Apostar al peligro
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En un abrir y cerrar de ojos, tal vez de forma imperceptible, un objeto que estaba destinado a la comunicación, pero que a partir de las posibilidades que ofrece, también se convirtió en un peligro.
Cuando Martin Cooper, ingeniero de Motorola, el 3 de abril de 1973, realizó la primera llamada a través de un celular, no sé si imaginó lo que sucedería. En 1983, comenzaban a venderse los primeros celulares y hoy, a través de aplicaciones, se puede hacer de todo con un móvil. La variedad de usos también involucra un mal de este tiempo; apostar online es un peligro y las generaciones jóvenes son la población más vulnerable.
Niñez, adolescencia, ludopatía y “lo digital” son los componentes de una problemática creciente. Actividades que en un principio parecieran tener un fin recreativo devienen en descontrol. Videojuegos con mecánicas de azar, plataformas de apuestas y la consecuente adicción a juegos de apuestas en línea, tienen consecuencias complejas y catastróficas.
Los adultos tal vez requieren de instrucciones y de ayuda para acceder a “este mundo”, los nativos digitales, en cambio, son los más expuestos. El reunirse a jugar a las cartas o el tradicional PRODE, hoy es un juego de cartas online, apuestas deportivas, y variedad de plataformas en línea.
Lo online, funciona 24 horas los 7 días de la semana; además la billetera también está en el celular, facilitando el mecanismo, ya no hay que ir al cajero, no hay que tener dinero en el bolsillo, hoy el celular tiene la billetera y el juego en un mismo dispositivo. No hay restricción, hay inmersión, y la experiencia resulta atrapante.
A su vez, el uso anónimo que ofrece la plataforma digital diluye la supervisión y el control lo que favorece el comportamiento compulsivo. Se sabe que este tipo de vivencia activa el mecanismo de recompensa, de hecho, en estos recursos lúdicos se obtienen recompensas como tales. Si bien no se sabe cuál es el premio en sí, se espera una retribución, lo que abona la repetición de la conducta, el deseo “por ir por más”, y el paso hacia la adicción es corto, a veces, automático.
La pregunta es: ¿cómo una experiencia supuestamente divertida, recreativa, lúdica, entretenida puede ser un riesgo para la salud, un motivo de conflicto social y con graves consecuencias?
La ecuación es simple: exposición, etapa en la que se cree que todo se puede controlar y en la que se minimizan los riesgos, anonimatos y gratificación que se gatilla de forma constante, son el resultado para que la plataforma sea el escenario en el que emerge la ludopatía.
Se sabe que la adolescencia, para muchos/as es una etapa conflictiva y el celular se convierte en una especie de prolongación que aporta placer, gratificación y mitiga la frustración, la angustia, la ansiedad, la soledad y tantas otras problemáticas.
Un juego que parece inofensivo termina siendo el inicio de un camino plagado de riesgos. Una vez más se requiere de adultos presentes, que no deleguen funciones y de un Estado que acompaña con políticas públicas destinadas a la prevención y al cuidado de jóvenes que tienen el derecho de tomar decisiones debidamente informados.