El auge de las ferias populares en la ciudad
Algunas tradicionales y otras más informales, estos espacios se multiplican en los barrios de la ciudad durante los fines de semana y se transforman en puntos de venta de productos nuevos o usados.
Recibido en 1993, acumula 28 años de trayectoria en el periodismo local. Ex jefe de la sección Deportes y La Ciudad y actual secretario de Redacción de La Nueva. Ex profesor de los dos institutos de Periodismo de la ciudad. Especialista en temas deportivos, sociales y gremiales.
Alimentos, ropa –nueva y usada--, artesanías, kiosco, forraje, cartelería, ferretería, librería, bijouterie, cosméticos, vivero, entre tantos otros.
Las ferias populares, algunas tradicionales y otras más informales, se multiplican en los barrios de la ciudad y ya se transforman en puntos de reunión que integran mucho más que productos para vender.
Hoy sirven para comercializar, pero también para crear y fidelizar clientes.
Con la caída del poder adquisitivo y la crisis económica se han extendido la cantidad de ferias populares. Es decir que son cada vez más personas quienes acuden a comprar y vender allí.
La realidad es que las ferias de emprendedores están en pleno auge y se multiplican en el país de la mano de todo tipo de rubros, creadores independientes y con el impulso de las redes sociales y las plataformas de venta digital.
En tiempos de constantes cambios, hoy se destacan porque ayudan a detectar oportunidades y acercan nuevos clientes para paliar una crisis económica que cada vez agobia más a los bahienses.
La gran mayoría de los stands son de personas que ya tienen un ingreso formal y que se suman a esta opción para lograr un aporte extra al presupuesto mensual.
Todos los consultados coincidieron que la manera de vender fue adaptándose a las nuevas tecnologías y sobre todo a las demandas: así se pasó la venta en efectivo a la posibilidad de sumar clientes con facilidades electrónicas, como el pago con tarjeta de débito o a través de plataformas de pago virtuales.
Del otro lado del mostrador, visitarlas no significa que una persona deje de comprar en los locales tradicionales, pero las ferias son una opción a bajo precio y amortizar los bolsillos castigados por la inflación.
En medio de las dificultades económicas, los feriantes buscan promocionar sus productos al tiempo que hacer unos pesos extra durante el fin de semana mientras que los compradores tienen la posibilidad de acceder a precios, en general, más económicos que en los negocios tradicionales.
Precisamente, el ahorro y la oportunidad de ganar dinero son las claves de este negocio en crecimiento.
Por ese motivo, jóvenes y también adultos han detectado que, por ejemplo, la venta de indumentaria, ya sea nueva o de segunda mano, se presenta como un rubro a explotar a la hora de emprender, ya que los consumidores, además de demandar ropa de calidad, también precisan precios accesibles.
Los showrooms y las ferias de segunda mano han aumentado su popularidad paulatinamente con el paso del tiempo, y se han convertido en una de las tendencias actuales.
Pero son diferentes: mientras el showroom tiene un lugar fijo, comercializan un producto específico y un horario predeterminado todos los días de la semana, las ferias se realizan en distintos lugares, se encuentran distintos rubros y sólo funcionan los fines de semana o feriados.
Con la premisa de ofrecer prendas de calidad y en buen estado (en el caso de ser usadas), los jóvenes entienden que, si logran captar las necesidades de los consumidores, es casi un hecho que el negocio marche sobre ruedas y puedan hacerle unos pesos a esas indumentarias que quedaron en desuso en su placard.
Mucho de lo que vende es nuevo y si está usado, se encuentra en muy buen estado. La mayoría de las prendas oscila entre los 1.000 y los 5.000 pesos, precios inimaginables en otros sitios.
En general quien compra es porque no puede acceder al producto nuevo.
“Me resisto a pagar casi 30.000 pesos por un jean. En este tipo de ferias encuentro productos que me sirven a mejor precio y la verdad que no me importa demasiado si es usado en caso de que esté en buen estado y limpio”, dice Aldana Monardez, quien se reconoce asidua visitante de las ferias populares.
El armado de una feria
El armado de ferias ya no es más un medio de subsistencia, sino que se ha convertido en emprendimientos que conforman un rubro emergente.
Precisamente, los organizadores afirman que el crecimiento de la demanda en la participación de ferias es muy alto; tanto que no solo se han casi duplicado la cantidad de feriantes sino también la cantidad de gente que acude.
“Yo intento organizar una por semana. Voy variando los lugares y tengo varios feriantes fijos, a los cuales se les cobra un monto por un espacio. He montado en clubes y en sociedades de fomento”, señala Lucrecia Méndez, quien hace un par de años comenzó con el montaje de ferias populares.
Para ello, se encarga de alquilar un lugar, generalmente con capacidad para más de 100 puestos, y armar la cuadrilla de stands.
“Nada está librado al azar. Debemos distribuir los espacios de tal modo que la gente pueda circular con comodidad y frenar a mirar en cada uno de ellos”, explicó.
Además de las ferias públicas, como pueden ser las del parque Independencia, De La Ciudad y el Paseo de la Mujer, las privadas se multiplican en participantes y en cantidad.
Aquí hay que pagar un canon de participación que ronda entre los $5.000 y los $10.000 por día, según el lugar en el que se desarrolla la feria y la medida del espacio que se alquila.
“Nosotros nos ocupamos de buscar un lugar con la capacidad y las comodidades necesarias, que no son baratos. Obviamente que lo que cobramos incluye el alquiler, pero también el servicio que se presta. No es fácil organizar una feria de este tipo”, aclaró Lucrecia.
Marcela Cataldo también se dedica a gestionar los espacios, que pueden ser públicos o salones privados, y les alquila un stand a los emprendedores.
“Cobramos un precio accesible por el espacio. Generalmente, apuntamos a organizar en lugares en los que podamos montar cerca de 100 stands, para que la propuesta sea mayor y más atrayente para el público. Y siempre los completamos”.
Por otra parte, lleva a cabo toda una movida en redes sociales para atraer clientes. Para garantizarles ventas a los expositores, cuida que los rubros no se repitan con la idea de evitar la competencia.
“Sí se llegan a repetir, los ubicamos distanciados uno de otro. Lo que estamos notando últimamente es que muchos vienen a vender ropa usada. En esos casos, le pedimos que estén en buen estado y limpias”.
Ellos se encargan de reservar el lugar y a partir de los metros cuadrados del espacio, repartir los stands.
“La idea es que los stands no estén amontonados y que la gente que viene pueda circular sin problemas”.
Cataldo aseguró que el espacio sirve como un punto de encuentro entre el emprendedor y los clientes debido a que muchos concretan la venta vía online.
“Muchos lo utilizan como un punto de retiro o para concretar una transacción. O bien, se llevan el contacto para seguir la operatoria fuera de ahí”.
Un día en la feria
La movida de cargar la mercadería, armar el gazebo, la decoración y todo lo que tiene un puesto no es sencilla para los feriantes. Pero vale la pena si se piensa que pueden vender y promocionarse sin un gasto fijo de alquiler.
“La verdad es que vengo cuando tengo tiempo y ganas. Junto ropa que no uso y que está en buen estado. Los percheros los tengo de un comercio anterior, así que tengo armado el stand en dos minutos”, contó Sandra Espinoza, una ocasional feriante en el gimnasio del club Estudiantes de nuestra ciudad.
“A veces no vendo mucho en la feria propiamente dicha, pero después me llaman para encargarme trabajos más grandes. Me sirve para hacer contactos”, manifestó Micaela Suñer, quien hace trabajos de ploteados en tazas, lapiceras y remeras, entre otras cosas.
“Con la crisis viene cada vez más gente a traer su ropa para vender, así como para comprar”, explicó Jorgelina.
Contó que es común que las familias numerosas se llevan entre cinco y diez prendas por el valor de una sola en el mercado nuevo.
Quizás no se trata solo de ahorro, sino de una tendencia que tiene que ver con la moda circular y los cambios de hábitos de consumo.
“Hay una clase media que no está dispuesta a pagar cualquier cosa que le pidan y por eso busca otras opciones en la economía social”, comentó Lucrecia.
Los feriantes son conscientes que los ingresos son un paliativo, y en algunos casos hasta un placebo para mitigar las necesidades.
Débora comparte con su esposo el único puesto de la feria dedicado a productos de cosmética y belleza. Dice que se conforma con un margen de ganancia “razonable”.
“Acá no se viene a pelear precios. Somos todos laburantes y sabemos que las cosas valen lo que la gente las puede pagar”, apuntó su esposo, Jorge.
Débora aseguró que en su puesto "los hombres gastan tanto como las mujeres", y agregó que sus perfumes rara vez pasan los 1.500 pesos.
En las ferias populares no falta casi nada. Se ofrecen accesorios para celulares, indumentaria de todo tipo, perfumería, regalería, calzado deportivo, artículos para mascotas, para la práctica del mountain bike, flores y plantas, implementos para camping y asado, juguetes, almohadones, y hasta artículos para defensa personal.
Se puede incluso comprar con transferencias bancarias o tarjeta de débito en algunos casos.
“La gran mayoría paga con Mercado Pago o Cuenta DNI. Cada vez son menos los que pagan en efectivo”, contó Marisa, quien lleva 8 años en distintas ferias siempre en el mismo rubro: un puesto de accesorios para mascotas.
Asegura que su producido le alcanza para vivir “modestamente” y que su esposo, que tiene otra ocupación, fabrica algunos de los productos que exhibe, como collares y correas.
“En muchas ocasiones, ven los productos acá y luego nos contactan para comprarnos afuera, en otro momento. Las ferias nos sirven para publicitar también lo que hacemos”.
Gerardo es jubilado, comenzó en una de las primeras ferias que hubo en la ciudad, como fue la de Estación Sud, y actualmente va rotando entre las que se organizan en los barrios.
“Apuesto a cosas que la gente no encuentra habitualmente en comercios o que no sabe dónde conseguir”, manifestó.
Fernando Arregui contó que al principio iban con valijas a la casa de los clientes, y allí comenzó a crecer y hacerse de conocidos.
“Hoy es más práctico vender en ferias. Mis clientes ya saben dónde voy a estar. De esta manera organizo mucho mejor mi tiempo. Compro ropa en Buenos Aires y la revendo. Tampoco no necesito viajar, porque a partir de la experiencia de todos estos años, sé quiénes son confiables y que la calidad de la indumentaria es buena”.
Mateo Fink también llega al club Estudiantes con una valija cargada. Hace poco comenzó a revender ropa de amigos y conocidos como “rebusque para hacer un peso”.
Tiene otro trabajo, de administrativo en una empresa, pero precisó generar ingresos extras.
“Así que, en el tiempo libre hago esto”, señala, mientras va acomodando su stand.
“La ropa usada quizás antes la regalabas y ahora la juntás y hay cosas muy buenas a las que les podés sacar plata”, cuenta a este diario.
El escenario mundial actual marca que, cada vez que aparece una problemática o una necesidad, asoma un negocio. En ese sentido, la inflación y el alto valor de los productos, irrumpe como un conflicto, que la gente busca solucionar a través de diferentes alternativas.
Y las ferias populares son una de ellas...