Bahía Blanca | Jueves, 03 de julio

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Más de mil libros para volver a empezar: la donación que reconstruyó una escuela

Un grupo de exalumnos recolectó ejemplares para ayudar a la Escuela Primaria Nº 17, una de las más afectadas por la inundación del 7 de marzo: “Fue un mimo al alma”.

Alejandro Lorenzeti, Graciela Ravanesi, Nilda Menghini, Mónica Franzino y Silvia Palmisano

“Es un acto de amor, de devolución a la escuela pública por tanta enseñanza que nos marcó para toda la vida”, dijo Virginia Properzi con la voz entrecortada y el corazón en Juan José Paso 1441, donde alguna vez aprendió a leer, a sumar y a soñar. Allí, en la Escuela Primaria Nº 17 de Bahía Blanca, dio sus primeros pasos en la vida, mucho antes de que la distancia geográfica la llevara a vivir en Buenos Aires.

A más de 600 kilómetros de distancia, desde su casa en Berazategui, lideró una cruzada silenciosa pero poderosa: recolectar libros para su querida escuela, que fue devastada por la inundación del pasado 7 de marzo. 

Esa noche, el agua del arroyo Napostá desbordó, invadiendo aulas, patios y pasillos. La biblioteca quedó completamente sumergida. Lo que alguna vez fue un refugio de lectura y aprendizaje se convirtió, en pocas horas, en un espacio desolado y cubierto de lodo.

“La imagen fue demoledora. Cuando vi las fotos con el agua hasta el techo, se me partió el alma. Me la pasaba llorando. Tengo la mitad de mis amigos bajo el agua, perdieron todo. Estar lejos no significa que uno sea ajeno a la situación ni mucho menos”, le dijo Virginia a La Nueva. 

La mujer egresó de la escuela en 1973 y hace más de 30 años vive en el conurbano bonaerense, pero su vínculo con Bahía y con la escuela se mantiene intacto.

En medio de tanta angustia nació una idea: reconstruir la biblioteca desde cero, libro por libro. No sabía muy bien cómo, pero tenía claro que algo podía hacer. “Lo primero que hice fue pedirle fotos a la directora, Mirian Salinas. Casi me muero. La biblioteca quedó bajo el agua, se perdieron todos los libros… Ahí fue automático: ‘Esto lo puedo hacer desde acá’. Es algo que ayudaba mucho y, además, cuando se trata de libros hay todo un sector que se sensibiliza y dona, y así fue”, explicó.

Llamó a su vieja amiga y excompañera de la primaria, Mónica Franzino, quien vive en Sierra de la Venta, y juntas comenzaron a tejer la red solidaria. Sin grandes plataformas ni campañas mediáticas, la iniciativa creció con fuerza a través del boca a boca. “Empecé por mis amigos, sus hijos, sus nietos. Conozco a muchos docentes que se sumaron y empezaron a buscar en escuelas, en bibliotecas. Ella hizo lo mismo, y la biblioteca de Sierra también colaboró —la bibliotecaria Adriana Kanerth fue clave—”, relató.

En pocas semanas, la respuesta superó cualquier expectativa, reuniendo más de mil libros. “Una locura hermosa”, definió Virginia, aún sorprendida por la magnitud de lo logrado. 

Desde Berazategui, los ejemplares viajaron primero a Barracas y luego a Bahía Blanca, gracias a la colaboración desinteresada de dos empresas transportistas que se sumaron a la causa sin cobrar un solo peso. También participaron personas que aportaron su ayuda en la logística de traslado y embalaje, entre ellas Juan Sánchez, Silvana Pineda, Mario Lagos y Norma Chaparro.

“Ya se entregaron en la escuela. Yo no pude estar, pero exalumnos fueron en representación. La directora me escribió un mensaje precioso, inesperado: ‘Volvieron mis chicos’. Fue un mimo al alma”, mencionó, profundamente emocionada.

La historia de Virginia y su escuela tuvo un capítulo aparte muy reciente. Hace dos años, junto con sus compañeros de promoción, organizaron el reencuentro por los 50 años de egresados. Volvieron al aula, celebraron el Día del Maestro en el patio, plantaron árboles y donaron dinero a la cooperadora. “Desde ese día volvimos a estar más cerca del colegio”, dijo.

Ahora, con esta nueva acción solidaria, el lazo se fortaleció aún más. “El libro no ocupa lugar, aunque estos ocuparon mucho… Fue darle un mimo a los chicos que todavía no podían volver a clases”, reflexionó.

“Fue hermoso. Muchos fueron afectados directamente por la inundación. Pero esto fue una luz. Ante la nada y con todo destruído, seguimos construyendo con nuestra escuela”, agregó.

Silvia Palmisano, Sonia Godoy, Nilda Menghini, Mirian Salinas, Graciela Ravanesi, Alejandro Lorenzeti y Mónica Franzino

En su voz hay gratitud, pero también convicción. Para ella, el gesto fue más que un acto solidario: fue una reivindicación profunda de la educación pública. 

“Nosotros somos profesionales gracias a ella. La primaria, la secundaria, la universidad: todo público. Esto es una reivindicación y una defensa incondicional”, sostuvo.

“Para nosotros es esto: el reconocimiento de la igualdad social ante la educación y la solidaridad, más allá de tu clase social. Esto nos marcó para toda la vida”, concluyó Virginia, como quien sabe que, aunque la distancia sea grande, el amor por la escuela es aún mayor.