"Moriré en Buenos Aires, será de madrugada"
Se cumplen diez años de la partida de Horacio Ferrer.
Carlos Carrizo / Especial para La Nueva.
En dupla con Astor Piazzolla dio forma a una nueva manera de expresar las letras de tango, lo cual ha quedado plasmado en más de 60 temas con su inseparable amigo. Horacio Ferrer generó --en su proficua obra-- una curiosa amalgama de nuevas metáforas, vocablos lunfardos, neologismos y hasta un toque surrealista para definir a su poesía insoslayablemente porteña.
Nacido en Montevideo el 2 de junio de 1933, y nacionalizado argentino en la década del 80, es autor de los libros “Romancero canyengue”, “Loquita Mía” “El tango. Su historia y evolución” (dos volúmenes) y “Mil versos a Picasso”, con ilustraciones del genial artista malagueño.
Estuvo por vez primera en Bahía Blanca en octubre de 1968, para difundir con Piazzolla la operita “María de Buenos Aires”, en un recordado encuentro desarrollado en el aula magna de la Universidad Nacional del Sur, avenida Colón 80.
Ese mismo año habían compuesto el vals “Chiquilín de Bachín”, que significó el inició de una tarea que se extendería hasta 1985. Así cobraron notoriedad, sucesivamente, ”Balada para mi muerte”, “Juanito Laguna ayuda su madre”, “La última grela”,” Balada para un loco”, “Preludio para el año 3001” (rebautizado como “Renaceré”), “Fábula para Gardel”, “Te quiero, che”; “ La bicicleta blanca”, “El Gordo triste”, “El pueblo joven” (segunda ópera grabada en Alemania), “María y las aves”, ”Hay una niña en el alba”, “Milonga del trovador”, “Será que estoy llorando”, “Mi loco bandoneón”, “Pepe Cascabel” ,” Existir” y “Libertango”, este último para que fuera cantado, en 1987.
En 1994, durante una estadía en Bruselas, compuso “Mi viejo Piazzolla”, su homenaje al vanguardista del tango, fallecido dos años antes en Buenos Aires.
En octubre de 2013 se estrenó en el Teatro Colón la ópera titulada “Bebe Dom o la ciudad planeta”, cuyo libreto le pertenece, con música de Mario Perusso, a cargo también de la dirección de la Orquesta Estable del Teatro Colón.
Apuntes sobre el tango
El domingo 3 de julio de 1983, el suplemento Fin de Semana de "La Nueva Provincia", publicó una entrevista que le realizara en su reducida habitación del octavo piso del Hotel Alvear (ya transformado como consorcio privado) que compartía con su mujer, la plástica Lulú Michelli. Ferrer definió así aspectos de nuestra música por excelencia.
--¿Cuáles son a su criterio los elementos que dieron origen al tango?
--Difiero con algunos estudiosos del tango, respecto del orden de los factores. Se ha dicho siempre que el tango se origina en una mezcla de tango andaluz con milonga, habanera, chotis, etc. Y yo creo a muerte que nada existe en arte alguno, si el arte no tiene al hombre dentro. Para mí, el tango nace del espíritu y del estilo existencial del hombre --y de la mujer, claro está-- de Buenos Aires. El porteño de la segunda mitad del siglo XIX siente la imperiosa necesidad de hacer oír la diferente voz de su alma. Sirviéndose del repertorio de formas que flotan en el aire que respira, genera el tango.
"Se sirve de la música instrumental de las danzas y formas cantables ya nombradas, pero también sirve a su invención con las payadas, con la armonía musical europea, con giros poéticos y melódicos de la música provinciana, con la tradición estrófica hispano-arábiga e italiana, con recursos del canto popular y lírico. Pero el tango no nace de todo eso, sino de lo que el espíritu creador, y el estilo existencial del porteño, hace con todo eso.
"Los tres elementos de la danza son: la emoción, el haberse abrazado para bailar hombre y mujer, y el danzar escuchando lo que habla la música. Se enriqueció o se empobreció según el talento de quienes lo han bailado. No hay que discutir sobre tango tradicional y tango moderno. El arte del tango es un arte constitutivamente controversial".
--¿Qué cantantes son los que han aportado nuevos estilos a través de la historia del tango?
--Carlos Gardel, cuyo magisterio sigue inalterable, también para los músicos; Corsini, Charlo, Alonso, Fiorentino, Vargas, Castillo, Berón, Rivero, Goyeneche, Sosa, Lavié, Juárez, Fernández, en escueta lista. Y entre ellas, Azucena Maizani, Mercedes Simone, Tita Merello, Libertad Lamarque, Sofía Bozán, Carmen Duval, Alba Solís, Susana Rinaldi, María Graña, siempre en tono ilustrativo, porque la pregunta –-teóricamente, lo supongo-– no me pide una guía telefónica.
--¿Respecto de los letristas?
--Letristas que han hecho tangos soberbios, hay unos cuantos. Pero aquí me refiero a los que han plasmado una obra no sólo personal y de clase, sino copiosa y ejemplar. Pascual Contursi, Celedonio Flores, José González Castillo, Francisco García Jiménez, Enrique Cadícamo, Manuel Romero, Enrique Santos Discépolo, Alfredo Le Pera, José María Contursi, Homero Manzi, Cátulo Castillo, Homero Expósito, Eladia Blázquez.
--¿Qué obras rescata de su propia autoría?
--De lo mío, lo que más me gusta es lo que he escrito con Piazzolla desde 1967 hasta el presente. Él me entiende como si fuera yo mismo y siempre me ofrece musicalmente más de lo que espero; la necesidad casi angustiosa de ir siempre a ver qué es lo que hay detrás del horizonte de lo ya consabido. Es así. Y también me gustan las cosas que he escrito para Jairo, Aznavour, Salgán, Daniel Piazzolla y Osvaldo Tarantino.
--¿Qué repertorio silbaría en su vejez, por una calle de Buenos Aires?
--Probablemente el que silbo ahora, en mi habitual estado de despiste callejero: “Risa loca”, de Pedro Láurenz; “Por calles muertas”, de Sebastián Lombardi; “Flores negras”, de Francisco De Caro, “Pampero”, de Osvaldo Fresedo; “De vuelta al bulín”, de José Martínez; “Toda mi vida”, de Aníbal Troilo; “Mi refugio”, de Juan Carlos Cobián; “En las sombras”, de Joaquín Mora; “Marrón y azul”, de Piazzolla. Pero los silbaré como el protagonista de mi “Milonga del trovador”.
Final
Memoro, tras la entrevista, el ir rumbo a la zona de Congreso montados en su Citroen (no super sport), confortado por haber compartido un mismo sentir hacia el tango y el arte de sus creadores. Recordando nuestros encuentros en Bahía Blanca en octubre de 1968 en la UNS y en abril y septiembre de 1972, cuando acompañara al Conjunto Nueve de Piazzolla en sus presentaciones en el Teatro Municipal.
También el café compartido en su oficina de presidente de la Academia Nacional del Tango, en la emblemática avenida de Mayo, arriba del café Tortoni.
Sobrellevó varios años su insuficiencia cardíaca y falleció en Buenos Aires el 21 de diciembre de 2014, a los 81 años de edad.
Nada mejor que recordarlo con algunos versos de su obra más resonante:
“Quereme asi piantao, piantao, piantao; trepate a esta ternura de locos que hay en mí; ponete esta peluca de alondras y volá, volá, conmigo ya; ¡vení, vola, vení!”