Bahía Blanca | Miércoles, 09 de julio

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Once días en el horror

Un capitán australiano y un marino neocelandés lograron sobrevivir 11 días en alta mar sin agua y alimentos después de que el yate en el que navegaban naufragara en el Mar de la China Meridional en medio de una tormenta. "Nos quedamos con sólo un remo y una esponja. Tuvimos que luchar por nuestras vidas con casi nada. Fue exclusivamente la fuerza de voluntad la que nos mantuvo con vida", relató el australiano Mark Smith, de 49 años, natural de Hobart, capital del estado de Tasmania.


 HANOI, (EFE) -- Un capitán australiano y un marino neocelandés lograron sobrevivir 11 días en alta mar sin agua y alimentos después de que el yate en el que navegaban naufragara en el Mar de la China Meridional en medio de una tormenta.


 "Nos quedamos con sólo un remo y una esponja. Tuvimos que luchar por nuestras vidas con casi nada. Fue exclusivamente la fuerza de voluntad la que nos mantuvo con vida", relató el australiano Mark Smith, de 49 años, natural de Hobart, capital del estado de Tasmania.


 La pareja de navegantes fue salvada por unos pescadores vietnamitas de la isla de Ly Son, frente a la costa central de Vietnam, donde ahora reciben cuidados médicos.


 "Ha sido irreal, increíble", apostilló Steven John Freeman, de 30 años, de la ciudad neocelandesa Nelson.


 Los dos navegantes zarparon de Hong Kong el 5 de diciembre pasado en un yate de 65 pies de eslora para entregarlo a su comprador en Australia, pero el mismo día, a unos 200 kilómetros del punto de partida, se estropeó un motor y se produjo un temporal.


 Smith contó que trataron de regresar a puerto, pero una "ola gigante" abrió un boquete en el casco.


 "Nos hundimos en 60 segundos y la siguiente ola barrió la lancha salvavidas cuando nos subíamos a ella. Fue increíble la mala suerte. Toda la comida, agua y bengalas de salvamento habían desaparecido", comentó Smith.


 Los primeros tres días llovió de manera torrencial y bebieron del agua que corría por la borda de la balsa, porque no tenían un contenedor en el que poder recoger el agua, pero después escampó.


 El viento, nunca inferior a los 35 nudos marinos, arrastraba a la bolsa sin que los ocupantes pudieran hacer gran cosa.


 "Hicimos cosas horrorosas, como beber nuestra propia orina, pero lo peor eran las noches", señaló Smith, porque entonces les entraba el miedo de que el mar se llevara a alguno y el otro se quedara solo.


 Al anochecer del undécimo día desde el naufragio, alcanzaron a ver las luces de Ly Son, pero con un sólo remo se vieron a la merced del mar y de los arrecifes de la isla hasta la madrugada, cuando salieron a faenar los primeros pescadores.