Bahía Blanca | Domingo, 29 de junio

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Juan Cansina, a los 48 años, se dio el gusto de jugar con su hijo: “Más no le puedo pedir al básquet”

El bahiense tuvo la oportunidad, con Central Entrerriano, que venía soñando hacía tiempo. Encima, fueron campeones.

 

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

 

El tiempo pasaba y Juan de Dios Cansina estaba cerca de bajarle la persiana a su dilatada carrera basquetbolística. Ya prácticamente sin objetivos por cumplir dentro de sus reales posibilidades, acaso lo único pendiente era compartir cancha con su hijo Santiago.

Naturalmente esa chance, ya con 48 años, se iba enfriando, era poco menos que un sueño.

Claro que Juan de Dios, quien tiene una particular historia de vida (ver aparte: El exbasquetbolista que cambió de nombre...), sabe muy bien eso de cumplir sueños, de desafiar lo que a veces parece imposible. Aunque esta vez la situación lo tomó por sorpresa a él.

“Papá, ¿sabés que Martín me convocó para integrar el equipo de Primera?”, le contó Santiago, aún sorprendido e ilusionado, como cualquier pibe de 16 años.

Llegó el día de citación del entrenador Martín Pascal para iniciar los entrenamientos de Central Entrerriano y Juan decidió acompañar a su hijo.

Iban caminando y unos metros antes de ingresar al gimnasio Juan lo frenó a Santiago, y a modo de consejo y sabiendo en lo que se estaba por meter, lo puso a prueba: “Mirá estos chicos que vos viste jugando hace un mes las semifinales, la mayoría lo hacen por plata, no por diversión. Entonces, si vas a tomar el compromiso y la responsabilidad, considerá que también vas a entrenar con tu categoría, con otra superior y con la Primera. Por ahí, alguna vez te acostás a las once y media de la noche y al día siguiente tenés que ir colegio”.

Sin dejar dudas de su decisión, y aún más, reafirmando su convencimiento, Santi fue contundente: “Automáticamente me dijo que sí, dio el paso”, contó Juan de Dios.

Y entraron a un “mundo conocido” desde un “lugar desconocido” para ellos, el del padre que acompañaba a su hijo a sumarse con los grandes, el del ex jugador que estaba dejando volar a su hijo sin cortarle las alas, pero cuidándolo de los vientos que a veces te hacen aterrizar rápidamente.

Naturalmente, el entrenador se alegró de la presencia de ambos. Al punto que Juan se atrevió a preguntarle al DT si podía “hacer algo” en cancha, durante las mañanas, como para acompañarlo a Santiago y, acaso, inconscientemente movilizado por ese sueño pendiente.

Cada decisión era un eslabón que se sumaba a la cadena de lo “impensado”.

Y lo que terminó de confirmar que algo bueno iba a suceder fue el llamado de Mario Ghersetti, el refuerzo que estaba en Italia y por una cuestión de vuelos no llegaba para el debut.

-Juan, ¿no te sumás para reemplazar a Mario estos partidos?

-¿En serio me preguntás Martín?

-Sí, sí, dame una mano, viejo...

A Juan le corrió un escalofrío por el cuerpo, aceptó la propuesta del entrenador e, indirectamente, el desafío de compartir cancha con su hijo. Era algo así como soñar despierto.

A partir de ahí, lo que sería un partido más para Santi, por encima de tratarse de un debut, se transformó en una noche especial.

Con la complicidad del resto, Juan esperó que estuvieran todos en el vestuario y sorprendió con su presencia.

 “¿Qué hacés acá?”, le preguntó Santi, sin imaginar, claro, que en ese momento estaba hablando con un compañero, además de su papá.

“Bueno, voy a ser parte del equipo, al menos por este fin de semana”, respondió Juan, lo que derivó en un fuerte y emotivo abrazo.

Ya en partido, contra Bancario de Gualeguay, primero entró Juan, después Santiago y, restando 40 segundos compartieron cancha simbólicamente.

“La gente esperaba ver a Mario Ghersetti, no a mí, je. Pero esos 40 segundos fueron muy emotivos, con todo el estadio aplaudiendo”, reconoció Juan.

Si algo le había quedado pendiente con el básquet, Juan de Dios acababa de cumplirlo. Y hubo más. Porque cuando el equipo estaba completo, Ariel Hillebrand se fisuró un tobillo.

“Martín me pidió si podía ser parte del equipo hasta que se recuperara. Obviamente acepté y estuve siete fechas más, pudiendo compartir viajes, vestuarios visitantes, y el cariño de la gente a cada cancha que fuimos”, contó Juan.

La experiencia que reconfortó el alma de Juan se mantuvo, ya desde otro lugar, sin la ropa de jugador, aunque siendo parte del equipo, acompañando.

“Se coronó un 2024 maravilloso, porque tuve la posibilidad de compartir y estar el día que se consagraron campeones del Prefederal. Salió redondo, me siento muy feliz. Se dio naturalmente, nunca imaginamos con Santi que podía darse de esa manera. Feliz por la vida y agradecido al básquet, más no le puedo pedir”, reconoció.

Juan Cansina y otro sueño hecho realidad...