Bahía Blanca | Lunes, 13 de mayo

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El después de un Chalchalero

Ameno, franco y dueño de una personalidad en la que abundan la gracia de sus dichos y la simpatía, Juan Carlos Saravia fue protagonista de la charla programada en el Municipal como parte de los festejos por los 90 años del prestigioso escenario. El artista salteño recordó sus primeros viajes a Bahía Blanca, epicentro desde el que Los Chalchaleros proyectaban sus actuaciones en toda la zona, y narró las penurias del grupo cuando, por ejemplo, debían empujar el auto por los caminos de barro...
El después de un Chalchalero. Aplausos. La Nueva. Bahía Blanca


 Ameno, franco y dueño de una personalidad en la que abundan la gracia de sus dichos y la simpatía, Juan Carlos Saravia fue protagonista de la charla programada en el Municipal como parte de los festejos por los 90 años del prestigioso escenario.


 El artista salteño recordó sus primeros viajes a Bahía Blanca, epicentro desde el que Los Chalchaleros proyectaban sus actuaciones en toda la zona, y narró las penurias del grupo cuando, por ejemplo, debían empujar el auto por los caminos de barro...


 Integrante del conjunto durante 54 años, Saravia cantó desde la primera canción, el 16 de junio de 1948 (Zamba del grillo), hasta la última (Jamás), el 16 de junio de 2002.


 La lógica indicaba la consulta respecto del "año de jubilado" que lleva "El Gordo" e indagar sobre la eventual nostalgia por la actividad de tanto tiempo.


 Miró hacia el público y poco meditó la respuesta.


 "Al principio, me costó bastante. Tenía pesadillas. Soñaba que llegaba tarde a los espectáculos, que el auto se rompía o que había precipicios y yo igual tenía que ir a cantar. Me despertaba angustiado y, después, me reía... Yo no creía en el psicoanálisis, pero mis hijos me obligaron a la consulta. Sólo con serenarme y una pastilla tranquilizante logré controlar esas imágenes. Pero me siento bien...", admitió.

Afectos especiales.




 Saravia, fundador y director tácito de Los Chalchaleros durante toda su vigencia, puntualizó que fueron diez los integrantes que mantuvieron vigente el conjunto, seis de los cuales ya no viven, y guarda particulares recuerdos de ellos.


 Sobre el legendario Ernesto Cabezas, señaló su congoja cuando lo creyó muerto en Lugo (España), según le informaron erróneamente en el hospital donde estaba internado.


 "Me dieron un sedante y estuve un día y medio dormido, después del susto", se sinceró.


 Luego, recordó cuando, entre Villa Iris y Jacinto Aráuz, aquel alto y rubio salteño llamado Ricardo Federico "Dicky" Dávalos deambuló de noche por el campo (vestido con la indumentaria chalchalera) buscando auxilio, porque se había roto el auto, y un camionero lo confundió con un marciano.


 También evocó a su primo Aldo Saravia, quien murió cerca de Río Gallegos, en un accidente con el automóvil en el que viajaban.


 "Me salvó la vida, pues minutos antes me había cambiado de lugar en el asiento de atrás, pese a mis rezongos. Recuerdo que le dije: "¿Dónde viste un gordo viajando al medio?...".


 Tampoco faltaron las palabras para Víctor José "Cocho" Zambrano, para quien dedicó una reflexión.


 "Era un gran "macaneador". En realidad, todos los salteños somos exagerados, porque nos colonizó un andaluz", apuntó.


 Saravia, en cambio, no recuerda la cantidad de discos que grabaron Los Chalchaleros, pero asocia cada una de esas placas con la intención --lograda-- de llegar al público en todos los tiempos.


 En otro pasaje, evocó al doctor René Favaloro como uno de los ilustres argentinos que se fueron al silencio, y describió algunas situaciones en las que se encontraron, más allá de la intervención quirúrgica que el afamado médico le realizó al propio Juan Carlos, aquella vez que, en nuestro Municipal, se presentaron sólo tres Chalchaleros.


 La invocación y agradecimiento al Señor de los Cielos, por todo lo recibido en su vida, no faltó en el epílogo de su exposición, matizada con graciosos apuntes, extendiéndolos a su esposa (la salteña Margarita Aráoz), quien, con su delicadeza y mesurada sonrisa, aplaudía en la platea.


 La exclamación de un joven, al concluir la charla, resumió cualquier comentario: "¡Es un maestro!".




  Roberto Oña



Whisky y liras








 "Una vez, cantamos en Italia y nos pagaron en liras, durante una gran recesión económica de ese país. Pero nadie las quería. Intentamos cambiarlas hasta en el Casino de Montecarlo y las rechazaron. Lo mismo ocurrió en todos los sitios. Entonces, volvimos a la Argentina y nos sorprendió que, en el avión, aceptaran liras para pagar la consumición de whisky. ¡Listo! Solucionado el problema. Invitamos al comandante, al comisario, a la azafata y a todo el pasaje, ya que debíamos gastar ese dinero. Conclusión: cuando llegamos al Brasil, teníamos una borrachera fatal".

Como extranjeros, no






 "Nunca pudimos ir a Malvinas. Estuvimos a un `pelito' de hacerlo, ante una invitación para Cantos de Confraternidad, pero nos negamos: teníamos que viajar con visa, como si fuéramos extranjeros en nuestras propias islas".