Bahía Blanca | Lunes, 20 de mayo

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Mauro Polla, el Mini que se quedó con ganas de ver el Mundial y hoy le toca estar en el banco

El entrenador bahiense dirige al Seleccionado argentino U19. A las 12, en Hungría, el debut ante Turquía.

Mauro Polla. Fotos: CAB.

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

 

Aquel jugador de Mini que, de viaje con la delegación de Estudiantes a Santos Lugares y coincidiendo con el Mundial de básquetbol de 1990 en nuestro país, se quedó con ganas de ir a la cancha. Estaba cerca. No pudo ver a la Selección.

El pibe que, más acá en el tiempo, llegó a ratearse al colegio para espiar alguna práctica de Tite Boismené. El joven entusiasta que, en sus primeros pasos como entrenador, en 2001 disfrutó con su papá Roberto del Premundial de Neuquén. O, más acá en el tiempo, festejando el Preolímpico de 2011 en Mar del Plata, ya con Benjamín (su hijo que ayer cumplió 12 años) como un integrante más de la familia que formó con Ana Paula Tamburi.

Postales, momentos, fotos que se le cruzan a la distancia a Mauro Polla, el entrenador jefe del seleccionado argentino U19 que hoy debuta en el Mundial de Hungría (en la ciudad de Debrecen), desde las 12, ante Turquía.

Los partidos podrán seguirse a través de FIBA en YouTube y DSports.

—Ahora que te toca estar con la ropa de entrenador, ¿alguna noche de soledad se te cruzó el lugar que ocupás?

—Se me cruzó en todo momento, de noche y de día. Ya me emocioné muchísimas veces desde que me dieron la noticia. Y ahora (se entrecorta la voz)... bueno, también me estoy emocionando. Lo viví siempre así.

Será una jornada especial para Mauro, fuerte, movilizante, como lo que está viviendo desde que le dieron la noticia del cargo que ocuparía.

“Gracias a Dios en los amistosos hubo presentación y pusieron el himno, lo que me permitirá que mañana (por hoy), en el debut, no sea mi primera vez en una cancha con la camiseta de Argentina y escuchando el himno, porque, de lo contrario, iba a emocionarme y no quisiera estar así ante los jugadores”, confiesa.

Fuerte por fuera, inevitablemente –en determinados momentos- vulnerable por dentro, contrastes de la vida del entrenador, sobre todo, en la previa a una experiencia tan deseada como está atravesando el DT bahiense.

“Soy muy consciente de donde estoy... Inclusive, estamos atravesando un momento complicado de salud de un familiar y fue mi mujer y mis hijos quienes me empujaron a armar la valija. Eso me hace disfrutarlo muchísimo más", resalta.

"No me perdonaría estar acá sin mirar para atrás y ver todo lo que pasó bajo el puente, siempre -destaca- valorando muchísimo todas las oportunidades que tuve, desde mi club Independiente y los pasos siguientes. Obviamente, ahora estando en Alem, también la libertad que me dio el club para poder tomar la decisión”.

—¿Cómo estás viviendo las horas previas al debut?

—Desde el primer llamado me generé muchísimas expectativas; sabía que era algo súper disfrutable y eso se está cumpliendo; estando tan lejos, la única ocupación pasa por el torneo que vamos a vivir, y todo lo que uno hace durante el día es para tratar de estar lo mejor posible. Además, es trabajar con una Selección argentina, hablar de básquet, acercarte a los jugadores para conocerlos un poquito más desde el lado humano y ver cómo uno puede sacar la mejor versión de ellos. Es todo muy lindo. Lógicamente, si después la pelota entra se disfrutará mucho más.

—¿Con qué jugadores te encontraste, considerando que varios juegan en el exterior y están a un paso de mezclarse con los mayores?

—Sobre todo, hay un aquelarre de hábitos de juego. Estamos hablando de chicos que juegan muy bien, que tienen hábitos de cuidado personal y demás. Todos están jugando en grandes ligas, pero hay uno que viene de una academia de México, otro de España, uno de Estados Unidos, algunos de Liga Nacional o Liga Argentina...

—¿Se evidencia esa diferencia de culturas o el básquet es uno solo?

—Se evidencia. Venimos con cosas muy básicas, inclusive que fueron habladas con el cuerpo técnico de la Selección mayor, en algunos zoom que hicimos con Pablo Prigioni. Nosotros nos cruzamos durante 20 días en el camino de estos chicos, por lo tanto no estamos pretendiendo modificarles la carrera ni mucho menos, pero sí tratando de compartir algunos conceptos basquetbolísticos que uno lo ve muy bien, otro lo ve rarísimo, el otro nunca lo vio o intenta jugar a otra cosa. Entonces, existe una cierta negociación en la que cada parte cede algo, pero lo más importante es que son chicos que están bien formados.

—Por todo esto, ¿lo más difícil es conformar un equipo y que pueda funcionar como tal?

—La dinámica grupal en estos procesos la determinan los jugadores. La unión que tengamos en los buenos o malos momentos va a determinar qué tan buen equipo logramos, sabiendo que es un grupo que se juntó 20 días antes para jugar un torneo que, según dicen ellos mismos, es el más importante que van a jugar. Son todos chicos que están apostando a vivir de esto y hay muchísimos ojos mirándolos. Van a debutar contra dos jugadores que están en la Selección mayor turca, uno drafteado en la NBA y con contrato millonario. Son muchas situaciones individuales que les pueden jugar en contra si ellos no priorizan el beneficio del equipo.

—¿Cuánto manda el resultado en estos torneos al momento de evaluar si se hicieron bien las cosas y qué tan hablado está entre el staff y la dirigencia?

—Está muy hablado con el staff CABB, no solamente entre quienes estamos acá en Hungría. El trabajo estará a la vista en función de los informes que se preparan y se entregan, no es nada improvisado, el laburo en cancha estuvo y va a seguir. El objetivo principal del staff es que alguno de estos chicos, en el menor tiempo posible, pueda llegar a estar entrenando o cambiándose con alguna Selección mayor. Por otro lado está el torneo, el que venimos a buscar y hay una estructura de competencia que determina que el primer cruce de octavos es decisivo para jugar hacia los puestos de arriba o abajo. La accesibilidad de ese partido lo determina el ordenamiento que tuviste en el grupo.

—¿En qué nivel están respecto de sus rivales de grupo: Turquía (hoy a las 12), Hungría (mañana, a las 12.30) y Corea (el martes, a las 12.30)?

—Turquía es el subcampeón de Europa, tiene muchísima talla, es muy atlético y le ganó a Francia en semifinales de Europa; el candidato de grupo. Por otra parte es el partido que más pudimos preparar. Hungría es el local y jugó en la zona B en Europa. Un rival totalmente distinto que veremos cómo le sienta ser local, juega más cinco por cinco, y Corea es un rival de gran nivel que salió campeón de Asia.

—¿Físicamente qué tan nivelada está Argentina respecto del resto?

—Estamos bien en centímetros, tenemos chicos de 2m11, 2m13, 2m06, pero nos faltan kilos, algo que se transmite en menos potencia, fuerza y velocidad. De todos modos, el perímetro está a la altura, da la talla para competir internacionalmente; creemos que gran parte de los puntos de este equipo están ahí, por lo tanto, desde el juego interno intentaremos neutralizar al rival, dominar las tablas y ver si podemos correr.

—Considerando que venís de otro nivel, ¿cuánto tuviste que aggiornarte en este corto tiempo para dirigir chicos de nivel internacional? ¿Cómo fue el proceso, inclusive, por estar al frente del equipo?

—Desde el momento que me avisaron que podía llegar a estar como asistente, empecé a ver videos y conocer a los jugadores. Y una vez que me designaron como entrenador, mis dos asistentes, Gustavo Sapochnik, que es de Trelew y Javier Ielmini, que estaba trabajando en Obras, comenzaron a hacer un gran laburo. Ellos hoy están trabajando en Liga Nacional, por lo que están más aggiornados a distintas técnologías y usos que son valederos. La verdad que me sentí cómodo desde el día que llegué al CeNARD.

Para Mauro Polla es momento de disfrutar de un Mundial como no pudo cuando era Mini; de poner en práctica alguna cosita que grabó del Pelado Boismené; de recordar los consejos de su Viejo, y de defender la camiseta de Argentina, con el empuje de todos, básicamente de su familia, la que hoy tiene lejos y, contrariamente, siente más cerca que nunca.