano.


 En la lista de medicamentos para tener en cuenta figuran al frente los antidepresivos, las estatinas, derivados hormonales, anticonvulsivantes y antituberculosos.


 En referencia a lo que se conoce como "síndrome de hígado graso", es decir, pacientes con triglicéridos altos, bajo HDL y más de 1 gramo de glucemia en ayunas, no se le debe dar demasiada importancia.


 No obstante, Bondi advierte que, se debe tener en cuenta que en el 10 al 15 por ciento de los casos puede evolucionar hacia una cirrosis.


 Es por esto que, para las personas que padecen obesidad abdominal, especialmente relacionada con la diabetes y las enfermedades vasculares, se recomienda un estricto control de los parámetros y las cifras que influyen en este tipo de patología.


 La dieta y el ejercicio son el tratamiento adecuado tanto para prevenir como para resolver este problema.


 "La mejor prevención de la enfermedad hepática --resume el especialista-- es una dieta adecuada, mantener el peso adecuado, no tomar alcohol en forma permanente ni en dosis muy grandes, sobre todo las mujeres que tienen menos capacidad para desintoxicar el alcohol."