Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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Las penas y las dudas que se resisten al olvido

Tras las respuestas de Clyde Gasparini, partera del Penna de 1956 a 1997, se multiplicaron las inquietudes de quienes tratan de completar sus historias.
Fotos: Juan Corral-La Nueva.

Por Ricardo Aure / haure@lanueva.com

Carlos Enrique Masuzzo nació el 27 de marzo de 1960 y, según el acta, en Bélgica 1444, dato que considera falso. Adoptado por Elisa Fuente y Liborio Masuzzo, sabe que su mamá era una joven de la zona rural.

Piensa que el parto sucedió en el Hospital Penna o tal vez en la misma casa de la partera Clyde Gasparini, cuya firma está en el acta respectiva. A los 52 años, tras la muerte de su mamá, una prima le confirmó lo que siempre sintió: que era adoptado. Desde entonces no ha parado de buscar a su madre biológica.

“Traté de conseguir datos y llamé varias veces a la partera, quien me negó rotundamente haber firmado el acta, incluso me dijo que pudieron haberle falsificado la firma. Después de la entrevista que en junio publicó La Nuevainsistí con ella, pero fue inútil”, afirma.

En el Penna, donde funciona la única maternidad pública de Bahía Blanca y la región, se asisten, en promedio, unos 2.700 partos anuales. Con cerca de 80 años, más de la mitad de ellos dedicados a la obstetricia en ese hospital, a Clyde Gasparini, jubilada en 1997, todavía le piden que vuelva a su pasado en busca de detalles que ayuden a definir identidades.

“Me preguntan por partos de hace más de 30 años y no siempre puedo acordarme con precisión. Debo decir que ningún nacimiento es una rutina, pero ya no siempre logro recordar exactitudes”, expresó en su entrevista que La Nueva. publicó el pasado domingo 14 de junio.

Respecto de presuntos robos o ventas de recién nacidos, Clyde Gasparini consideró que en el Penna no desaparecían chicos aunque admitió que hubo bebés de menores que se internaban con sus madres y que, al irse de alta, en la misma puerta del hospital los entregaban o vendían. También aludió al caso de un matrimonio de médicos que no podía tener hijos biológicos, que iba a radicarse en Alemania y que antes de partir se llevó mellizos del Penna.

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El 3 de septiembre de 1977 fue sábado. Valeria Melnichuck afirma que ese día nació su hermana en el Penna. La busca desde 2006.“A mi madre se le dijo que la bebita había muerto, pero antes del nacimiento, una monja y una asistente social le pidieron datos e información sobre los rasgos físicos de mi padre y de mis hermanos mayores. También le preguntaron si estaba dispuesta a entregársela a una familia que no podía tener hijos y con la que tendría de 'todo'".

Valeria señala que, tras el parto, su mamá recibió un calmante, y que cuando pudo despertarse supo que la beba había fallecido. “Estaba como dopada y sola porque mi abuela materna debió volver a Río Colorado, donde vivimos. El lunes 5 fue dada de alta y cuando llegó mi papá, los médicos, muy amables y generosos, en presencia de unos militares, le dijeron que ellos se encargaban del cuerpito y de todos los trámites respectivos”.En la morgue del Penna, según Valeria, no hay registros de la muerte de su hermanita. Lo mismo se le informó desde el cementerio. En octubre de 2010, sus padres aportaron muestras de ADN en el Banco Nacional de Datos e iniciaron la búsqueda por vías judiciales. Valeria espera en valeriamelnichuk@gmail.com.

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El embarazo de Alicia Urrutia cumplía siete meses el 19 de abril de 1988 cuando, a las 9.20 y a las 9.30, nacieron sus mellizos. Los llamó Brenda y Adrián.

Adrián murió en la madrugada del 20 de abril. Al menos eso puntualizó el informe médico. Nelly, la abuela materna, intentó ver el cuerpito. No pudo. Ella afirma que su nieto estaba con vida al salir de la sala de partos, unos minutos después de que pasara una enfermera con Brenda en la incubadora.

Alicia, internada durante cuatro meses en el Hospital Penna, recibió el alta en mayo. Luego del parto de Brenda, que fue natural, recuerda que fue anestesiada porque alcanzó a escuchar que “el bebé venía atravesado”.

Casi 27 años después, Brenda, que lleva el apellido Castro, pudo hacerse de los certificados de nacimiento, firmado por la partera Clyde Gasparini, y de defunción, por el médico Daniel Máquez. Cuando se decidió a ver la tumba comprobó que en el cementerio no estaba el registro del sepelio.

“Siempre sentí que tenía un hermano. Y siempre lo extrañé. Durante 2014 me conmovieron sensaciones muy intensas y en enero de este año, en mis vacaciones y aunque nadie de mi familia sabía en qué lugar estaba la tumba de Adrián, me animé a ir al cementerio en busca de la paz interior que tanto necesito. No apareció. En la oficina no encontraron datos, ni en los registros digitalizados ni en los antiguos libros”.

Después fue al Registro Civil y luego al Penna, donde no pudo dar con las historias clínicas de su hermano y su mamá.

“Me dijeron que estaban en el Ministerio de Salud, pero allí me aseguraron que en el hospital mintieron”, dice.

En la libreta sanitaria de Brenda no se consigna que su nacimiento fue consecuencia de un parto de mellizos.

Aturdida por las dudas, en marzo de este año acudió a Facebook y cargó su caso en “Completando mi historia”, la página que armó Patri Holmes en Buenos Aires. Pronto allí se enteró de la situación de Sandra Martínez.

Sandra no sabe si aquel 3 de enero de 1990, en el Penna, a las 21.15, tuvo un varón o una nena. Solo que le dijeron: “Nació muerto”. Ella jura que lo sintió llorar.

“No me lo dejaron ver. Tenía bajo peso por mi embarazo de siete meses. Estaba sola con mis 17 años, porque soy de Coronel Suárez y porque mi marido había vuelto a buscar ropa, ya que supuestamente iba a quedarme internada un mes como mínimo. Al irse, me pusieron algo en el suero que aceleraron las contracciones y el parto. No existe historia clínica, ni certificado de nacimiento ni de defunción. No retengo nombres ni rostros, ya que los que me atendieron tenían gorro y barbijo”.

Hace 25 años que Sandra busca y espera un milagro.

El 19 de febrero de este año, Brenda recurrió a la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio Nº 4, que puso en marcha la investigación. También en esa dependencia Sandra radicó su denuncia.

Brenda repite que hasta que no pueda ver la claridad no dejará de buscar a su hermano mellizo. Ha sufrido mucho y necesita completar su historia. Cree que solo así podrá ser madre.

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El 9 de septiembre de 1989, con 15 años, María Rosa Mendoza fue mamá de mellizos en el Penna. Rodrigo nació a las 14.45 y Verónica, 5 minutos después.

“La cesárea estuvo a cargo de la doctora Bertín. El varón fue derivado al Hospital Italiano y la nena quedó en Neonatología del Penna. Cuando desperté de la anestesia fui a verla. Estaba encima de una mesa con vidrios en sus costados y una lámpara toda de color azul. La vi apenas unos segundos y no estaba conectada. De vuelta en mi habitación, el doctor Daniel Máquez, en cuya casa mamá trabajaba como empleada, me dijo que mi beba había fallecido y que mi bebé también estaba mal”.

María Rosa recuerda que el padre de la beba, menor como ella por entonces, fue quien la llevó al cementerio aunque tampoco llegó a ver su cuerpito, lo que sí pudo hacer su mamá. Hoy cree que no ha sido el de su hijita.

“Antes de irme de alta me hicieron firmar los documentos de mis hijos y me impactaron los nervios de la empleada del Registro Civil. Ella me entregó el de Rodrigo y se quedó con el de Verónica porque, como fallecida, tenía que anularlo. Cuando Rodrigo, al llegar a los 16 años, renovó su documento, nos dimos cuenta de que tenía el número del de su hermana”.

María Rosa luego tuvo dos hijos en el Penna y reconoce que recibió una muy buena atención.

Rodrigo hoy tiene 26 años y su madre afirma que son muchas las cosas que nunca le terminaron de cerrar, que siempre tuvo sospechas, que le faltaron recursos para pagar la ayuda de algún abogado, que su caso tiene coincidencias con otros que conoce y que percibe a Verónica con vida.

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“En 1987 nació mi hermana Cecilia. En el Penna le dijeron a mi mamá que había muerto en el parto”, comenta Susana Castillo.

Como su madre ya tenía 9 hijos y carecía de medios económicos, se le dijo que en el hospital se harían cargo del sepelio.

“No le entregaron certificados y mamá, que juraba haber sentido el llanto de su hijo, gritaba que se lo habían robado. Ella falleció hace dos meses”.

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“Era muy chica, tenía 16 años, y mi bebé nació en el Penna. Lo vi moverse y enterito. Era un varoncito y yo estaba sola”, evoca Malvina Arrieta.

Después, el médico le dijo que a su hijo le faltaban una pierna y un brazo, y que había muerto. Corría julio de 2001.

“Nunca pude verlo. Tampoco tuve el certificado de nacimiento o de defunción. Las ecografías no indicaban nada extraño. A mi hijo, que hoy tiene 14 años, me lo robaron”.

Cuando Marta Fridel, su mamá, fue a verla, la encontró dormida. “Estaba como atontada y le habían dicho que el bebé había muerto. Pedí su cuerpo, pero no apareció”.

Malvina radicó una denuncia en la Fiscalía Nº 2. Dice que quedó en la nada.

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--¡Quiero verla! ¡Dejame verla, por favor...!

Nochebuena de 1990 en el Penna.

Sonia Gabriela Astrada, de 16 años, derivada desde el Hospital Pirovano de Tres Arroyos, había sido internada a las 15 y esperó en un pasillo junto a otras cinco parturientas. Dice que Sonia Soledad, su beba sietemesina, nació naturalmente ese 24 de diciembre a las 23.15 y que pesó 1,700 kilogramos.

“Mi marido, Guillermo Müller, la vio moviéndose... después una enfermera supuestamente se la llevó a Neonatología. A mí me dejaron en una habitación compartida con una mamá de mellizos que se quejó porque me trataban mal. Pedí e insistí en ver a mi bebé, pero me dieron calmantes y me dormí. Cuando me desperté esperé que me trajeran a mi hija. Pasó el tiempo hasta que apareció un médico bastante mal hablado.

--Mirá, tu beba murió.

--¡Quiero verla...!

--Andate tranquila y sin hacer quilombo. Sos jovencita y vas a poder tener muchos hijos más.

Sonia revive ese momento y jura que jamás pudo olvidar la cara de ese médico de bigotes, cabello largo y gruesos anteojos.

Recuerda que le dieron de alta el 26 de diciembre, y que a su marido le dijeron que “ellos se harían cargo de todo”.

“Me mandaron para Tres Arroyos sin certificado de nacimiento ni de defunción de mi hija. Me dejaron con las manos vacías”.

Tras radicar una denuncia en la Comisaría de la Mujer de Tres Arroyos, Sonia afirma que, ante los requerimientos policiales, desde el Penna se informó que ella nunca estuvo internada allí. También que, por pedido del Registro Civil, desde el hospital se indicó que en la Nochebuena de 1990 no murieron bebés.

A Sonia Astrada la intriga no la deja en paz.