Bahía Blanca | Jueves, 02 de mayo

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Tránsito: las víctimas bahienses son cada vez más grandes

Los especialistas detectaron un "corrimiento" en la franja etaria correspondiente a los fallecidos en siniestros viales.
Fotos: Archivo LN.

   Mientras gran parte de las estadísticas reflejan que los jóvenes ocupan el escalón más alto entre las víctimas fatales por accidentes de tránsito, en nuestra ciudad, al menos en los últimos años, los números van a contramano: la franja etaria de los fallecidos sufrió un “corrimiento” y la edad promedio aumentó.

   Los entendidos, si bien no tienen individualizados los factores que provocan esta situación, consideran que una de las razones podría ser la capacidad de las nuevas generaciones para tomar conciencia sobre la problemática y la posibilidad de modificar más fácilmente algunos malos hábitos.

   El doctor Pedro Silberman, quien comanda el Grupo Interdisciplinario para el Estudio de la Colisión Vial (GIECOV), describió que es de 43 años la edad promedio de las personas fallecidas por siniestros viales en Bahía Blanca.

   “En lo que es la mortalidad por accidente de tránsito se ha corrido la edad. Antes era de entre 20 y 35, ahora la franja comprendida se concentra entre los 30 y 45, a diferencia de la estadística mundial”.

   En este sentido, dijo que para arribar a esa precisión se analizaron los datos estadísticos relevados entre 2010 y 2015.

   El profesional sostuvo que “no sabemos bien la razón, aunque personalmente creo que ese grupo etario es el que viene siendo el más irresponsable en el tema del manejo”.

   “Hay generaciones más jóvenes que han tenido campañas de educación y prevención, y que quizás hoy se están empezando a ver los resultados de ese trabajo”, continuó.

   Silberman destacó que “el 90% de los accidentes son por error humano. Los siniestros se pueden producir por un lapsus, una equivocación, una distracción o una infracción. Esto último es lo más frecuente”.

   Del mismo modo, explicó que en los últimos años “la mortalidad en este tipo de hechos tiene una tendencia en disminución”.

Menos choques, pero más graves

   Silberman destacó que el análisis de los números que arrojó el primer semestre de 2017 en materia de accidentes refleja que la cantidad de casos disminuyó un 14% respecto al mismo período del año anterior.

   Esa disminución se apreció también en horarios pico, como el de las 13 o las 19. Esto, según opinó, puede deberse a medidas de control de tránsito por parte de los responsables del área.

   Lo que sí creció es la gravedad de las lesiones padecidas por las víctimas.

   “La hospitalización de personas bajó un 8 % (individuos que consultan al hospital por un hecho de transito), pero la internación aumentó casi un 25%. Es decir, los accidentes disminuyeron en cantidad, pero las heridas sufridas por las víctimas resultaron más graves”.

   Agregó que “el problema es la consecuencia del accidente. La mayor cantidad de muertes e internaciones son sufridas por motociclistas, porque el paragolpes es uno mismo. Uno debe apelar a extremar la conciencia del conductor de la moto”.

Gasto promedio de 15 mil pesos

   La lesión más común para los ocupantes de motos que se accidentan es “el traumatismo de cráneo, si el conductor no lleva casco, y las fracturas de miembros”.

   Entre los ocupantes de autos, “se observa la fractura de cadera, sobre todo del acompañante, o el traumatismo de tórax en el caso del conductor”, dijo Silberman.

   Un dato no menor resulta el hecho de que la atención de un paciente accidentado en un hospital público representa un gasto promedio aproximado de 15 mil pesos.

   Según las estadísticas, unas 800 personas por año son hospitalizadas en Bahía (entre consultas e internaciones), lo que demandaría una afectación de 12 millones de pesos para asistirlas.

   Sobre el descenso en la cantidad de colisiones, el especialista estimó que “hay muchas variables que pueden determinar esto".

   "Es importante el análisis urbanístico de la ciudad, cómo queremos que la ciudad crezca y se mueva y pensar una organización en función de ello. También resulta vital continuar con el trabajo de prevención que viene llevando adelante la Municipalidad, el control y la sanción. Otra situación que considero relevante es cómo los medios de comunicación han puesto en agenda la problemática. Eso hace que la gente se vaya concientizando de la situación”.

   También sostuvo que “evidentemente algunas estrategias de organización del tránsito han surtido efecto. De todas maneras, son múltiples factores y difíciles de dimensionar”.

La falta de planificación es un problema

   Silberman, tal como viene resaltando desde hace tiempo, advirtió que “el mayor problema es la falta de planificación del movimiento en la ciudad. No está planificado cómo se mueve, cómo se desarrolla y cómo crece”.

   “Colocar un semáforo en un sitio, por el simple hecho de dar respuesta a un reclamo vecinal, o construir un barrio en determinada zona porque hubo una oportunidad inmobiliaria, muchas veces genera que la ciudad empiece a moverse de manera distinta y eso acarrea sus consecuencias”, opinó.

   “Si yo no lo analizo o planifico van surgiendo cosas, algunas veces buenas y otras malas”.

   Por ejemplo, destacó que en las avenidas se produce la menor cantidad de víctimas fatales por accidentes.

   “Consideramos muy importante que este tipo de arterias sean fluidas para el tránsito, que los semáforos le den cierta continuidad y la mayor cantidad de vehículos tomen por allí, como una forma rápida de cruzar la ciudad”.

   “Por ejemplo, en la vía Aguado/Brasil los semáforos cortan, entonces la gente no toma por ahí. Chile/Sixto Laspiur era una buena vía para el tránsito, pero la apertura de Blandengues y la colocación de reductores obstruyeron el paso de algo que debía ser fluido”.

Vicios y costumbres al volante

   Para Alberto Gasparini, capacitador de la Asociación Civil Luchemos por la Vida, si los vicios y costumbres no se corrigen a tiempo, “se convierten en normas propias, de cada uno, que el otro no las entiende”.

   En la misma línea, opinó que la norma “tiene que ser una sola, para que yo, ante una situación, tome una determinación en función de la misma y el otro la pueda interpretar”.

   La estadística anual publicada por la ONG que representa determinó que durante 2016 murieron 7.268 personas (2.211 en la provincia de Buenos Aires) en siniestros viales. El 56% de las víctimas tenían menos de 35 años.

   Respecto de la situación especial de nuestra ciudad, en cuanto al crecimiento en el promedio de edad de quienes son víctimas de accidentes, consideró el dato como “bastante razonable”.

   “Esa franja etaria es la más problemática, porque tiene menos apego a las normas o cambios de hábitos. Por ejemplo, algunas personas mayores se cuidan muy poco con el alcohol. Es común ver en un restaurante a dos personas comiendo y tomando, y seguro que alguna de ellas regresa manejando”.

   También advierte la falta de controles en la entrega de registros, una situación que es más que un simple acto administrativo.

   Gasparini sostuvo que en ocasiones una persona puede tomar muchos recaudos al conducir, pero la mala actitud de un tercero puede acarrear resultados letales.

   “Uno puede ser un muy buen conductor, pero qué pasa con el otro. Si tengo un buen auto, en una buena autopista y tengo buena aptitud como conductor, no tengo seguridad que voy a llegar a destino, porque quizás me encuentre con otro que no piensa lo mismo que yo o no cumple con la ley”, explicó.

   Para el final, dejó en claro que “en el 85% de los accidentes las causas son por fallas humanas. Podés tomar todas las medidas de infraestructura, pero si no hacemos nada por el conductor, igual van a aumentar la cifras”.

El proceso de socialización

   La licenciada en Sociología y magister en Género, Sociedad y Política, Leila Vecslir, describió el proceso de socialización que atraviesan las personas y la forma en que internalizan las normas.

   “Los seres humanos atravesamos un proceso de socialización primaria entre el nacimiento y aproximadamente hasta los 6 años. Desde la Sociología, entendemos que es en este primer momento de interacción con un ambiente natural y social que incorporamos una estructura nómica”.

   La profesional sostuvo que “nacemos con la capacidad y la predisposición a formar parte del orden social, pero es a través de la relación con un ambiente natural y social-cultural que incorporamos el lenguaje y las diferentes posibilidades de la acción”.

   Vecslir, quien es profesora adjunta de la cátedra de Sociología e investigadora de la Universidad Nacional del Sur, aclaró que durante esa socialización primaria internalizamos las diferentes normas de comportamiento que nos permiten funcionar como seres sociales.

   “Sin embargo, el proceso de aprendizaje continúa a lo largo de toda la vida. Mientras que la socialización primaria finaliza a los 6 años con el aprendizaje de la lectoescritura, con la socialización secundaria, que se desarrolla entre los 7 y hasta los 18 años, incorporamos vocabularios técnicos, principalmente aquellos vinculados al mundo del trabajo y de las instituciones”.

   Sobre el tema, consideró que ese proceso que “nos constituye como seres sociales, responsables de nosotros mismos y de quienes nos rodean, es clave para la internalización de las normas de tránsito. En este sentido, sería necesario relevar la relación entre la edad y la probabilidad de sufrir un accidente de tránsito, indagar si ésta probabilidad se vincula con la falta de educación en la materia de las franjas etarias más altas”.

   También explicó Vecslir que “resulta necesario continuar analizando si la probabilidad de sufrir un accidente se vincula con las representaciones de género prevalentes en nuestra sociedad”.

   “En un marco más general, se puede decir que nuestra sociedad tiene una relación ambivalente con las normas: por un lado, se pide al Estado más normas y mayor control sobre su cumplimiento, pero luego presenciamos pequeñas infracciones cotidianamente que, aunque sean pequeñas, son parte de esta estructura anómica -falta o debilidad de las normas- en la que estamos inscriptos”, finalizó.