Opinión: Sobre populismos y modelos diádicos
-
Por Marcelo García Dieguez* y Bernardo Blázquez Di Croce**
La política argentina juega a la perinola cada 4 años. El que gana saca “Toma todo” y se siente con el derecho de manejar la economía, la justicia y el destino sin preguntar a nadie.
Hoy en días los embates a la Corte Suprema son un ejemplo de esto. La necesidad de quien hace usufructo del poder ejecutivo, obtenido en 2019, de demostrar su fuerza para someter o amedrentar a otro de los poderes, supuestamente independientes, del Estado.
El Politólogo Andrés Malamud identifica esta forma tan presente en la historia política contemporánea, como el modelo diádico. Es decir, aquel en el que para que unos ganen otros deben perder. Los conflictos se resuelven en forma directa por medición de fuerzas…
Él insiste que la distinción política fundamental no es entre izquierda y derecha sino entre ese modelo diádico y el triádico.
Por oposición a ese modelo en la versión triádica el Estado constituye, “a pesar de todas sus imperfecciones, los más cercano a un juez imparcial. Claro que no es neutral: también los referís son hinchas de algún club”.
Por definición los populistas son diádicos, descreen de la imparcialidad y su lema es “quien no utiliza al Estado a su favor lo sufrirá en contra”. Esto puede verse en populistas de izquierda o derecha. Así señala que pensadores aparentemente diferentes como Marx, Laclau y Mussolini expresan esta mirada.
Respecto a los triádicos, los define como institucionalistas. Promueven el establecimiento de un tercero imparcial, aunque sea por aproximación, para resolver los conflictos. Buscan que las reglas prevalezcan sobre los jugadores. El Estado de derecho debe "domesticar la acción directa para que todos puedan ganar, pero no puedan ganar todo”.
En la historia mas lejana predominaron los modelos diádicos. En la Argentina, tal vez Juan Manuel de Rosas sea la primera referencia clara. Las facultades extraordinarias, que periódicamente le eran otorgadas por parte del poder legislativo a la persona del titular del poder ejecutivo con el argumento de que no estaban dadas las garantías para que primen las libertades individuales no nos parece algo tan lejano en las practicas de varios gobiernos recientes.
El actual gobierno es cultor del modelo diádico de gestión del Estado, como lo fueron los anteriores gobiernos kirchenristas. Esta es una de las característica que esta vertiente del peronismo que se nutre de las características primigenias del movimiento, mas allá de la revisión marketinera y utilitaria de los años 70, que les permitió agrandar su base de sustentación.
Es decir es que tenemos una doble génesis diádica en el justicialismo gobernante el verticalismo primigenio y la simpatía por los movimientos “revolucionarios” latinoamericanos.
El innegable carácter diádico del gobierno daña al Estado y sobre todo a las instituciones que conforman tanto el Estado como la República, llevando a cabo un control sin contraloría de los resortes estatales, menoscabando la calidad institucional y llevando un control personalizado de cada uno de los organismos que conforman el Estado.
No sólo atenta contra la democracia, el parlamentarismo, la república y la transparencia. Atenta directamente contra la nación, la pone en jaque y le suma elementos para que sigamos en esta espiral de decadencia que no nos permite crecer ni progresar.
La discrecionalidad es uno de los fenómenos más característicos de estos gobiernos diádicos, porque descreen de los árbitros, descreen de los jueces que puede aportar el sistema democrático republicano. Pero a su vez la falta de calidad y fortaleza institucional incrementan la decadencia de una estructura institucional que deberíamos modernizar porque ha permanecido intacta desde que fue pensada por la generación del 80.
Pero esta modernización no es apropiarse del Estado sino incrementar la transparencia, fortalecer los organizamos de control, agilizar los procedimientos que aseguren que los que cometen irregularidades sean responsables por ellas y sufran las consecuencias.
Recientemente, la ONG transnacional International Transparency publicó su último ranking de corrupción mundial. Los primeros puestos, con mayor puntaje, están otorgados a los países con mayor transparencia institucional y menores índices de corrupción. Argentina está en una posición nada apreciable, teniendo el mismo puesto e igual cantidad de puntos que China (42), ocupando ambas el puesto 78, siendo incluso superados por el gobierno dictatorial de Cuba.
Es curioso ver que se comparte puesto con una nación con un régimen de partido único, con una burocracia partidaria que le tiene que dar explicaciones al mundo por lo acontecido con la actual pandemia en la que estamos inmersos y que tiene una dudosa política de Derechos Humanos, oprimiendo a minorías religiosas y disidencias con el régimen.
Este modelo diádico no nos ha traído ni progreso, ni prosperidad. Menos que un volumen mayor de producción ni la tan ansiada repartición de la riqueza que tanto han expresado. Sino más bien todo lo contrario, hemos sido protagonistas del crecimiento de tipo elefantiásico de la burocracia del Estado, a punto tal de volverlo ineficiente e inviable, un sistema de clientela política que sólo lleva a la lumpenización de los clientes y al enriquecimiento y sobre carga de lujos y privilegios de los peones ejecutores del sistema.
Es necesario que de una vez por todas se empiece a trabajar sobre la calidad y el respeto a las instituciones del Estado y apuntar a una República fortalecida cada vez más. Lo cual, en este punto, es la única manera de poder salir de este callejón sin salida.
Sin calidad institucional no hay desarrollo posible. Con autoritarismos, menos que menos, la clave radica en un modelo triádico persistente. Un modelo en el que las buenas políticas sean políticas de estado, donde las grandes líneas sean fruto del consenso, un modelo donde las instituciones nos den orgullo, y por sobre todo donde cada poder del Estado cumpla su función. Buscando que los errores se corrijan, pero sin recurrir nuevamente a los viejos esquemas diádicos ante la primera desilusión.
(*) profesor asociado de la Universidad Nacional del Sur, ex director nacional de Capital Humano del Ministerio de Salud de la Nación.
(**) estudiante avanzado del Profesorado en Historia, exasambleísta de la UNS, congresal de Juventud Radical provincia de Buenos Aires.