Los médicos de la peste Negra: la estética del horror
Cubiertos con una gran tela negra, llevaban además una singular máscara que, pensaban, los preservaba del contagio. Dentro del pico había paja y esencias aromáticas, una suerte de gran filtro contra los olores nauseabundos.
Mario Minervino / [email protected]
En la edad media –año 1300-- una peste arrasó con gran parte de la humanidad. De acuerdo a algunas fuentes, la mitad de la población de Europa –unas 25 millones de personas-- murió por esa enfermedad, sin que se pudiera determinar con certeza su causa. Se la llamó “peste negra” y una vez que una persona tenía fiebre y tos, en pocas horas la enfermedad terminaba con su vida. Con el agravante de sufrir sangrado por la nariz, la aparición de manchas en la piel y de bubones negros en distintas partes del cuerpo que se iban rompiendo y supurando, generando un olor pestilente.
La creencia que la enfermedad se contagiaba se trataba de un virus que se trasmitía por el aire, hizo que fueran inútiles todos los cuidados y tratamientos, ya que la verdadera causa de la enfermedad era la picadura de un tipo de pulgas que vivía en las ratas.
Los personajes más famosos de la época fueron los bautizados “doctores de la peste”, que eran pagados por el estado y se dedicaban de manera exclusiva a atender a los infectados, aunque claramente ninguna de sus aplicaciones tenía efecto.
Una característica que hizo inolvidable la figura de estos médicos era su particular atuendo, diseñado especialmente para preservarlos del contagio, aunque considerando que el contagio era por picadura, poco efecto tenía en la realidad.
Los picos
Como asumiendo que debían ser parte de una coreografía funesta y mortal, estos médicos tenía una vestimenta de tela negra cubriendo la totalidad de su cuerpo, con botas y sombreros de pies de cabra, sin un centímetro de su cuerpo expuesto al aire.
Pero sin dudas lo más llamativo era la máscara que utilizaban, en la cual se destacaban unos grandes lentes de vidrio y un pico curvo de cerca de 15 centímetros de largo, clave para la prevención. En el interior se colocaba paja –que hacía las veces de filtro para el aire contaminado—y una mezcla de hasta 50 ingredientes que permitía que no los afectara el olor a podredumbre que había en el aire, entre ellos hojas de menta, canela, pétalos de rosa, mirra y laúdanos. También evitaba que los enfermos se acercaran. Por último, el facultativo llevaba un bastón de madera, con el cual tocaban eventualmente a los infectados o les impedían que se acercaran.