Dorrego, paladín del federalismo
"Cielito y cielo nublado/ por la muerte de Dorrego/ enlútense las provincias/ lloren cantando este cielo"... Así cantó el pueblo a la memoria del fusilado en Navarro, el 13 de diciembre de 1828. El general Juan Lavalle, jefe de la sublevación unitaria del 1 de diciembre, lo derrocó y ordenó su ejecución. ¡Las balas que troncharon la vida del gran caudillo federal fueron balas asesinas!
Manuel Críspulo Bernabé Dorrego nació el 11 de junio de 1787 en Buenos Aires, hijo del comerciante portugués José Antonio de Orrego y de María de la Ascensión Salas. Fue el menor de cinco hermanos. Vivían en una casa muy grande y relativamente lujosa, en Cangallo al 200. Cursó estudios elementales e ingresó en el Real Colegio de San Carlos, dirigido por el clero secular y dependiente de los virreyes, donde se enseñaba teología, filosofía, poética, lengua latina y sintaxis. Se destacó por su inteligencia y facilidad de palabra. En 1809, egresado del colegio, cruzó los Andes para seguir la carrera de derecho en la Universidad de Santiago de Chile. En ese país tuvo su primer contacto con las armas, que lo llevaría a una existencia más rica en aventuras. Intervino en primera fila en la represión del movimiento hispanófilo estallado en Chile en 1810/1811, obteniendo por su descollante actuación una medalla: "Chile a su primer defensor".
La muy innata vocación revolucionaria de Dorrego lo llamaba a Buenos Aires, centro activo del movimiento emancipador de esta parte de América. El 22 de junio de 1811 se dirigió a la Junta de Gobierno y se lo destinó a reforzar el desmoralizado ejército patriota del norte, que acababa de ser derrotado en Huaqui. Por su valor, fue distinguido de un modo especial, empleándoselo en las acciones de mayor riesgo. Ya como teniente coronel, peleó valientemente en Tucumán y Salta al lado del general Belgrano. Pasó a la Banda Oriental y, en 1813, siendo coronel, tomó el mando de la vanguardia patriota e intervino en la formación de las Milicias Gauchas.
Regresó a Buenos Aires el 20 de febrero de 1815 con la fama de sus hazañas bélicas. Tenía 28 años. Demostró en su vida pública mucho coraje, legítima ambición de poder e ideas federalistas bien arraigadas. Fue opositor del director Pueyrredón, lo que le valió un destierro de tres años por defender un sistema democrático, republicano y federal.
En 1825, entabló relaciones con Juan Facundo Quiroga en La Rioja, con Juan Bautista Bustos en Córdoba y con Juan Felipe Ibarra en Santiago del Estero. Entrevistó a Bolívar, quien lo impresionó profundamente. Desde su periódico "El Argentino" defendió el federalismo, contra el gobierno de Rivadavia. En 1826, llegó a Buenos Aires con la investidura de diputado al Congreso Constituyente, representando a Santiago del Estero. Encabezó el núcleo opositor que denuncia la total desnaturalización del Congreso, es decir que, en vez de sancionar una Constitución federativa, elige presidente.
La Logia Unitaria y las especulativas maniobras del círculo rivadaviano no pudieron soportar el estado de crisis. Rivadavia renunció el 26 de junio de 1827. El 12 de agosto, Dorrego fue investido gobernador y capitán general de la Provincia de Buenos Aires, en medio del entusiasmo del pueblo federal. Encontró al Estado en grave crisis financiera. El régimen presidencial había dejado una situación de virtual bancarrota.
Su política económica permitía vislumbrar el futuro con optimismo. Al cabo de un año de gobierno, era ya un líder nacional. Juan Manuel de Rosas, a quien Dorrego había confiado la comandancia de la Campaña y la Comisión Pacificadora de Indios, intuyó que el Tratado de Paz con el Brasil acarrearía un disgusto al gobernador y así se lo hizo saber. Rosas no se había equivocado, porque el grupo rivadaviano ya había dictado sentencia: Dorrego tenía que morir.
El 30 de noviembre, el Comité Unitario presidido por Agüero decidió prender y fusilar a Rosas y Dorrego. El general Juan Lavalle fue nombrado gobernador provisorio de Buenos Aires y depuso a Dorrego el 1 de diciembre. Temiendo por su suerte, Lamadrid, Brown y Díaz Vélez intercedieron por él, ante Lavalle. El 13 de diciembre de 1828, cuando, en calidad de prisionero, llegó Dorrego al campamento de Lavalle, éste se negó a recibirlo, lo puso bajo la custodia de Rauch y ordenó a su edecán Elías: "Intímele que dentro de una hora será fusilado".
Dorrego nunca creyó nada semejante, pidió papel y tinta para tres cartas: para su mujer e hijas, para su hermano y para Estanislao López (jefe del Partido Federal): "Ignoro la causa de mi muerte, pero de todos modos perdono a todos mis perseguidores; que mi muerte no sea causa de derramamiento de sangre"... A las 3 de la tarde, en Navarro, cae fusilado Dorrego. ¡Doloroso sacrificio! ¡Injusto y cruel asesinato! Su sombra pesará en Lavalle hasta su propia muerte.
Se han cumplido 175 años de la muerte de un gran patriota, precursor y valiente defensor de una línea nacional, como lo definiera muy acertadamente Raúl Scalabrini Ortiz: "La línea nacional de las clases populares, caracterizada por la resistencia triunfal a la penetración extranjera, cuyo fatídico y triste objetivo en nombre de una revolución que, como la de Lavalle, debía entregarse nuestra patria al vasallaje internacional... ¡Cuánto de bueno hay para contar de este Gran Prócer Nacional, no recordado como se merece... y que murió como un valiente por ser defensor de una línea eminentemente nacional, y por ser defensor de un sistema democrático, republicano y federal".
Del asesinato de Dorrego, crimen que la historia hecha por el pueblo no justifica ni justificará jamás, se descubre una experiencia muy aleccionadora y actualizada, en la guerra que hoy el pueblo ha declarado contra sus enemigos y la antipatria.
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Rubén Bini es presidente del Centro Brigadier General Juan Manuel de Rosas de Bahía Blanca.