Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Giovagnetti: "El candombe cura el individualismo y la soledad"

El Ruso es el primer luthier bahiense exclusivo de la movida candombe. Hace chicos, repiques y pianos. Escribió un libro, plantó un árbol, se hizo una casa de barro y tuvo hijos.

Diego Giovagnetti.

Despejando un poco el aserrín con las manos aparecía Diego Giovagnetti entre duelas, lonjas de cuero, torno y herramientas de carpintero, allá en la esquina de Bolivia y Holdich. Su taller representaba el inicio de la emancipación de un alma que hace unos diez años comenzaba a entender que había que bajar un cambio y prestarle atención a lo que dicta el corazón.

Siempre le gustó la batería. Hasta ese momento se las rebuscaba estudiando, visitando salas de ensayo y jugando a grabar y programar con accesible software de sonido. Hasta que conoció el candombe y sus tambores: chico, repique y piano. Fue un antes y un después.

“El candombe me dio una posibilidad de expresar lo que no podía decir en palabras, de canalizar emociones. Por otro lado me dio amistad, familia y me hace recordar que la vida se trata de disfrutar de lo simple. Es un estilo de vida en el que tocar el tambor es solo una parte”, asegura Diego.

El tambor y el candombe rescatan la reunión y la simpleza de la gente, resulta ser una cura al individualismo, a la soledad"

El Ruso, como lo conocen sus amigos, encontró un mundo afín a sus ideales, en donde el individualismo no es opción. El folklore afro uruguayo le invadió el pecho y no lo soltó más. A tal punto que hoy es uno de los referentes en Bahía Blanca que formó parte de las primera Llamadas y cuerdas de la ciudad. Entre otros claro.

“El tambor y el candombe rescatan la reunión y la simpleza de la gente, resulta ser una cura al individualismo, a la soledad y al dolor que hoy en día muchas personas cargan en el alma. Es un modo de vivir con alegría y meterle para adelante, más allá de las dificultades”, explica.

También es el primer luthier de Bahía Blanca que se dedica exclusivamente a construir instrumentos de percusión uruguaya. Y como su inquietud es casi infinita y su generosidad sorprendente, escribió y editó un libro que explica paso a paso cómo construir un tambor: se llama “Tambor libre”.

“Me di cuenta que el oficio esta oculto y me parece importante que más personas puedan experimentar el viaje de hacerse un tambor con sus propias manos”. agrega.

—¿Qué sentís cuando construís un tambor?

—Me siento participe de un proceso de transformación y magia, en donde una tabla de madera pasa a ser un puente de liberación. Es un honor fabricar tambores para que la gente disfrute.

El Ruso plantó árboles, fabricó mil tambores, se hizo una casa de barro, escribió un libro y tuvo dos hijos con Nilce. Pronto estará dando talleres gratuitos.

Es feliz con casi nada. Y casi nada es un montón.