Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Escenario político: el error más grave en la gestión de la pandemia

Las escuelas trabajan contrarreloj para iniciar una de las actividades más delicadas. Recién esta semana, a días del inicio del ciclo lectivo, empezaron a recibir instrucciones más precisas sobre cómo actuar.

Fotos: Archivo La Nueva.

Maximiliano Allica / mallica@lanueva.com

   Toda crítica generalizada a la gestión de la pandemia es injusta, sea al gobierno nacional, provincial o municipal. La crisis del coronavirus agarró desarmado al mundo y nadie escapa a la improvisación. No obstante, sí valen los debates respecto de cómo abordar el problema porque, por ejemplo, tener una mirada más proclive a los aislamientos o las aperturas, puede contribuir a encontrar una síntesis que mejore el clima social, sanitario y económico.

   A esta altura también queda claro cuáles son las diferencias de matices, incluso ideológicas, en torno a las aperturas o cierres, y cuáles son directamente fallas de tipo operativo. Errores de gestión, funcionarios que no funcionan.

    El ministro Ginés González García se equivoca cuando insiste en hacer proyecciones cuantitativas sobre la vacunación ("todos los argentinos van a estar vacunados para agosto"), pero no tiene la culpa de la demora en la distribución de dosis, un inconveniente que afecta a decenas de países. Es un caso recurrente de problema comunicacional, aunque no operativo, salvo que con el correr del tiempo la campaña de vacunación falle incluso habiendo vacunas.

   También en lo comunicacional, el Frente de Todos erró al entregar la bandera de la reapertura de las escuelas a Juntos por el Cambio. La lógica indica que este año el FdT iba a apostar por la vuelta a las aulas, tomando como referencia lo que sucede en Europa y los países que están atravesando su segundo invierno bajo la amenaza del COVID-19, pero en lo simbólico la está corriendo de atrás.

   Sin embargo, lo verdaderamente grave está en lo operativo. El principal error de los gobiernos de Alberto Fernández y Axel Kicillof desde marzo pasado hasta hoy es que, a 10 días del inicio del ciclo lectivo, la mayoría de los directivos de escuelas apenas entiende de qué manera implementar la indispensable presencialidad.

   Desde fines del año pasado existen protocolos marco, es cierto, pero no llegaban los detalles específicos. Recién el viernes pasado se reunió el Consejo Federal de Educación convocado por el ministro Nicolás Trotta y ese día la titular provincial del área, Agustina Vila, expresó de manera informal que se apuntaba a un mecanismo de rotación semanal de alumnos, aunque dejando abierta la opción a otras alternativas de acuerdo con las características de cada escuela.

   Este miércoles, luego de los feriados de carnaval, se empezaron a enviar las primeras comunicaciones formales de cómo se puede actuar. De hecho, en muchos establecimientos de Bahía Blanca aseguran que todavía les falta información. Las comunidades educativas se preparan contrarreloj para manejar una situación en extremo delicada, con demasiadas preguntas y un puñado de respuestas.

   Como concepto, no está mal que haya un protocolo marco y que cada institución analice cómo adaptarlo en función de sus posibilidades. Sí es un error total no haber adelantado la idea para permitir una mejor elaboración de estrategias por parte de las escuelas. Sobre todo, de las familias. El ritmo escolar es estructurante de la vida familiar.

   Para los niños, niñas y adolescentes de Argentina el reordenamiento académico y la recuperación de los vínculos es un imperativo, después de un 2020 donde la mayor parte del tiempo la única política pública para ellos fue el encierro.

   No puede haber confusión respecto de cuál es la prioridad este año.

Menem, el voto bahiense y la autocancelación

   La semana política también estuvo atravesada por el fallecimiento del expresidente Carlos Menem, el pasado domingo. El recuerdo de su gobierno, el más largo consecutivo de la historia argentina (8 de julio de 1989 a 10 de diciembre de 1999), disparó todo tipo de análisis. Entre los más habituales, la dificultad de la sociedad argentina de hacerse cargo de los gobernantes que elige. Sobre todo, reelige. Ahora, ¿cuál fue la relación del riojano con el electorado bahiense?

   La historia cuenta que en 1989 hubo un virtual empate en Bahía. El radical Eduardo Angeloz obtuvo 55.525 votos contra los 55.445 del candidato peronista, que un año antes había sorprendido al país cuando se impuso en la interna del PJ a Antonio Cafiero. Después no llamó la atención que ganara la carrera a la Casa Rosada contra una UCR groggy por la debacle económica alfonsinista.

   Analizando por separado el voto bahiense, igual queda claro el clima de época. En una ciudad dominada por el radicalismo (Raúl Alfonsín había duplicado en votos a Italo Luder en 1983), donde gobernaba por segundo turno Juan Carlos Cabirón, la pérdida de confianza en la UCR nacional se expresaba en las urnas.

   Más notable fue el resultado de 1995. Luego de seis años de gestión y cuatro de convertibilidad, los bahienses le aportaron a Menem 71.124 votos para su reelección. Sus oponentes José Octavio Bordón (Frepaso) y Horacio Massaccesi (UCR) quedaron muy lejos con 42.154 y 23.276, respectivamente. Sumados tampoco llegaban a alcanzarlo, 65.430 entre ambos.

   Bahía Blanca le dio un claro respaldo a Menem, en aquella elección donde arrasó pese a que "nadie lo votó". Todavía hoy mucha gente se avergüenza de reconocerlo, en especial un amplio sector del justicialismo que pretende barrer bajo la alfombra el dato inocultable de que fue el líder de su movimiento durante más de una década.

   Para ese año ya existían las privatizaciones, las AFJP, las relaciones carnales, los atentados a la embajada y la AMIA, la venta de armas, la Ferrari y la pizza con champán. El gobierno de Menem tuvo algunas luces brillantes (la principal, la consolidación del proceso democrático en Argentina, que en absoluto estaba garantizado para ese momento) y sombras muy oscuras, como la banalización de la corrupción.

   Pero no es motivo de análisis de este artículo la gestión menemista sino el comportamiento del electorado. En ese año 95, donde el presidente ganó los comicios de punta a punta, en esta ciudad batía récords el intendente radical Jaime Linares. Ese año logró 81.196 votos, 10 mil más que el presidente reelecto y 300 más que Raúl Alfonsín en 1983, que hasta ese momento tenía el liderazgo en cuanto a votos recibidos por los bahienses desde la recuperación democrática.

   El candidato del PJ a la intendencia, Dámaso Larraburu, consiguió 45.729 sufragios, 25.395 menos que Menem, lo cual expone un caudaloso corte de boleta de los bahienses en favor del riojano. Se puede inferir que no fue por peronistas sino por sentirse beneficiarios del modelo peso/dólar. Bahía es una ciudad con un porcentaje de clase media superior al promedio nacional.

   Desde 1983 para acá, y pese al progresivo aumento del padrón, Menem se mantiene como el segundo candidato a presidente peronista que más votos recibió en Bahía. El primer lugar es una perla estadística: se lo quitó Cristina Kirchner en 2011, con más de 76 mil, luego de cuatro años de presidencia y ocho de kirchnerismo. Para ese momento ya existían Skanska, la denuncia de Beliz a Stiuso, los fondos de Santa Cruz, candidaturas testimoniales y dibujos del Indec. ¿Bahía es anti K? ¿Sí? ¿No? ¿Depende?

   El voto local para cargos ejecutivos nacionales suele tener atipicidades. En 2007, a la inversa de lo que ocurrió en la suma del país, Elisa Carrió se impuso a Cristina por 63.802 a 47.169, con la curiosidad de que el peronismo ganó la intendencia de la mano de Cristian Breitenstein, ante una oposición fragmentada y un radicalismo que pasó de dominante a vagón trasero luego de la herida autoinfligida por la experiencia de la Alianza.

   Otro ejemplo de la particularidad bahiense fue 2003, cuando Ricardo López Murphy quedó cómodamente delante (44.718 votos) seguido por Carrió (30.320), Néstor Kirchner (25.038) y, en cuarto lugar, Menem (23.711). La segunda vuelta entre los dos últimos nunca se produjo.

   El sesgo antiperonista del electorado local, salvo las excepciones mencionadas, se vio ratificado en 2019. A contramano del resultado nacional, Mauricio Macri llegó a los 100.077 votos (el padrón fue aumentando de forma progresiva con los años, por eso también las cifras), más del 50% de las voluntades, contra 70.115 de Alberto Fernández.

   En el repaso global, aquí Alfonsín le ganó cómodo a Luder en el 83, Angeloz y Menem estuvieron cabeza a cabeza en el 89, Menem y De la Rúa sacaron mucha ventaja en el 95 y 99, López Murphy tenía delantera en el 2003, Lilita se impuso en 2007 (siempre lo recuerda cuando viene a Bahía), Cristina descolló en 2011 y Macri le sacó varios cuerpos al peronismo en 2015 y 2019.

   Respecto de la muerte de Menem, a nivel local, no hubo condolencias ni otro tipo de manifestaciones en las primeras líneas de la dirigencia justicialista. Una especie de cultura de la autocancelación.