Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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#SaludMental: una clínica privada con 3.000 pacientes y sector de máxima seguridad

En el centro de salud especializado en psiquiatría trabajan 130 personas.
Fotos: Pablo Presti-La Nueva. y Clínica Bahiense

Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com
Matías Mugione / mmugione@lanueva.com
Maximiliano Buss / mbuss@lanueva.com

   Uno de los fundadores de la Clínica Privada Bahiense camina rápidamente abriendo puertas y mostrando cada rincón del lugar, seguido de cerca por la psiquiatra Julieta Mena y la psicóloga Eugenia Mena, hijas del exjefe de Gabinete municipal.

   El centro de salud que funciona en Darregueira al 1.100 no parece un hospital psiquiátrico. Al menos no es un lugar oscuro y tétrico como se ve en algunas películas y también en la realidad, en otros lugares de la provincia de Buenos Aires.

   —Ustedes lamentablemente no conocen otra clínica psiquiátrica, porque si ustedes vieran otras en otros lugares del país…, y, se suicidan directamente, ¿entienden? —dirá más adelante Máximo Sánchez.

Primer edificio que tuvo la clínica, en Moreno al 200.

   Es la única clínica con guardia psiquiátrica que hay en Bahía Blanca. Se creó en 1991 y desde 2008 está en un edificio luminoso y con un diseño especial, para que no parezca carcelario.

   “Entre ambulatorio e internación, tenés cerca de 3.000 pacientes que se atienden mensualmente con nosotros”, cuenta Sánchez.

   El hombre de camisa azul, que ahora se desempeña como asesor del lugar, describe que “todos los lugares de trabajo tienen un baño para el personal, todas las habitaciones un baño privado y toda la clínica aire acondicionado central frío-calor”.

   También enumera cámaras, sensores de incendio, luces de emergencia, generador y vidrios antibala, para que los pacientes no los rompan. Además, las vías de evacuación están cerradas para que no se escapen, pero tienen una llave maestra para abrirlas rápidamente.

   Trabajan unas 130 personas, entre personal y profesionales. Enumeran psiquiatras, médicos clínicos, nutricionistas, psicólogos, psicopedagogos, terapistas ocupacionales, kinesiólogos, fisiatras, músicoterapeuta, profesor de educación fisica, acompañantes terapeúticos, enfermeras, cocineras y mucamas.

Máxima seguridad y violencia latente

   La clínica está dividida en cuatro sectores de internación, cada uno con un patio propio y, además, tiene un patio central con una pared pintada por Los Muraleros.

   El único lugar oscuro que se ve es el pasillo con cuatro habitaciones de máxima seguridad del sector 1, donde están los pacientes más “pesados”. Una de las escoltas de Máximo presiona una perilla, pero la luz no responde.

   Las puertas son de metal, a diferencia de las puertas de otras partes de la clínica, y los pacientes que están en esos cuartos deben tocar un portero eléctrico cuando quieren salir.

   Julieta explica que a ese lugar van “pacientes que vienen con un nivel de excitación extrema, violentos, desorganizados”.

   Y Máximo agrega que tienen “una cosa que se llama Cuidados Especiales”, donde una enfermera se encarga las 24 horas de observar al paciente, para cuidarlo “hasta que la medicación le hace efecto”.

Eugenia y Julieta Mena, psicóloga y psiquiatra del lugar.

   Al preguntarles si tuvieron problemas de agresiones con este tipo de pacientes, los tres responden prácticamente al unísono:

   Julieta: Sí, por supuesto: es propio del cuadro agudo.

   Máximo: Sí.

   Eugenia: Es casi diario, diríamos.

   Julieta: Somos de las pocas especialidades que trabajan con la violencia latente, constante.

   Eugenia: Y poniendo el cuerpo.

   Julieta: Y poniendo el cuerpo. Es propio del paciente. ¿Alguna vez nos ha pegado algún paciente? Sí.

   Eugenia: Sí, y no es raro.

   Máximo: No hay nadie que trabaje en esto desde hace muchos años y no se haya ligado un tortazo, una trompada…

   Julieta: ...que te vuele algo por la cabeza.

   Sin embargo, Máximo cuenta que no trabaja personal de seguridad y que “la estructura es lo que contiene”. Dice además que las enfermeras pueden anticiparse a los problemas, porque “son muy cancheras, muy hábiles”.

   —Hay veces que no te anticipás y se arma un tole tole… ¿Y ahí cómo contenés al paciente? Con presencia, le metés gente: 5 enfermeras encima; se empiezan a colgar de arriba, de abajo.

   —Incluso los propios pacientes ayudan… Ellos registran, eso es asombroso —acota Eugenia.

   —Exacto, es maravilloso —dice Máximo—. Y hay veces que tenés que llamar directamente a la policía. Sí o sí tenés que llamar a la policía, porque no podés, porque no hay forma.

Internación

   Según un análisis que hicieron el año pasado, aproximadamente un tercio de los pacientes que van de urgencia a la guardia terminan internados en la clínica, donde tienen 94 camas. Ahí los pacientes van rotando, porque hay entre 50 y 60 altas por mes.

   Los que llegan con cuadros agudos están internados 15 días o un mes, dice Julieta. Después están los pacientes crónicos, que tienen tratamientos más largos o directamente no pueden darlos de alta.

   Máximo explica que entre los crónicos hay unos “20 pacientes que son muy difíciles de externar, por sus patologías de base que son muy pesadas”.

   —La gravedad se puede medir en relación al cuadro en sí mismo y también a la contención y a la red que haya. Nosotros intentamos contar siempre con la familia, porque si no es imposible —afirma Julieta.

   Sánchez muestra un instructivo que le hacen firmar al familiar a la hora de internar al paciente, “para que sepa que no puede venir acá, dejarlo, depositarlo e irse, que tiene que interactuar”.

   Incluso a veces recurren a una intervención judicial para desapoderar a los familiares, si ven que “al paciente no lo cuidan, no lo asisten”.

Suicidio

   En junio del año 2000 una paciente sacó los cordones de sus zapatillas y los usó para colgarse en un baño. La Clínica Privada Bahiense sufrió una demanda de la familia, por daños y prejuicios, pero la Justicia la rechazó.

   Máximo cuenta que luego de ese problema hicieron las duchas que salen del cielo raso, para evitar que los pacientes puedan colgarse. “Las inventé yo”, afirma.

    —Tenés la máxima seguridad con el paciente en el momento que ingresó. Ves que la medicación le hizo efecto, los profesionales ven que va mejorando y tenés que empezar a aumentarle las libertades para poder darlo de alta. Hay veces que en ese proceso ha habido problemas.

    También cuenta que tienen dos sistemas diferentes de agua caliente, con temperaturas reguladas (uno para cocina y lavadero y otro para los pacientes), a raíz de otro incidente.

    —Pasó que un paciente que nosotros siempre bañábamos no tenía sensibilidad. No sabíamos que no tenía y una vez se metió solo abajo de la ducha y se requemó.

    “Cuando algo no sale bien, revemos y modificamos procesos permanentemente. Por eso también tenemos un nivel de excelencia muy alto en lo que es asistencia de este tipo”, apunta.

Ley de Salud Mental

   En 2020, la Clínica debería cerrar o adaptarse y dar otro tipo de atención. Los llamados “manicomios” no pueden existir, según la Ley Nacional de Salud Mental sancionada en 2010.

   Dice, a grandes rasgos, que los pacientes tienen que atenderse en hospitales generales y tener internaciones cortas y posibilidades para integrarse en la sociedad.

   Los tres se muestran, en general, de acuerdo con la Ley. Sin embargo, dicen que es necesario contar con un espacio como el de ellos y que no hay dinero para hacer lo que se plantea.

   Máximo: ¿Dónde van a ir a parar estos pacientes? No van a tener dónde asistirlos. Vos imaginate a los pacientes del sector 1, ¿cómo los metés descompensados en una clínica general con maternidad? ¿Cómo hacés?

   Julieta: En el espíritu [la Ley] es excelente, pero en las salas comunes de clínica médica u otras especialidades no están garantizadas las medidas de seguridad para el paciente ni para el resto.

    Eugenia: No todos los pacientes que tenemos son capaces de ser independientes y autónomos para la vida diaria, como para llevar ese tipo, digamos, de vida o de inclusión. Hay pacientes que pueden volver a la casa y hay otros que no.

    Máximo: Es más fácil atender a todos los pacientes juntos que atender a todos los pacientes desparramados. Es básico eso. Acá el paciente está mucho más contenido, mucho más cuidado.

    Julieta: Si los hospitales generales funcionaran como dice la Ley, estamos de acuerdo. La cosa es cuidar al paciente.

   Máximo: Si en 2020 las clínicas cierran, podemos seguir trabajando porque faltan camas en Bahía y podemos hacer cualquier tipo de asistencialismo. El problema es quién va a atender a los pacientes. No a los 20 crónicos, sino a los 3.000 que estamos atendiendo con la metodología con que lo hacemos.

Delitos y adicciones

   Sánchez dice que el paciente psiquiátrico, en general, no comete delitos graves. “Si comete algún delito es muy leve o muy puntual... Cómo te puedo decir: rompió una cosa, robó un chocolate”, ejemplifica.

   “Nosotros no psiquiatrizamos la delincuencia”, dice y afirma que “el psicópata no es paciente, es psicópata”.

   Sobre los pacientes con adicciones, Julieta cuenta que los ayudan a pasar el período de desintoxicación y abstinencia y que cuando están estables psiquiátricamente “continúan el tratamiento de rehabilitación en dispositivos pertinentes, como puede ser una comunidad terapéutica”.

   —El alcohol es la principal sustancia que se consume. Y después otras sustancias como pueden ser cocaína, marihuana, otras drogas… Pero casi siempre es alcohol —detalla.

Talleres

   Los talleres que hacen los pacientes son variados y Julieta cuenta que “muchas veces se organizan en función de lo que les gusta hacer o con qué se enganchan”.

   Máximo dice que a veces “alguna de las pasantes de psicología es profesora de baile, entonces se arman bailes, van a Bailotage” y que también “hay salidas al cine”.

   Entre las actividades enumeran también talleres de rehabilitación neurocognitiva, talleres de la memoria, educación física, musicoterapia, terapia ocupacional y asambleas (donde los pacientes expresan sus intereses y pensamientos).

Casa de Medio Camino

   A una cuadra de la Clínica, alquilaron una casa donde algunos pacientes conviven y hacen otro tipo de actividades, como una huerta.

   “Tienen talleres donde realizan sus propios elementos para la casa. Por ahí los pacientes del sector 1 hacen otro tipo de manualidades, digamos. Los de la Casa de Medio Camino crearon hasta sus propios veladores”, cuenta Eugenia.

Obras sociales

   Máximo dice que tienen convenios con obras sociales para que los pacientes no tengan que pagar nada. Enumera Diba, Pami, IOMA, Oschoca, DOSEM y OSDE.

   “Más del 98 % de la facturación proviene de la seguridad social, y de ello más del 90 % proviene de las obras sociales principales, que te fijan los precios”, afirma.

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