Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

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Don José de San Martín y la Independencia americana

El Libertador de América es antibonapartista, pero en España trató con oficiales ingleses de prédica liberal, más cercana a las monarquías constitucionales que al republicanismo.

Ricardo de Titto (Historiador) / Especial para “La Nueva.”
(Primera de tres entregas)

   “A todo Napoleón le llega su Waterloo”, dice un dicho. Refiere a la batalla librada en Bélgica, el 18 de junio de 1815 en la que Arthur Wellesley, el duque de Wellington, le asesta un golpe definitivo al imperio francés que venía en retroceso desde su fallida expedición a Rusia en 1812. 

   En 1814 Francia es invadida por una suma de ejércitos ruso, prusiano, austríaco y británico. Con la derrota del “Gran Corso” se cierra una etapa, la de la extensión de la revolución francesa y comienza un largo período de reacción monárquica. 

   Entre octubre de 1814 y junio de 1815 sesiona el llamado Congreso de Viena, que reúne a estadistas y reyes europeos y se propone regresar en el tiempo a la época prerrevolucionaria. El zarismo ruso promueve un pacto absolutista, la “Santa Alianza” para “la defensa mancomunada del trono y del altar”. 

   Con esta protección continental, los Borbones retornan al poder en España y Francia con Fernando VII –apodado por entonces “el Deseado”– y Luis XVIII. Fernandito, como le dice San Martín, imprime una política reaccionaria, deroga la Constitución liberal de 1812 y reinstaura el absolutismo y la inquisición. Pero las ideas republicanas y democráticas paridas en 1789 –como las de la constitución de los Estados Unidos– habían llegado para quedarse. 

   A pesar del período reaccionario el mundo vive ya la era abierta por la gran revolución francesa motorizada por la revolución industrial. Gobiernan monarquías pero la clase poderosa, con futuro, es la burguesía capitalista que impulsa la revolución industrial y el libre comercio por el mundo.

Las provincias “unidas”

   Los cambios en la situación europea trascienden al escenario americano. España intenta organizar la reconquista de sus territorios de ultramar. Durante 1814, el general Pablo Morillo concentra fuerzas en la península y todo indica que se dirigirá al Río de la Plata, donde las aguas están revueltas.

   José Gervasio Artigas, desde la Banda Oriental, establece el “Protectorado de los Pueblos libres” que logra la adhesión de José Javier Díaz, en Córdoba, del entrerriano José Eusebio Hereñú y de Juan Bautista Méndez en Corrientes, provincias que desconocen al gobierno porteño. Los gobiernos directoriales como los de Gervasio Posadas y Carlos María de Alvear, no logran concentrar el poder y hay hasta amotinamientos militares contra ellos. Como parte de ese proceso de creciente autonomismo de las provincias, en enero de 1815 los vecinos de Cuyo repudian el nombramiento del coronel Gregorio Perdriel como gobernador y sostienen la permanencia de José de San Martín, que había asumido unos meses antes y en marzo, una rebelión autonomista en Santa Fe depone a Eustaquio Díaz Vélez aliado al gobierno central. En Salta y La Rioja también se expresan las mismas tendencias autonómicas. Las estructuras sociales de las provincias, acostumbradas a vivir en un aislamiento relativo, resisten así a los intentos porteños de imponer su predominio político. Con todas estas revueltas locales la revolución parece estar agonizando; en realidad, está buscando otros caminos.

   Por su lado, el Alto Perú es un verdadero baluarte realista desde las derrotas patriotas de Vilcapugio y Ayohuma y Güemes, con sus gauchos, frena heroicamente los intentos españoles de bajar hacia el sur. En Chile los españoles derrotan a los patriotas en Rancagua el 2 de octubre de 1814.

   Por suerte, lo que poco antes parecía una seria amenaza sobre el Plata se desvanece: la importante expedición de Morillo –el “Pacificador”, le dicen– se dirige a Nueva Granada. 

La Gran Reunión Americana: “Independencia y unidad”

   El 9 de marzo de 1812 la George Canning llega a Buenos Aires. El contingente que desembarca está integrado por varios ex oficiales del rey de España; uno de ellos se destaca del conjunto: es el teniente coronel retirado José de San Martín, que a bordo cumplió 34 años. A mediados del año anterior ha fundado su baja en el ejército español argumentando que debía “pasar a Lima” a fin de “arreglar sus intereses”. Otro de los desembarcados, de gesto vivaz, pertenece por vía materna a una familia muy poderosa de Buenos Aires, los Balbastro. Se lo conocerá como Carlos María de Alvear aunque su verdadero nombre es Carlos Antonio. 

   Es muy joven –tiene 22 años– y llega con el grado de alférez –un capitán– de un cuerpo de elite, los carabineros reales. También está entre ellos el alférez de navío José Matías Zapiola, un porteño emparentado con ricas familias de comerciantes como los Lezica, que se embarcó con papeles falsos fingiendo ser sirviente de Alvear quien, a su vez, pretextó la necesidad de atender problemas familiares.

   San Martín es antibonapartista pero en España trató con oficiales ingleses de prédica liberal, más cercana a las monarquías constitucionales que al republicanismo. Junto a Zapiola y Alvear, cuyas familias están vinculadas a ricos comerciantes de Cádiz, y militares de otras regiones, como el chileno José Miguel Carrera, han conformado la Sociedad de Caballeros Racionales, que se juramenta en combatir por la independencia americana.

   Desde Londres, el venezolano Francisco Miranda difundía sus intenciones independentistas para lo cual había conformado la “Gran Reunión Americana”, una logia con supuesta sede en Gibraltar. El joven y destacado oficial correntino se interesa en estos planteos. 

   Simón Bolívar y otros diputados venezolanos, que han convocado a una “gran confederación américo-española” el 27 de abril de 1810, en julio de ese año explican sus objetivos en Londres: “Los diversos virreinatos y provincias de norte y sud América se dividirán en diferentes Estados, de acuerdo con sus límites físicos y políticos; pero ellos proyectarán un sistema federal que dejando a los respectivos Estados una independencia de gobierno, pueda formar una autoridad central combinada, como la de los anfictiones de Grecia”.

   La idea es la misma que poco después enarbola la junta formada en Santiago de Chile y que cursa a la Primera Junta de Buenos Aires: confederarse. No es casual que uno de los caudillos de la revolución chilena, Bernardo de O’Higgins, también tenga vínculos con la Gran reunión Americana.

   “Independencia y Unidad” son las dos palabras que definen y sintetizan el compromiso de los hombres que participan de aquella “Gran reunión Americana”. Desde septiembre de 1811 y por cuatro meses, San Martín permanece en Londres donde participa de las reuniones de la cofradía que se realizan en lo del venezolano Andrés Bello.

La Sociedad Patriótica

   Gran Bretaña, la nueva “reina de los mares”, mantiene una política ambigua de respaldo a su alianza con el rey Fernando “dejando correr”, a la vez, a los líderes revolucionarios. Desde Río de Janeiro Lord Strangford será “la gran muñeca” de esta estrategia dual. Dos buenas razones fundamentan su apoyo a los procesos revolucionarios en Hispanoamérica. Por un lado, busca nuevos mercados para sus productos, por otro, desde lo ideológico – aunque en este campo hay mayor heterogeneidad–, guarda cercanía en el liberalismo de muchos de los jefes independentistas. 

   En Buenos Aires, entretanto, el ardiente Bernardo de Monteagudo, retoma las banderas del ala “morenista” y a principios de 1812 convoca a formar una Sociedad Patriótica. Su llamado es el primer texto que, en un medio oficial, hace referencia a la “independencia”. El arribo de San Martín y los “caballeros racionales” no puede ser más oportuno.

Los Granaderos a Caballo y el Segundo Triunvirato

   El casamiento de San Martín con María de los Remedios Escalada y de la Quintana, –de solo 14 años–, le permite a don José ubicarse en una sociedad porteña que aún recela de un oficial español de tez “té con leche”, demasiado oscura  para el gusto de los salones “decentes”.

   La inmediata tarea de conformar un cuerpo de caballería lo lleva diariamente a la Ranchería primero (en las actuales Perú y Defensa) y al Retiro poco después. Allí conoce –y formó militarmente y como diestros jinetes– a toda una generación de jóvenes, muchos de ellos hijos de familias patricias, como Félix de Olazábal, Mariano Necochea, Juan Lavalle, Lucio Mansilla, y el hermano de su joven esposa, Mariano de Escalada. El cuerpo tiene un exitoso bautismo de fuego en la recordada batalla de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813. Antes, el 8 de octubre, las tropas habían ganado las calles de Buenos Aires y dando un verdadero golpe de Estado, deponen al Primer Triunvirato y se conforma un segundo trío, integrado por Nicolás Rodríguez Peña, Antonio Álvarez Jonte y Juan José Paso, mucho más afín políticamente con la lucha americanista. Estos cambios, que se ubican en el rumbo pretendido, reciben el aliento del gran triunfo de Belgrano en Salta, el 20 de febrero que viene a coronar el extraordinario triunfo de Tucumán de septiembre anterior. En Buenos Aires los planetas parecen alinearse en una dirección, aunque el mapa del Interior, como comentamos, se diversificará. 

La Asamblea del Año XIII y la Logia Lautaro

   Desde fines de enero bajo la presidencia de Alvear –“el Niño”, le dice San Martín–, sesiona la Asamblea del año XIII que realiza una obra legislativa de inspiración liberal y propia de un país independiente: se eliminan las referencias a Fernando VII, se acuña moneda, la Inquisición y las torturas judiciales son abolidas, se suprimen los mayorazgos y títulos de nobleza y se establece la libertad de vientres para las esclavas. La juventud del proceso revolucionario impide, sin embargo, que se concreten los anhelos centrales de los “morenistas”: declarar la independencia y votar una constitución.

   En 1814 San Martín es enviado a reemplazar a Belgrano en el Ejército del Norte –allí conoce a Güemes y lo nombra Comandante general de las avanzadas– y, poco después, deteriorada su salud, es designado gobernador intendente de Cuyo. El plan continental empieza a ponerse en marcha.

   Quien dinamiza estas acciones es la Logia Lautaro, fundada como continuidad sudamericana de los “caballeros racionales” de Cádiz. Reúnen en ella a los casi todos los miembros de la Sociedad Patriótica que son iniciados en la Logia: Monteagudo, Tomás Guido, Julián Álvarez, Nicolás Rodríguez Peña, Alejandro Murguiondo, José Agrelo, Manuel Luzuriaga y Agustín Donado, entre ellos. San Martín es el presidente, Alvear su lugarteniente, Guido y Agrelo los secretarios y el gran Hipólito Vieytes –el primer periodista del Plata– es nombrado como “Gran Orador”. San Martín se aboca a la formación del regimiento y Alvear es el hombre más dinámico en fortalecer los lazos políticos. Los “hermanos” que fueran elegidos para el gobierno tienen una condición: no podrían “deliberar cosa alguna de grave importancia sin haber consultado el parecer de la O-O (logia)”.

   Hay acuerdo en que se debe concentrar el poder. La logia expresa esa necesidad de avanzar en una conducción centralizada, operativa. De la coalición que permitió el triunfo de Mayo reunida en la Primera Junta, en cuatro años se pasa a un triunvirato y luego a un Director Supremo –un gobierno unipersonal–, bajo la primacía ideológica de un partido, el que conducen San Martín y Alvear. El primero, ya está donde necesita, en Cuyo, para organizar el Ejército de los Andes; “el Niño” es enviado a la Banda Oriental que es aún un foco contrarrevolucionario y se destaca en la toma de Montevideo.

   Es entonces cuando se conoce en el Plata la abdicación de Napoleón y el retorno de los Borbones: “El maldito Bonaparte la embarró al mejor tiempo –le escribe Posadas a San Martín el 18 de julio de 1814–: expiró su imperio, cosa que los venideros no creerán en la historia; y nos ha dejado en los cuernos del toro”.

   Lo reemplaza su sobrino. Alvear, de solo veintiséis años y el gobernante más joven que tendrá el país en toda su historia. Pero su estilo precipitado y arrogante precipitan su rápida caída, que arrastra a varios miembros del partido. Uno de ellos, el jacobino Monteagudo –que será en el futuro, una figura principal del grupo más cercano a O’Higgins, San Martín y, después, también colaborador íntimo de Bolívar– es otra figura polémica, casi provocadora… y, además, “mulato” –tal vez, hijo de esclava–, lo que genera muchas prevenciones. Vicente Fidel López dice que “ninguno había provocado mayores antipatías, mayores odios, ni chocado más con el espíritu político de la capital, aun en el seno de su mismo partido. [...] Había en su persona tales aires de fatuidad y de insolencia, un tono tan duro y tan agresivo en su estilo y sus opiniones [...] que sus mínimos talentos, grandes y claros sin disputa, servían más bien para hacerlo aborrecible que para hacerlo estimable”. 

   Sin la presencia de San Martín y Alvear en Buenos Aires la logia Lautaro entra en crisis pero la presencia de Guido en Buenos Aires, que logra permanecer en su cargo como oficial mayor del ministerio de Guerra, desde septiembre de 1814 será una de las claves para que su plan continental se pueda poner en marcha.

   San Martín vive en Mendoza el único período de convivencia conyugal de su vida. Remedios –“la Gordita”, como le dice Posadas– llega a Cuyo en septiembre de 1814. Allí nace Merceditas Tomasa, el 29 de agosto de 1816. No cumple todavía cinco meses cuando el Ejército de los Andes, el 19 de enero de 1817, comienza su epopeya de cruzar la segunda cordillera más alta de la tierra. 

El primer llamado a la independencia

   Yo, a nombre de la sociedad, intereso a todos los patriotas de esta capital para que concurran y autoricen con su asistencia la primera ceremonia cívica que va a asegurarnos los progresos de la Ilustración y a cimentar el augusto templo de la libertad. [...] Ya verá el mundo entero los progresos de que es capaz un pueblo entusiasmado por su independencia, y resuelto a sostener su majestad o borrar su nombre hasta del mapa que describe su posición geográfica.
Bernardo de Monteagudo, La Gazeta, el 10 de enero de 1812

La segunda parte se publicará el sábado 3 de septiembre.