Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Las veredas: ese lugar de todos

El concejo deliberante discute por estas horas una normativa tendiente a ordenar el uso de las veredas en nuestra ciudad y su ocupación (abusiva) por parte de decenas comercios que las toman como una extensión de sus negocios.


La situación es preocupante por varios aspectos, entre ellos uno que quizá resulte el más delicado: involucra a las personas con limitaciones o problemas para caminar y que encuentran aceras completamente ocupadas que dificultan o impiden su paso.


A esto se suma un evidente descontrol en la manera en que muchos comercios hacen uso de estos espacios: ferreterías, verdulerías, locales gastronómicos avanzan con mesas, sillas, herramientas, máquinas o cajones en esos espacios.


Si bien existen normativas que limitan y acotan el uso y ocupación de las veredas, a esta altura resulta evidente que la Municipalidad, que es quien ejerce el poder de policía en estas cuestiones, poco y nada hace para revertir el incumplimiento de las mismas.


No se trata de aplicar multas o acordar pagos adicionales que permitan ocupar más metros de los que permite la legislación, sino de hacer uso del sentido común para atender una cuestión que cada día afecta más y más a todos.


Las veredas, como un paseo, una plaza, un calle, conforman parte del espacio público. Es un área que pertenece a todos, a la ciudad. Destinadas al tránsito de personas y vitales para generar situaciones de desarrollo, encuentro y traslado.


Es el sitio más trascendente en el armado y funcionamiento de una ciudad. La calidad urbana de toda urbe está signada por sus espacios públicos, por cómo se los usa, por su calidad y por lo amigable y atractivos que puedan ser.


Su ocupación es materia de análisis, de estudio y de aprendizaje. No es un lugar más. Es clave y vital para todos. De allí la necesidad de ordenarlo, potenciarlo, ponerlo en valor. No se trata sólo de estética, sino de capacidad de uso.


No debiera ser demasiado complicado ordenar la situación. Más que pensar nuevas ordenanzas habría que, en principio, hacer cumplir las vigentes. 
Luego, mejorar lo existente y liberar estas superficies de modo que lo que es de todos pueda ser utilizado por todos.