Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

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Condenaron a dos presos por una abortada evasión

La justicia local condenó ayer a cinco años y un mes de prisión a dos presos que hace poco más de cuatro años tomaron parte de una abortada fuga con explosivos de la cárcel de Villa Floresta. El fallo, dictado por el Tribunal en lo Criminal Nº 3, aceptó el acuerdo en juicio abreviado al cual habían arribado las partes días atrás.
Condenaron a dos presos por una abortada evasión. Seguridad. La Nueva. Bahía Blanca


 La justicia local condenó ayer a cinco años y un mes de prisión a dos presos que hace poco más de cuatro años tomaron parte de una abortada fuga con explosivos de la cárcel de Villa Floresta.


 El fallo, dictado por el Tribunal en lo Criminal Nº 3, aceptó el acuerdo en juicio abreviado al cual habían arribado las partes días atrás.


 Recayó en Martín Alejandro Espiasse (27) y Daniel Antonio Zamorano (35), quienes fueron sindicados como coautores de tenencia de material explosivo, en concurso real con evasión en grado de tentativa, delito que concurrió idealmente con explosión.


 Guillermo Ismael Muñoz Zabala (40), sindicado como apoyo externo de la maniobra, irá a juicio oral y público con otro órgano judicial, ya que durante la reunión de las partes rechazó llegar a un acuerdo y se proclamó inocente.


 Otro tribunal, además, tendrá que resolver si acepta un pedido de suspensión del juicio a prueba o probation en favor de Vanina Sícolo (34), a quien se le atribuye una actuación secundaria en el caso.


 El acuerdo para la sentencia contra Espiasse y Zamorano había sido pactado por el fiscal de juicio, doctor Pedro Munguía y los defensores Leonardo Gómez Talamoni y Claudia Fortunatti, respectivamente.


 La sentencia fue dictada por los jueces Daniela Fabiana Castaño, Raúl Guillermo López Camelo y Pablo Hernán Soumoulou.


 Muñoz Zabala y Zamorano están alojados actualmente en la
Unidad Penal Nº 2, de Sierra Chica, mientras que Espiasse, después de pasar por la cárcel de Batán, está detenido en la Unidad Penal Nº 30, de General Alvear, indicaron voceros judiciales.

"Ruidosa" mañana





 La frustrada fuga se registró el 22 de marzo de 2002, a las 10.45, cuando los dos detenidos trataron de huir del penal bahiense, colocando un explosivo en el muro perimetral que da a la calle De Angelis, que delimita el patio del establecimiento, mientras una treintena de reclusos participaba de un encuentro de fútbol.


 Según la investigación, se utilizó gelamita 80, un material habitualmente empleado en canteras, con el objeto de realizar el boquete en el grueso paredón que circunda el patio del penal.


 Fueron colocadas tres bombas de fabricación casera, aunque sólo una de ellas detonó y el boquete no se abrió tal como se había planeado.


 El estruendo generó en principio gran confusión, pero rápidamente se restableció el orden en el interior de la cárcel y esa situación allanó el terreno para el inicio de una investigación, que enseguida comenzó a arrojar sus resultados.


 Personal de Seguridad e Investigaciones de la policía bonaerense acordonó las adyacencias del edificio de Villa Floresta y en las inmediaciones se encontró una camioneta abandonada, con pedido de secuestro de Neuquén, y en su interior dos escopetas calibre 12.70, cuatro pistolas 9mm, 22 y dos 11.25; un revólver 32, un chaleco antibalas y el cargador de una ametralladora. Las armas habían sido sustraídas de una repartición judicial de Mendoza.

La investigación




 Puertas adentro de la prisión, la pesquisa desembocó en las celdas de Espiasse y Zamorano, quienes, según parece, se habrían dirigido hacia los calabozos inmediatamente después del estallido.


 Por otro lado, fue determinante el estudio de la Unidad de Análisis de las Comunicaciones, que comandaba el extinto comisario mayor José Luis Costa, que permitió develar diferentes contactos --entrantes y salientes-- entre teléfonos celulares y fijos, con los cuales se relacionaban los imputados.


 A los internos se los vinculó con el caso, porque en poder de Espiasse se halló un cable con enchufe correspondiente a un celular secuestrado en el baño de la unidad, mientras que en la celda Nº 28, donde se alojaba Zamorano, encontraron una mecha y restos de sábanas concordantes con los trozos de telas que ataban los explosivos a la pared.


 En la celda Nº 25, de Espiasse, también aparecieron restos de la misma tela, se indicó.


 En cuanto a Muñoz Zabala --un verdulero domiciliado en Neuquén--, al menos dos testigos lo ubicaron en nuestra ciudad durante marzo de 2002.


 Uno de los declarantes reconoció que le había facilitado un teléfono celular con cargador, que nunca le fue devuelto, recibiendo en dicha unidad numerosas llamadas desde el teléfono móvil hallado en el sanitario del penal y que era utilizado por Espiasse para comunicarse con el exterior de la cárcel.


 Por otro lado, se habría establecido que Muñoz Zabala cooperó aportando la camioneta en la cual se cargaban las armas.