Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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"El ciudadano ilustre", película de un bahiense, fue ovacionada en el festival de cine de Venecia

La dirigió Gastón Duprat y la protagoniza por Oscar Martínez.
Duprat y Cohn volvieron a apostar al "cine autoral" (Fotos: Télam y archivo)

   La mirada autocrítica, sarcástica y despiadada sobre la sociedad argentina sedujo ayer en la Mostra de Venecia con el filme "El ciudadano ilustre", una comedia amarga de la dupla Mariano Cohn y el bahiense Gastón Duprat en competición por el León de Oro.

  "La premisa del guionista, con la historia de una celebridad que vuelve al pueblo donde nació después de mucho tiempo, era tan sólida y contundente, que nos permitió sumarle otras ideas que no tienen que ver con la trama principal y que nos interesaba plasmar en la película. Por ejemplo, la indiosincrasia pueblerina versus el cosmopolitismo, la creación artística, la celebridad, el chauvinismo, el nacionalismo", explicó Duprat.

   Además de darle una ovación, el público especializado se divirtió con las agudas salidas y situaciones paradójicas en las que termina el protagonista, el escritor Daniel Mantovani, personaje de ficción interpretado por Oscar Martínez, en el papel del primer Premio Nobel de la Literatura argentina.

   “El ciudadano ilustre” será estrenada en Bahía Blanca el jueves que viene.

   La figura del escritor célebre que regresa a su perdido y modesto pueblo de origen tras 45 años de ausencia, se presta para poner el dedo en la llaga de la sociedad argentina, ironizando sobre sus defectos.

   El choque de culturas, la relación entre sus personajes literarios y aquellos reales de su pueblo en los que se inspira y que también lo llevaron a irse para siempre, son la clave del filme: un viaje entre las contradicciones del artista, a su pasado así como a la esencia de su creación, entre sus ídolos y contra ellos.

   Temas que la pareja Duprat-Cohn, junto con el guionista Andrés Duprat, ilustran con burlas y sarcasmo y han tratado en otros filmes, entre ellos "El Artista" (2008).

“Llanos, transparentes y generosos con el público”

   —¿Cómo analizan esta película dentro de lo que es el desarrollo cinematográfico de ustedes?

   —Duprat y Cohn: continuamos con cosas que nos pertenecen como es hacer un cine autoral y tener un punto de vista fuerte desde la dirección y, al mismo tiempo, en este caso, como en ningún otro, aspiramos también y estamos contentos de haber hecho la apuesta por un trabajo que necesita ser comercial en el sentido de que necesita que la gente vaya a las salas a verla; es algo interesante porque apostamos por la gente pero sin ningún tipo de concesión autoral.

   —¿Eso los obliga a una narración cinematográfica distinta?

   —DyC: desde el punto de vista de la narración la película tiene recursos genuinos nobles que tienen que ver con la identidad estética nuestra como directores y también con la decisión de no escondernos en ningún “supuesto refugio de estilo” sino ser generosos con el público, ser llanos, ser transparentes, tomar el toro por las astas en todas las situaciones narrativas que la película lo requiera pero que esto no vaya tampoco en contra de la mirada propia. En el cine independiente argentino circula un chiste, dice que algunos directores hacen un “estilo” a partir de la repetición de una serie de limitaciones película tras película.

   —Igual que “En el hombre de al lado”, acá les gusta meter el dedo en lallaga en un problema concreto y ver qué pasa, qué se suscita.

   —DyC: tomamos temas que nos son propios por el universo en que nos movemos y que plantean un dilema moral, el espectador tiene que tomar posición por uno o por otro personaje y esa posición, en general, va variando a lo largo de la película, esa es una de las claves del planteo en las dos: tenés que tomar posición, sos activo, podés estar en un bando y después cambiar al otro, la película te obliga a ir y volver, los juicios no son definitivos ni absolutos, hay un movimiento viendo la película, nadie puede bajar la persiana y decir “me quedo con este”, siempre está la cosa interpelándote, en movimiento, eso le da una cierta intensidad, necesitamos una decisión del espectador, es el juego que planteamos.

   —Eso sucedía también en “El hombre...”.

  —DyC: tienen algunos tópicos en común, la hicimos con el mismo guionista y más allá de la trama que es distinta hay un universo común, aunque esta no es tan radical como la otra, que la hicimos de manera más inconsciente sin saber bien qué estábamos haciendo, esta está más premeditada, más pensada, por un lado porque tuvo más tiempo de desarrollo y por otro porque uno haciendo películas aprende mucho y después lo puede volcar en la que viene, pero las dos buscan eso de que la gente se vaya del cine discutiendo y debatiendo.

   —Y lo hacen con temas argentinos, que también ponen en cuestión quiénes o cómo somos.

   —DyC: sí, pero después nos enteramos que no son sóo argentinos; por ejemplo, en “El hombre de al lado”, que se estrenó en muchos países, nos llovieron mails de todo el mundo de gente que hacía comentarios de problemas similares con los vecinos, acá relatamos el caso de una celebridad que vuelve a su pueblo natal y lo hacemos bajo códigos argentinos que tienen que ver con la idiosincrasia nacional pero es trasladable completamente, hay casos en todo el mundo, el culto al ídolo es un problema mundial, una patología planetaria.

   —¿Pero este pueblo no es acaso una metáfora de la Argentina?

   —DyC: podría ser, pero también hay una metáfora de Europa en la película si querés, que te la muestra como una cosa sórdida, estancada, aburrida, con monarquías que dan premios, un lugar donde tenés mucha probabilidad de saber qué va a pasar mañana, el año próximo y dentro de 3 años, la película también pone en entredicho la visión del confort propia de Europa.

   —¿Y este amor odio por las celebridades también es de Europa?

   —DyC: en un momento le acercamos el guión a Pedro Alomodóvar para que lo leyera y nos contó que le había pasado algo parecido, que en su época de megaéxito de los 80 volvió al pueblito donde nació a recibir una medalla de ciudadano ilustre y que una vez ahí, cuando lo conocieron, vieron cómo eran sus gustos, su idiosincrasia, sus manera de pensar y vivir, lo repudiaron por completo.

   El proyecto "Ciudadano Ilustre" de Duprat-Cohn no se agota en la película, continuando el juego consiguieron que la editorial Random House editara la novela “El ciudadano ilustre” (que no es el libro de la película) firmada por Daniel Mantovani y que la sacara por su colección de Premios Nobel de Literatura, y además a ese primer libro seguirán otros, aquellos cuyas tapas aparecen en el filme. (NA y Télam)