Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

Importante testimonio histórico Los cuadernos perdidos de "La Cautiva o Rayluemy"

--------------------------- Este libro es el resultado de la "casualidad", de la "providencia" que me facilitó el encuentro Rayluemy, la mujer cautiva. En el libro, ella misma adquiere voz y nos cuenta su vida y sus peripecias, a partir de sus entrevistas en Patagones con el Padre Salesiano Lino Delvalle Carvajal, quien las registra en una serie de cuadernos --hasta ahora inéditos-- en el año 1898.




 Este libro es el resultado de la "casualidad", de la "providencia" que me facilitó el encuentro Rayluemy, la mujer cautiva.


 En el libro, ella misma adquiere voz y nos cuenta su vida y sus peripecias, a partir de sus entrevistas en Patagones con el Padre Salesiano Lino Delvalle Carvajal, quien las registra en una serie de cuadernos --hasta ahora inéditos-- en el año 1898.


 Rayluemy fue raptada en Villa del Parral (Chile) por los hermanos Pincheira, cuando apenas tenía 9 años de edad. Pasa de una tribu a otra, cruza a la Argentina por la Cordillera de los Andes, hasta que es liberada por los soldados de Rosas en La Pampa Bonaerense. Es llevada a la Fortaleza Protectora Argentina (Bahía Blanca). Se casa y parte a Fortín Colorado donde se asienta.


 Años más tarde, viaja con su familia a Patagones por una misión de su marido. De vuelta a su hogar, un ataque indígena termina con la vida de su esposo. Le raptan tres hijos, dos varones (que logra rescatar) y una niña (que no vuelve a ver nunca más). Ella huye con sus mellizos en brazos y vuelve a Patagones, donde se queda a vivir. Ya anciana, se vincula con el Padre Carvajal a quien le relata su historia.


 En 1995, al publicar el relato incompleto (pues faltaban aún los primeros cuadernos), llega a mis manos una carta de Rayluemy dirigida al General Rosas y fechada en 1847. En ella refiere sintéticamente su historia y pide ayuda al caudillo federal para que le otorgue una pensión por los servicios cumplidos por su marido. Este valioso documento (también inédito) ratifica la veracidad del relato.

Los fragmentos faltantes




 En marzo de 2001 aparecen los cuadernos faltantes. Ese hallazgo permitió dar respuesta a algunos de los tantos interrogantes planteados a lo largo de la investigación.


 En la transcripción del diálogo hay frecuentes interpolaciones y agregados de Carvajal. Lo que se justifica doblemente entendiendo, por un lado, que el documento es el "primer borrador", ya que Carvajal muere a los 36 años y su documentación permanece inédita; y, por otro lado, porque la entrevistada era una mujer de 80 años, lo que implica frecuentes olvidos, confusiones, repeticiones en el curso del relato.


 La lectura y el desciframiento de los cuadernos no fueron fáciles. Los borradores estaban escritos en latín, italiano, castellano, con gráficos y abreviaciones, por lo que fue preciso realizar la transliteración minuciosa para comprobar cuidadosamente la veracidad de la documentación. El hallazgo en el Archivo Histórico del Museo Municipal de Bahía Blanca de un documento que probaba la existencia del sargento "Juan Lucero", nombre del que sería el marido de Rayluemy, resultó determinante en la decisión de iniciar la investigación.


 Un recibo de "pago" demostró que el Sargento Lucero prestó servicios en el ejército del General Rosas con asiento en la Fortaleza Protectora Argentina en 1835. La ceremonia del casamiento se realizó en la Iglesia de la Virgen del Carmen en Patagones (en cuyos libros consta además el bautismo de los hijos del matrimonio). Toda esta documentación permitió verificar los personajes, lugares y situaciones aparecidos en el relato de Rayluemy.


 El texto relata, finalmente, la muerte de su marido en manos de los indígenas y el rescate de dos de sus hijos cautivos. Como aval de esto, se encontró en el Archivo de la Nación la carta enviada por Manuela la Cautiva a Juan Manuel de Rosas.
Cuando se publicaron las "observaciones" realizadas por Carvajal de sus viajes, se trabajó con la certeza --por lecturas previas-- del valor de esos escritos. En cambio, sobre los cuadernos que había titulado La Cautiva o Rayluemy, la mayoría opinaba que se trataba de una novela (producto de su imaginación), pues resultaba poco creíble que, a fines del Siglo XIX en la Patagonia, un sacerdote relatara tan crudamente un testimonio de vida basado en las vivencias y emociones de una mujer cautiva.

El terrible despertar







 En los tres cuadernos encontrados comenta sus orígenes, el rapto y su deambular. Transfiero textuales los fragmentos:




 "En una tarde del 24 de Mayo de 1824 (¿?) el sol se había hundido allá lejos en las olas del mar iluminando los "picos" de las montañas del Parral. Nuestro padre aún seguía en el negocio atendiendo á los clientes mientras todos nosotros con nuestra madre nos hallábamos reunidas á la lumbre de una estufa.


 "... Al llegar papá el silencio se hizo general y mamá por primera le rogó que nos contara algo para tranquilizarnos. En pocas palabras nos dijo que los Pincheiras habían sido perseguidos y derrotados, que en el pueblo la autoridad estaba sin embargo atenta, que no podrían llegar al pueblo de sorpresa, pues se mantenían centinelas avanzados y se repartían patrullas de noche. Después de esta breve declaración en que nos adelantó y casi hizo desaparecer el sobresalto que se notaba en el rostro de mamá y de mis hermanos mayores, nos entretuvimos por un largo rato contándonos los hechos vandálicos de los Pincheiras, como sus modos de vivir, sus asaltos al amanecer, sus robos y sus asesinatos. Es la gente más perversa que ha poblado la tierra, nos decía: ellos viven en todas partes, no tienen sitio, ni lugar determinado y tanto están de este como del otro lado de los Andes, tanto vagan por las montañas de Chile, como por las llanuras de la Pampa Argentina y, por doquiera, robando, asaltando, haciendo cautivos, incendiando las poblaciones, sorprendiendo los viajeros y tropas de carretas y otras mil fechorías.
"¡Desgraciada la población que llega a ser sorprendida por ellos! Que los niños muy pequeños los matan, levantándolos en las lanzas o bien á golpes de boleadora. A los más grandes los llevan cautivos como a las mujeres jóvenes. A las ancianas suelen dejarlas después de azotarlas cuando no las ultiman.



 "... Yo no sé lo que pasó después durante la noche, pues un sueño pesado me aletargó hasta que me desperté. Apenas despuntaba el sol; la claridad entraba por todas partes y un gran silencio como nunca lo había visto reinaba en casa. Llamé a mamá, llamé a mis hermanas que dormían más cerca, llamé a papá, nadie me respondía, y entonces me tiré al suelo y me vestí de prisa, y salí a averiguar la causa de aquel silencio. Todas las puertas estaban abiertas de par en par y un gran revoltijo había en los muebles, notando que la caja de dinero estaba abierta y casi vacía. Yo no sabía lo que había pasado, volví a llamar, volví a gritar y tuve miedo y me puse a llorar. Pero nadie respondía ni a mis gritos ni a mis llantos; entonces saliendo fuera de la puerta, y comprendiendo que realmente ninguno de los de casa había, me puse a mirar hacia las casas vecinas y las calles de la villa.


 "A lo lejos vi entonces que muchos jinetes andaban agarrando caballos y rodeando las casas, en algunas casas vi grupos de personas rodeadas por estos hombres a caballo con lanzas en cuyas hojas el sol se reflejaba


 "La curiosidad, todavía distrayéndome por un instante me hizo mirar por una ventanilla; y nunca lo hubiera hecho. --p.p. 6--. En ese instante yo no hice más que gritar: ahí vienen los Pincheiras... ¡socorro! ¡perdón Dios mío!.... y me tiré debajo de una cama que estaba en un rincón del cuarto. Allí estaban las otras dos señoritas temblando y llorando. Ellas me hicieron la caridad de dejarme meter en el mismo rincón tratando de cubrirme con sus cuerpos y un cajón que allí había. Rezá a la Virgen me dijeron, tú que eres ángel todavía y pídele que no nos maten los Pincheiras. Pero el afán, el miedo, el ansia y la fatiga, me hacían temblar, palpitando el corazón con fuerza.


 "... En medio de la confusión sentimos que se adelantaban hacia nuestro escondite, echando todas las puertas abajo y rompiendo y sacudiendo los muebles. Después sentimos que se retiraban y reinó el silencio. Dejando el último cuarto sin revisar, pero a los pocos instantes sentimos que venían otros a caballo y que entraban haciendo lo mismo que los otros, rompiendo los muebles. Cuando llegaron a la puerta de nuestro cuarto dieron como un grito de alegría, tal vez comprendieron que los otros habían dejado aquel cuarto sin forzar. Luego se abalanzaron dando golpes y empellones hasta hacer saltar la cerradura y abrirse de par en par.


 "Entraron tres Pincheiras primeros. Nosotras conteníamos el resuello, durante su desesperado saqueo y rezábamos con suprema aflicción. Uno de los forajidos viene a sacar las ropas de la cama y al dar vuelta los colchones nos vio. Dio un alarido de alegría y gritó: hinchió mo tzone, huincan ¡mujeres cristianas para nosotros! Gritó de una salvaje alegría que nos heló la sangre y nos hizo apretar más unas con otras; pero inútilmente, pues de un salto estuvieron los otros dos Pincheiras, y metiendo sus lanzas debajo de las camas aullaban ¡salí cuera, salí cuera, muma! El más atrevido de ellos se escurrió de bajo de la cama, y cogió del brazo a una compañera que llorando a gritos pedía que no la mataran. ¡Pobre Corina! El bruto la sacó a tirones mientras la otra más joven salía detrás de ella.

Un terrible espectáculo
"... Yo ya no pude ver más nada pues el que me había agarrado salió conmigo, alzada, para afuera llevándome a otro indio que estaba a caballo y montándome enseguida... Entonces apareció el cuadro más triste y desesperante que haya visto en mi vida.





 "... Por todos lados se levantaban tormentas y gritos de aflicción. Muchos indios traían a caballo las cautivas unas por delante y otras por detrás atadas de las piernas por debajo de la barriga del caballo. Había señoras como desmayadas con el cuerpo echado para atrás, otras se esforzaban por arrancar de los brazos que los llevaban, y otras con la cara bañada de sangre y de lágrimas pedían socorro y gritaban por sus hijos, y llamaban a sus maridos. Algunos iban manchados de sangre y se veían las lanzas enrojecidas, tal vez con la muerte de los hombres y de los niños de pecho. Había también algunos cristianos del pueblo que yo conocía, medio desnudos y lastimados que iban montados en pelo rodeados de muchos indios. Los niños que llevaban era más o menos de trece años para arriba y los pobrecitos ya daban gritos de desesperación llamando a sus madres. Había también muchos caballos cargados de ropas de las tiendas, de mercancías y de botellas.
"... Allí era un grupo que rodeaba a un capitanejo osado, allá otro rodeaba un cacique veterano, a un jefe huinca (cristiano) que se distinguía por su crueldad y astucia y la columna bajaba acercándose a la población, hasta que aparecieron en la altura guerreros montados en caballos blancos. Entonces se levantó un grito tremendo cuyo eco se repitió de roca en roca hasta llegar al grupo de los blancos que levantaban sus lanzas, parecían saludos. Eran los caciques principales, los Gulmen, los Longos y el Vutra Toqui Pincheira (el gran general Pincheira), que montado en un soberbio caballo renegrido cubierto de alhajas de plata, trotaba con un aire de gran rey rodeado de sus victoriosos nobles".



 Después de varios días llegaron a un poblado:


 "... De la población salieron entonces las mujeres esposas vestidas de mantos vistosos, con grandes aros en las orejas, pulseras de plata en los brazos y las piernas, y llevando ramos de flores y espigas de trigo que arrojaban al vuelo, apenas el grupo enfrentó a ellos.


 "... Pincheira no tenía fisonomía de indio, sino de bandido, era alto, grueso, cabezón, de espaldas anchas y de una mirada fulminante. No vestía traje de indio, sino que llevaba botas de charol, espuelas de plata, blancos calzoncillos, saco de vestir negro. Sus manos estaban engarzadas de anillos y sus armas tenían las empuñaduras de plata y nácar".


 En ese poblado la entregaron a una nueva madre.


 "... Yo lloraba amargamente y no podía consolarme al comprender que me entregaban como hija cautiva a una mujer desconocida. Ella enseguida me llamó Rayluemy, Incherayen eluemy, aquí te recuerda o regala una flor. Al poco rato llegó al rancho el marido de la india y por el respeto de los demás indios, por su vestido y sobre todo por su aire de autoridad comprendí que debiera ser un gulmen o cacique.


 "Después que vio los objetos y habló con varios indios que parecían también jefes, la india sacándome de la mano me presentó a él. Este me miró bien, me tocó la cara y luego me abrazó tres veces levantándome en el aire, muy contento al parecer. Después me dijo, "tu cristiana no más teniendo suerte, cayendo en casa gulmen Marihual". Tu siendo "ica" (sic) de Glamrayes no mas, si "vo siendo güena, yo queriendo, regalando vestido, regalando caballo, regalando vaca, regalando todo, no siendo gumay (llorona) no pendando ma huinca alla leco". Luego me acarició y dio un pan de los que habían traído. La pena y el dolor me ahogaban, tanto más, no pudiendo entender nada de lo que me decían, excepto cuando me hablaban medio en indio y cristiano, por lo tanto por más que hacía para contenerlo me invadía la angustia y suspiros de tanta desventura.


 "La nueva madre me dio de cenar, carne asada y frutas silvestres, dándome de beber un poco de vino, que yo no acepté. Comí apenas un bocado, para dormir me llevó a una pieza interior del toldo, donde me mostró una especie de hamaca, con quillangos limpios, de pluma de avestruz, que sería mi cama en adelante, dándome un abrazo cariñoso me dejó sola para que me acostara. Tenía tanto sueño y estaba tan acongojada y postrada de cansancio que apenas salió me tiré vestida, y entre la pena y el sueño venció este, al poco momento".


 "Yo no sé el tiempo que dormí, pero recuerdo que soñé con el asalto, despertándome a los gritos desesperados de ¡favor! ¡favor... me matan los Pincheiras! La nueva mamá se levantó a mis gritos y yo que me había tirado al suelo para huir apenas la vi, la tomé por un Pincheira, por lo que me arrodillé pidiéndole que no me matara. Ella se me acercó y tocándome la mano me hizo levantar diciéndome que allí, nadie me mataría. También se levantó Marihual y trato de consolarme, pero yo me moría de (pp. 23) dolor con un mar de lágrimas, preguntándole dónde estaba mi madre y mi padre. Así estuve un rato hasta que me serené recordando el principio de la noche y el buen recibimiento de mis nuevos dueños...


 "...Supe después que esa noche la machi, llamada para verme, pronosticó que me salvaría si tomaba el remedio que me dio. Como lo tomé, por esto sané, me decía después la machi; pues era un contraveneno contra el gualicho que me quería asustar y matar. Al otro día me desperté tarde al lado de mi cama estaban tres o cuatro personas que no bien me vieron despierta se acercaron me hablaron diciendo: "ya Gualichu malo no está má, ya juyendo de aquí no ma, ahora puchigüena".
"...la mamá india no se despegaba de mi lecho. Ella me preguntó por mi nombre, por mis padres y otras cosas. Allí ella me dijo que se llamaba Meli Waylen o Waglen (cuatro estrellas), que en adelante la llamara madre y padre Marihual que era un cacique rico y poderoso, pero que yo debía querer y apreciar mucho.



 "Poco a poco su conversación me fue gustando, perdiéndole el miedo que me inspiraba...".

El verdadero calvario






 Pasaron varios meses de tranquilidad hasta que por una rara enfermedad muere su madre adoptiva, es dada a unos parientes y allí comienza su verdadero calvario.


 "...A los ocho meses más o menos, luego de pasar algunas guerras felices para mis dueños, un ejército poderoso de los ranqueles invadía nuestra toldería, haciendo cautivas a las mujeres y matando a muchos guerreros.


 "Yo caí cautiva y desde entonces llevé la vida de mayores tormentos, afrentas, injurias y martirios que pueda recibir una Cautiva que no tenga la suerte de caer en manos de un cacique poderoso... Yo no puedo por esto narrar esta parte, como la otra, no obstante haber pasado seis años con ellos...".


  * * *


 De esta manera continúa su relato que se ensambla con el ya publicado.


 Quizás el desafío más grande fue que Carvajal tuvo que afrontar al dar forma a los múltiples hechos y lenguajes en juego, fue hallar el modo de dar forma a la informalidad. Pese a sus deficiencias, este trabajo tiene lo que los otros de fines del siglo XIX carecen: perspectivas globales para lo múltiple (sin que la globalidad neutralice o reduzca lo específico).


 El desafío afrontado por Carvajal no fue menor: el eje significativo de su trabajo es la mujer, a la que ha optado por presentar con una fuerza interior y capacidad de rehacer su vida, como un paradigma inusitado para la época.


 En el curso del texto la mujer aparece ocupando un lugar central. Carvajal en un gesto de respeto infrecuente para la época, da un paso atrás, y deja que ella sea la protagonista. La muerte lo sorprende prematuramente. Su trabajo queda inconcluso, en borrador, sin unir la producción documental con el registro, archivo, consulta y análisis de la información. Le faltó ese proceso reflexivo en el cual las decisiones se elaboran, dirigen y si es necesario se reelaboran a la luz de consideraciones éticas y metodológicas que en este trabajo hemos tratado de restituir a los textos.


Nota:







 "Los cautivos son símbolo de status o de instrumentos de negociación entre el blanco y el indígena, lo que los convierte en un bien de valor, participando junto al ganado, el cuero, etc.". Ver. Ginóbili, M. E., 1996:143), "La cautiva: clave del mestizaje biológico y cultural".


 ---


 "El General José Antonio Pincheira no fue un cacique indígena sino un militar español. En el proceso de las guerras por la independencia de Chile, en nombre del rey de España, formó un ejército con blancos, mestizos e indígenas contra las fuerzas independentistas. Asediado por los ejércitos chilenos, cruzó la cordillera y formó especie de montoneras, con tácticas de guerra asoló estancias y fuertes de la frontera sur (pues él y sus hermanos formaban parte del circuito económico, del ganado hispano indígena en el período colonial, pretendiendo recuperarlo). Provocaron verdaderos y sangrientos malones que perjudicaban a toda la frontera sur, llegando hasta la Fortaleza Protectora Argentina, Bahía Blanca (lo que se confirma en el Diario del Cantón de Bahía Blanca y Fortaleza de la Guardia Argentina Agosto-Diciembre de 1830, redactado por el sargento Mayor Antonio Manuel Molina).


 
María Elena Ginóbili de Tumminello
Doctora en Antropología por la UBA


----

Tapa del Cuaderno número I de "La cautiva o Rayluemy".

Fragmentos del manuscrito del padre Carvajal