Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Así en el canto como en la vida

Se habían “cruzado” de niños en coros infantiles y juveniles. Hoy están consolidados como matrimonio, integran la Orquesta Sinfónica y un cuartero lírico.

   Un encuentro de coros los cruzó alguna vez en los ‘90. 

   Ella, una nena, amaba cantar en los actos patrios; él, un adolescente que se perfilaba sin escalas en el mundo de la música.

   Constanza Cepedano tenía 9 y Eduardo Cortínez 18.

   Ella se había anotado en el Coro de Niños de la Cooperativa Obrera, dirigido por Carmelo Fioriti, impulsada por maestras que, desde el jardín de infantes, ponderaban su voz.

   El había pasado por ese grupo pero ya había “escalado” al Coro Juvenil de la universidad.

   Claro que jamás imaginaron lo que más tarde lograrían juntos: un matrimonio feliz y un equipo profesional que engrana perfecto en el mundo de la música. 

 

   Porque Constanza y Eduardo han creado su propia “empresa”, la que nunca hubiese sido posible forjar sin el amor, que llegó muchísimos años después de aquella tarde de música y canto.

   Corrió agua debajo del puente, cuentan. Y nada resultó fácil, porque hubo que volcar esfuerzo, disciplina y pasión.

   No podía ser de otro modo: el resultado dio saldo a favor en lo personal y profesional.

   Ignacio, de 11, y Emilia, de 8, sus hijos, representan el premio mayor, mientras que el Coro Estable de la Orquesta Sinfónica Provincial y el cuartero lírico que integran junto a Myrna Serenelli y Jorge Dellapittima son el corolario de una carrera llevada a cabo a pulmón.

   Recién en 2014 cuando Eduardo ingresó al coro estable --ella ya lo integraba-- comenzaron a compartir trabajo.

   Y dos años después llegó aquello que tanto añoraban, su proyecto propio: Allegro Ensemble Lírico. Su propio ensamble lírico donde se “corren” de lo tradicional y brindan un repertorio elegido y seleccionado.

   Eduardo, que además de cantar realiza los arreglos y acordes del grupo, asegura que el secreto del éxito es la “complementariedad”.

   “Cada cual tiene su rol bien definido”, destaca, mientras Constanza valora y agradece la respuesta de la gente.

   “Lo mejor que nos puede suceder es que el público sienta lo que hacemos, que se emocione, se conmueva. No tiene precio el hecho de que, aquello que deseamos transmitir, llegue de manera clara”, reflexiona.

   Generar ese sentimiento en el otro, como la emoción y la alegría, es lo que los retroalimenta para seguir generando repertorios a medida y cargados de buena energía.

   “Más allá de nuestro entendimiento como pareja, con Myrna y Jorge vamos en la misma dirección. Somos complemento puro y entendemos la música exactamente de la misma manera”, insisten.

 

 

A Francia

   Y hay más. Constanza se prepara para participar como cantante invitada en un concierto de música latinoamericana de la Banda Sinfónica de Bordeaux, Francia, a instancias del maestro José María Ulla.

   En la misma gira dará, además, algunos conciertos en Rodez y Aveyron invitada por la Asociación Amicale de Pigüé. Barcelona también estará entre los destinos asignados.

   “Me toca ser representante, pero, ojo, todos los arreglos y las pistas son de Eduardo. Tengo ese gran respaldo. Él realiza una labor algo más silenciosa y yo más expuesta, pero hacemos un gran equipo”, aclara.

   “Y además --enfatiza-- será él quien quedará enteramente a cargo de nuestros hijos esos días”.

   “Siempre sentí una gran libertad para tomar decisiones en mi carrera y eso, sin dudas, se lo agradezco”, concluye.

 El inicio de dos carreras prometedoras      

   A diferencia de Eduardo, Constanza nunca asistió al Conservatorio de Música. 

   Pero amaba cantar y así fue como se anotó en el coro de la Cooperativa, el mismo por el que unos años antes había pasado “Edu”.

   “Tenemos una imagen fugaz de habernos cruzado aquella vez, pero la diferencia de edad, por entonces, era más notoria”, señala ella.

   La vida los llevó más tarde por caminos diferentes. 

   Constanza empezó a bailar en la Escuela de Danzas y Eduardo iniciaba su carrera de ingeniero en la Universidad, aunque siempre ligado al canto.

   Tiempo después, en 1997, volvieron a encontrarse. Ella retornó al coro y enseguida formó parte de un grupo que ganó los Torneos Juveniles Bonaerenses y viajó a España.

   Carmelo armó, entonces, un grupo integrado sólo por los ganadores y “Edu” fue convocado como asistente de dirección. Allí se reencontraron.

   Hubo juntadas, trabajo en equipo, acercamiento... Y luego de haber sido “amigos”, se pusieron de novios en 2002. 

   Un año más tarde, ya viviendo juntos, la voz de Constanza tuvo otra gran oportunidad.

 

 

   Fue convocada para viajar a Australia a cantar el Himno Nacional Argentino en el Mundial de Rugby. Fueron dos meses de experiencia inolvidable y enriquecedora. 

   Y además le sirvió para decidir dedicarse de lleno a esto y dejar la carrera de Contador Público. 

   “Edu”, por su parte, daba clases en el Conservatorio, trabajaba en un estudio de grabación y también en el plantel del Colegio San Cayetano.

   Poco después ella comenzó a estudiar canto lírico y así fue que en 2005 se incorporaron a los espectáculos de los bailarines de tango Sergio y Adriana.

   Ya establecidos como pareja profesional, viajaron a Jacksonville, Miami y Orlando acompañando a esta pareja de tango. Y luego todo fue fluyendo.

   Una vez que Eduardo pasó a integrar junto con Constanza el coro estable de la Orquesta Sinfónica, comenzó otra etapa: ya pudieron vivir de la música.

   Dos años después del casamiento formal, llegaron Ignacio, en 2008 y más tarde Emilia, en 2011.

   “Obviamente ellos comparten la música con nosotros porque nacieron en este ambiente”, señala Constanza y coinciden en que, casi sin quererlo, la música en la vida les ha dado... todo.