Bahía Blanca | Miércoles, 02 de julio

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El parque Illia: cuando la historia de Villa Rosas impone recuperar un esplendor ganado

Desde la secretaría de Gestión Urbana del municipio se trabaja —desde hace un tiempo— para adecuar las condiciones generales del paseo. El proyecto se va concretando por etapas.

El parque de Villa Rosas, bautizado a mediados de los 80 con el nombre de Presidente Arturo Illia, es uno de los espacios emblemáticos del barrio. / Fotos: Rodrigo García-La Nueva y Archivo LN.

Mario Minervino / [email protected]

   Cada parque de Bahía Blanca tiene un origen distinto; en muchos casos, completamente alejada la razón fundacional de su destino final.

   El parque de Mayo es consecuencia de un gran emprendimiento inmobiliario fallido: un barrio parque, concebido en 1906, que se llamaría Adornado y sería el primero de su tipo en Sudamérica. En el interior del lugar se trazó el parque Municipal —donado por los inversores al municipio— que, luego, fue ampliando su superficie precisamente con la del barrio que jamás se concretó.

   El parte de la Ciudad —en Castelli al 3800— era un lugar de ferias y remates de hacienda de la firma González Martínez. Fue adquirido por la municipalidad local, durante la gestión del exintendente Jaime Linares, en 1993. Dispone de 15 hectáreas, ya que en ese momento el Concejo Deliberante no aprobó la compra del total del espacio de 32 hectáreas.

El parque en su máximo esplendor, en el año 1930.

   Finalmente, el parque de la Independencia se generó en el año 1911 a instancia del Tiro Federal; acaso, el único pensado desde el inicio para el esparcimiento y la práctica de actividades atléticas y recreativas. Fue creado, además, con la finalidad de contener un zoológico, el cual funcionó hasta 2014.

   Queda finalmente, dentro de ese grupo de parques históricos, el ubicado en Villa Rosas. Se concibió en la década del 30 para los empleados de la empresa de electricidad —de capitales italianos— que, hasta mediados de los 40, fue encargada de prestar ese servicio en la ciudad.

De qué se trata

   El parque de Villa Rosas, bautizado a mediados de los 80 con el nombre de Presidente Arturo Illia, es uno de los espacios emblemáticos de ese barrio, que ha servido como lugar de encuentro de varias generaciones de vecinos y que busca consolidarse como un espacio social para toda la ciudad.

   El sitio tiene características singulares, que lo hacen diferente al resto de los paseos.

   Es pequeño —ocupa poco menos de cinco hectáreas, equivalente a dos veces la plaza Rivadavia— y está definido por dos sectores claramente diferenciados: uno que se caracteriza por la presencia de un nutrido bosque de eucaliptus, y otro con mucha menos forestación, que es el que contiene una gran glorieta que, además de identificar el espacio, es el punto elegido para la realización de eventos culturales y musicales.

   Desde la secretaría de Gestión Urbana del municipio se trabaja desde hace un tiempo en mejorar las condiciones generales del paseo, a partir de un proyecto que se va realizando en etapas y que se basa en la generación de, al menos, diez sectores —o placitas—, cada una equipada con juegos infantiles, bancos, cestos, bicicleteros e iluminación.

   Desde el área de Espacios Públicos se han ocupado de retirar árboles en mal estado, secos o enfermos, sobre todo en el sector de los eucaliptus, donde se buscó corregir su elevada densidad forestal mediante el denominado raleo sanitario.

El tema de la arboleda es un mal que aqueja a todos los parques de la ciudad, que han carecido —por décadas— de mantenimiento adecuado y de un estudio profundo de cómo ir quitando, o curando, ejemplares en mal estado o corrigiendo una plantación que genera una competencia dañina entre los propios ejemplares.

   Esa situación da lugar a que los días de vientos fuertes, la mayoría de los parques deba cerrar el acceso al público para evitar riesgos a quienes transiten por esos espacios. El de Villa Rosas no es una excepción.

La memoria

   Para el exdelegado municipal de Villa Rosas, el abogado Gustavo Avellaneda, quien actualmente se desempeña en el cargo semejante pero en la localidad de Ingeniero White, el parque Illia tiene un papel destacado en el barrio.

   “Es nuestro eje central sanitario”, señala, al tiempo de mencionar que varias generaciones vienen disfrutando de este lugar que es, aseguró, parte de la memoria colectiva de Villa Rosas.

   “Los fines de semana está la feria de emprendedores y artesanos. Y en la semana son muchas las personas que concurren al lugar”, dice.

   “Si bien hace tiempo se está mejorando, quizá falta mejorar la iluminación y aumentar su equipamiento para permitir desarrollar más actividades que demandan permanencia”, señala.

   También refiere la importancia de poner en valor la cancha de pelota existente en el lugar, una de las pocas abiertas que existen en la ciudad.

   “De chico íbamos todos a jugar a la paleta. Eso tiene, además, un valor patrimonial destacado y sería importante ponerla en valor”, agregó el Dr. Avellaneda.

   La cancha es realmente una reliquia. Y, si bien la práctica de la paleta no es de las más habituales, sin dudas su recuperación puede atraer a vecinos y despertar interés por el juego. También se pueden organizar torneos de pelota, invitando a pelotaris de la ciudad y la región, que posee jugadores de consideración nacional.

Quedan después varias instalaciones que deben recuperarse; algunas de arquitectura muy atractiva y otras pensadas para funcionar como hitos del lugar, como es el caso de una vieja glorieta junto a un grupo de pérgolas.

Los amigos del parque

   Desde hace varios años, el parque Illia cuenta con un grupo de amigos que se encarga de “darle vida y alegría” al lugar.

   La agrupación tiene su página en Facebook (Amigos del Parque Arturo Illia) donde informan las actividades que se van desarrollando, publican fotos de los encuentros y convocan a distintas actividades.

   Fabiana Quintana, integrante del grupo, explica que la red está integrada por vecinos de Villa Rosas, “independientes de cualquier postura política y con ideas afines”, quienes se reúnen cada domingo —entre marzo y diciembre— con la realización de la atractiva feria artesanal, la organización de espectáculos y la celebración de diferentes fechas y temáticas.

“Ante la falta de una sociedad de fomento que nos ampare o impulse y la carencia de propuestas culturales por parte del municipio, queremos devolverle la identidad al barrio”, explica Quintana.

   Quintana señala que los trabajos de mantenimiento los realiza una cooperativa de trabajo barrial y que se ha mejorado el paseo con equipamiento, ya sea bancos, mesas, parrillas, cestos y luminarias.

   Una carencia es la falta de baños públicos, aunque reconoce que es complicada su concreción.

   “Había (y hubo) que demolerlos por los repetidos actos de vandalismo y la falta de mantenimiento y cuidado”, explica respecto de los sanitarios.

   La mayoría de los integrantes conocieron las buenas y las malas épocas del parque.

Pero hoy trabajan para que se recupere el esplendor de los mejores tiempos y se consolide, de manera definitiva, como emblema barrial.

Mucho de historia

   El parque Illia es parte de una gran manzana adquirida a principios del siglo XX por los ingleses del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico para montar allí una fábrica de gas, cuyas instalaciones ocupan una hectárea del terreno.

   Esa fábrica —habilitada en 1903 y desafectada en la década del 50— está hoy contigua al parque, aunque cerrada por un paredón que recorre todo su perímetro.

   Ocupadas por la empresa Camuzzi (las utiliza como depósito), sus instalaciones están inventariadas como bien patrimonial arquitectónico de la ciudad, aunque es complejo para cualquier vecino poder recorrer las instalaciones.

   Uno de los componentes más valiosos de la fábrica era su gasómetro, una maravillosa estructura cilíndrica de hierro donde se almacenaba el gas para, luego, proceder a su distribución.

El actual sector de la piscina comenzó siendo destinado a canchas de tenis.

   La estructura fue, lamentablemente, desmantelada en la década del 70. Por eso, a la vecina cancha de fútbol del club Libertad se la menciona como El Gasómetro.

   El resto del terreno no ocupado por las instalaciones fue diseñado como paseo en la década del 30, con un trazado que se conserva hasta el presente, para servir de campo de deportes de la Asociación de Personal de las Empresas Eléctricas Bahía Blanca, empresa que desde 1927 administraba los servicios de gas y de electricidad de la ciudad.

En esa intervención se diseñaron canchas de tenis, de básquet y de paleta, y se dispuso un diseño adecuado para alentar el paseo y la recreación.

   Luego de la estatización de la empresa de gas, a mediados de la década del 40, el parque fue cedido por la Provincia a la delegación local de la Confederación General del Trabajo (CGT), para ser utilizada como campo de deportes.

   En el año 1958, viendo que el espacio se encontraba completamente descuidado y sin uso, la Provincia anunció la idea de subdividirlo para venderlo en lotes de terreno. Una decidida reacción de los vecinos en contra de esa propuesta logró salvarlo de ese destino.

    A partir de entonces tuvo épocas de abandono; otras de recuperación y reaperturas, hasta que, a principios de los 70, el Gobierno bonaerense cedió la administración al municipio.

  En el año 1974 la CGT volvió a solicitar el espacio, esta vez con una idea completamente nueva: ubicar allí un hospital de 200 camas, financiado por el Instituto Nacional de Obras Sociales. El anuncio ni siquiera llegó a discutirse, ya que los fondos nunca llegaron y los vaivenes políticos terminaron rápidamente con esa idea.

   En el año 1983, con el regreso de la democracia, el parque comenzó a recuperar su fisonomía.

La cancha de básquet y, al fondo, el maravilloso gasómetro (ya desaparecido).

   Fue bautizado con el nombre del expresidente Arturo Illia (estuvo en el cargo desde el 12 de octubre de 1963 hasta el 28 de junio de 1966, cuando fue derrocado) y, en 1986, se construyó la pileta de natación que, hoy, permite contar con una concurrida colonia de vacaciones.

   Los vecinos comenzaron a organizarse de manera espontánea para ocuparse de su cuidado y, hoy, su puesta en valor es parte de la agenda del municipio, que ha asumido que es necesario poner la mirada en todos los paseos, atendiendo la importancia que estos tienen desde el punto de vista social, algo que se ha acentuado por la necesidad de espacios libres adecuados como consecuencia de la pandemia por el COVID-19, y que cada cual, con características propias, tiene una historia que merece ser respetada.

Una definición

—“La cantidad y calidad de espacios públicos que encontramos en las ciudades son un reflejo de la madurez y conciencia urbana que han desarrollado las ciudades a lo largo del tiempo”.

—Constituyen una clara representación de la importancia de generar de espacios colectivos para el desarrollo de actividades de ocio, recreación o deporte que toda colectividad requiere disfrutar”.

   La opinión de la Red Latinoamericana de Urbanistas.

Rosas Hermanos

—El barrio de Villa Rosas se originó en el año 1905, cuando Ricardo Martínez Rosas compró una fracción de chacra del ejido de Bahía Blanca y la dividió en manzanas, dando derecho de condominio sobre catorce de ellas a su hermano Emilio.

—El 17 de diciembre de 1905, la sociedad Rosas Hermanos comenzó a vender esos lotes a obreros portuarios y del ferrocarril, asentándose así los primeros habitantes del barrio.

Otra joya

—El rápido crecimiento poblacional, el establecimiento de comercios y de entidades públicas, motivó que, en 1909, el Ferrocarril del Sud habilitara una parada para pasajeros y encomiendas del tren entre Bahía Blanca e Ingeniero White.

—Con el tiempo, esa obra quedó estrecha y en el año 1927 se construyó un nuevo edificio, de una “arquitectura sencilla y sobria”, no “carente de líneas estéticas”.

—La estación, bautizada ese año con el nombre del marino Federico Spurr, hoy abandonada a su suerte, es uno de los bienes más valiosos del patrimonio arquitectónico de la ciudad.