Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

Joaquín Jasen y los consejos de Pancho, su papá y DT, en un año de transición entre Alem y Villa Mitre

La relación padre-hijo y entrenador-jugador. El "peso" del apellido y el salto del torneo local a la Liga Argentina, sin descuidar el estudio.

Hernán y Joaquín, unidos a una pasión. Fotos: Emmanuel Briane y archivo-La Nueva.

 

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

 

Joaquín cuenta: “Justo hoy estaba mirando el recorte del diario en la casa de la abuela (Cristina), en el que estamos todos, con Juani cuando jugó en Sionista de Paraná”.

Fue en 2016, Pancho había regresado de España con su familia para jugar en Bahía Basket, mientras que su hermano –radicado en España- estaba de paso por la Liga Nacional.

Joaquín tenía 10 años y estaba con el uniforme del colegio.

Desde la izquierda, Pancho -con Tomás-, Cristina con Joaquín, Carlos y Nahiara con Juani.

Aquel niño hoy ya es un estudiante universitario y, por ahora, proyecto de basquetbolista profesional, en pleno proceso de saltar del torneo local con Alem, a la Liga Argentina con Villa Mitre.

“Mi idea es recibirme, más allá del tiempo que me lleve”, aclara, en un alto de la lectura que le demanda la carrera Organización Industrial y que cursa en la UTN.

-Pancho, como padre ¿hubieses elegido este camino para él?

-Una de las premisas es que siguiera estudiando. Hoy cambió mucho el tema del estudio respecto de cuando nosotros jugábamos, que prácticamente no había carreras online. Ahora no hay excusas: de las 24 horas dormís ocho, te quedan 16 para entrenar y estudiar. Entonces, no se negocia, se pueden hacer las dos actividades. El estudio es la herramienta para el día de mañana.

-¿Desde tu lugar se te hace más sencillo dar ese consejo?

-No, porque yo solamente terminé el secundario. Pero bueno, mi situación era difícil y lo cierto es que a los 19 años ya estaba jugando en la Liga (en Andino) y con 21 me fui a España. Ya tenía un nivel que me permitía dejar un poco el estudio de lado y apostar a lo deportivo, que podía salvarme la vida económicamente. A su edad, nosotros (con Estudiantes) ya habíamos llegado a las semifinales contra Atenas.

Pancho, cerca del aro, frenando a Pichi Campana.

-Joaquín, ¿valorás dar este paso en Bahía, con todo lo que significa, algo diferente a lo que vivió tu papá?

-Sin dudas. Siempre lo hablé con papá, de su experiencia cuando se fue a Andino, que era más chico que yo. Tener esta oportunidad en la ciudad es tremendo y la valoro muchísimo.

-¿Te sorprendió la propuesta?

-Fue medio raro. Siempre tuve intenciones de dar un salto a un nivel superior y me lo esperaba, no el año pasado que sumé mis minutos en Primera con Maurito (Polla), un gran entrenador, pero ni cerca de tener el protagonismo como ahora. Con Juveniles también estuvimos haciendo una gran temporada. En lo individual me fue bien y me esperaba algo para fin de temporada, no tan rápido y tampoco en Villa Mitre.

-Te encuentra en un momento de disfrute pleno.

-Le tengo un cariño tremendo al club Alem, viene de familia, y siempre aspiré a jugar en Primera. Y fue increíble que con diferencia de dos meses, se me presente la oportunidad de ser titular después de venir jugando cinco minutos por partido. También influyó la lesión de la Lauti (Cavero). El entrenador, Franco (Maceratesi), a quien le tengo un gran cariño, me dio confianza y arranqué bien.

Joaquín nació en España, donde vivió hasta los 10 años, cuando sus padres decidieron regresar a Bahía.

Con 16 años volvió a España, junto con Pancho, que ocupó el cargo de director deportivo de Estudiantes de Madrid.

“Hice hasta quinto año acá –recuerda- y allá seguí lo que se llama primero de bachillerato. Y a la vez jugué en Estudiantes de Madrid”.

-¿Cómo viviste ese ida y vuelta?

-Los dos pasos se me hicieron muy fáciles, el primero salir por primera vez de Bahía y ver una competencia totalmente diferente en España. Creo que lo que crecí como jugador y persona fueron factores clave para lo que estoy consiguiendo ahora. Además me lo hicieron muy fácil los chicos allá. Y en la vuelta a Bahía me reencontré con todos mis amigos.

-¿Bahía es tu casa?

-Sí, sin dudas.

-Pancho, ¿cómo estás viviendo su desarrollo?

-Yo me pongo recontento. Cuando empecé a dirigir este año uno de los objetivos que tenía era ayudarlo a Joaquín a crecer junto con el equipo. Venía de un año que no había estado completamente feliz y no muy contento por cómo le había ido. Entonces, para mí era un desafío dirigirlo, sabiendo que la relación padre-hijo iba a ser más difícil, porque los espacios de jugador a entrenador a veces se pierden, pero ante la oportunidad que se le presentó me siento muy orgulloso de él y de lo que ha progresado.

-¿Cómo fue la experiencia de entrenador y jugador siendo padre e hijo?

-Conocimiento del día a día, je. No hay otra. Completamente diferente a las experiencias que tuve como jugador, porque nunca me dirigió un familiar. Tuvimos nuestros más y menos, naturalmente; a veces yo me podía exceder por la confianza que tenía con él y lo mismo de su parte, que podía responderme en alguna charla, pero lo que más me llena de orgullo es que en esto crecimos los dos. A mi me ayudó a ser mejor entrenador y creo que lo ayudé a saber cómo quería que entrene. Yo siempre pongo la exigencia alta y eso no se negocia. Pero claro, cuando estás en tu casa y lo mandás a juntar los platos puede ser que no lo haga, en cambio si le indicás como entrenador que desarrolle un ejercicio al cien por ciento y no lo cumple, se lo hacés repetir. De eso aprendimos los dos.

-¿Hasta dónde disfrutaste y sufriste?

-Disfruté cada día que iba pasando, porque veía su progreso y el papel en los U19 era cada vez más destacado. Y también empezó a jugar con esa confianza en Primera. Y por momentos lo sufrí, porque obviamente es más difícil controlar las emociones con tu hijo que con otros jugadores.

-Para vos Joaquín, ¿cómo fue tener a tu papá de entrenador?

-Esta pregunta es buenísima, porque cuando arrancó la temporada en marzo, con los Juveniles, me dijo que podía estar la posibilidad de que tome el equipo. Me preguntó qué me parecía y sin pensarlo le dije que “sí”. Estuvo buenísimo tenerlo como entrenador.

-Con todo lo que significa, ¿no?

-¡Claro! Porque con todo lo que sabe y su experiencia, te diría que Bahía le queda chica. Cuando arrancó tuvimos alguna pelea, je. Hasta me ha echado de algún entrenamiento, porque los dos somos temperamentales en la cancha. Alguna vez le discutí y a él no le gustaba, se hacía respetar, porque era el técnico.

-¿El reclamo se lo hacías a tu papá o al entrenador?

-Y... es muy difícil separar adentro de la cancha. Es cierto lo que él me decía, que a otro entrenador no le recriminaba y a él sí, porque es mi papá, je.

-Pancho, ¿lo empujaste para que diera el salto?

-¡Sí, claro! Le dije que esas oportunidades uno nunca sabe cuándo pueden volver a aparecer. Y me pareció que siendo en Bahía Blanca y en Villa Mitre, el referente de la ciudad, teniendo la posibilidad de arrancar desde un lugar para ganarse un espacio dentro de un equipo de Liga Argentina, es un desafío muy bueno para él. Él me decía “papá, pero dejo la categoría, con vos, el club...”. Y le transmití que no pasaba nada, que todos estábamos orgullosos de que pudiera tener la oportunidad de ir a un nivel superior.

-Sacándote el traje de entrenador y el sentimiento de padre, ¿qué le aconsejás al Joaquín jugador?

-Primero que nada me siento muy feliz porque a él no se le ha hecho nada fácil y se lo ganó solo. Porque cuando arrastrás un apellido muchas veces significa una presión. El consejo que le doy es que disfrute; de esa manera y rompiéndose el lomo, las cosas van a ir bien. A todos los jóvenes les digo lo mismo: actitud y energía al cien por ciento. Después, meterla o no será otra historia. Las oportunidades las tenés encima tuyo siempre, el tema que si vas a saltar únicamente en el momento que pasa la oportunidad, puede ser que no la alcances. Todos los días tenés que estar saltando y preparado para agarrarla.

-Joaquín: Eso es muy de mi papá. Cuando arrancamos en marzo ya con el equipo, nos inculcaba que no existe eso de entrenar mal en la semana y jugar el sábado pensando que vas a ganar. Todos los días hay que mejorarse y desafiarse con el compañero, no existe el boludeo. Y ahora me aconseja que juegue tranquilo, como yo sé, que no intente hacer cosas que no sé.

-¿Qué te transmitió?

-De todo. Mi papá es un genio y a mi mamá no le quiero quitar mérito. También mis hermanos (Naiara, 17 años y Tomás, 11) juegan muy bien.

-¿Sufrís o disfrutás todavía ser “el hijo de...”?

-De más chico me costó, pero a esta altura veo las cosas de otra manera, me genera orgullo que mi papá sea Pancho, con todo lo que logró. No lo sufro y lo que estoy logrando, si bien puede haber gente que piense lo contrario, creo que demostré que me lo gané y no por ser "el hijo de...".

-No cargás con la mochila de la comparación.

-Es que igualar lo que logró mi papá es casi inalcanzable para mí y la mayoría de los jugadores. Me siento orgulloso de lo que él consiguió y yo haré mi camino, aunque no sea como lo que hizo él, aunque esperando alcanzar lo mejor que pueda yo.

¡Qué Selección! Con Pancho incluido.

-Pancho, ¿qué tiene Joaquín de su papá jugador?

-A pesar de ser más bajo es muy fuerte físicamente. Va con mucha potencia al aro, es una virtud. Y tiene un corazón muy grande para ayudar al equipo a mejorar. Las que no me gustan no te las voy a decir, eso que lo diga el entrenador, je, je, je...

-¿Qué le deseas en un todo?

-Que pueda tener la posibilidad de jugar como profesional ya sería un logro. No quiero ponerle más expectativas, quiero que haga su propio camino.

-Y que empieces a ser “el padre de...”.

-Ojalá, para mí sería un orgullo. Me encantaría que me dijeran “vos sos el papá de Joaquín”.

-Lo vivís con la expectativa justa y necesaria, pero sin pretender que logre algo más de lo que pueda.

-Totalmente. A los chicos hay que quitarles presión. Yo jugué con presión recién a los treinta y pico, cuando ya era capitán y tenía otras responsabilidades. A los 20 años todos están esperando que te mandes mil cagadas, nadie va a meterte presión para que anotes 30 puntos.

-A propósito, siempre se habla de aquellos padres frustrados que buscan que sus hijos logren lo que ellos no pudieron. Vos fuiste exitoso en el deporte y tu hijo está en el camino. ¿Cómo lo vivís?

-Lo vivo de una forma muy moderada a comparación de otros padres. Hoy me toca estar en las canchas y veo muchísimos padres dándole explicaciones a sus hijos de lo que tienen que hacer adentro de la cancha. Con ninguno de mis tres hijos lo hago, cuando podría hablar tranquilamente, pero hay un entrenador para decidir y marcar. Me pone muy mal ver a chicos mirando a sus padres después algún acierto o error. Estoy viendo muchos padres que van a la cancha a soltar el enojo de distintas situaciones de la vida. Para mí el sábado es el día más feliz, tengo a uno en Mini, a la nena en U17 y a Joaquín en U19. Me siento y disfruto. Si ganan les doy un beso, los felicito y ya está. Y si pierden me voy tan tranquilo a casa. Tenemos que tratar de no meterle presión a nuestros hijos. Y máxime cuando el 99% no llega a jugar en un alto nivel. Presión es jugar por guita, cuando en medio hay cosas importantes. 

-Joaquín, ¿cuáles son tus expectativas?

-Poder jugar lo mejor que pueda y tener algunos minutos garantizados. Ojalá me vaya bien.

El deseo de Joaquín es el mismo de Pancho y de todos, sin meterle presión, claro.

Por lo pronto, otro Jasen que viene asomando...