Gustavo Alfaro, el mentor de ese campeón inesperado que le hizo un tajo a la historia
Hoy se cumplen 20 años del primer ascenso de Olimpo a la elite del fútbol argentino. Aquel equipo al que todos apuntaban para descender porque tenía el peor promedio, se abrazó a la gloria en la última fecha, tras el 4-0 frente a Instituto en un estadio Carminatti desbordado. “Esa imagen, la vuelta olímpica, lo que significó ese título, no me lo olvido más”, señaló el DT rafaelino que estuvo a cargo de aquel plantel.
Por Sergio Daniel Peyssé / [email protected]
Que 20 años no es nada... El paso del tiempo no hizo mella en el sentimiento de los fieles hinchas de Olimpo, que siguen viendo la película intacta entre recuerdos imborrables e imágenes que, todavía hoy, circulan con acelerador a fondo entre la mente, el alma y el corazón.
El 27 de diciembre de 2001, en plena crisis económica y financiera del país, el humilde conjunto aurinegro daba un batacazo histórico en el torneo de la B Nacional y conseguía su primer ascenso a la elite del fútbol argentino, de la mano de un presidente, Jorge Ledo, que “fumaba abajo del agua”, de un cuerpo técnico moderno y profesionalizado para la categoría y de un equipo de hombres que, con fe y optimismo, logró hacer reaccionar hasta el más pesimista.
No nos olvidemos: Olimpo era el equipo de peor promedio entre los 25 participantes, en una competencia a una rueda (todos contra todos) donde subían dos y descendían siete.
Con un sprint final de 7 victorias en las últimas 9 fechas, el de Bahía llegó al cotejo de cierre dependiendo de sus propias fuerzas. Necesitaba ganar, porque cualquier otro resultado le podía permitir a Quilmes y San Martín de Mendoza (que dicho sea de paso triunfaron en la jornada final) alzarse con ese primer ascenso que te obligaba a descansar hasta mediados de 2002.
El 4-0 a Instituto en un estadio Carminatti repleto fue la antesala de 17 temporadas consecutivas en los planos más relevantes del fútbol argentino, donde Olimpo alternó constantemente entre Primera división y la B Nacional, nada más y nada menos.
El padre del campeón inesperado, de ese once que terminó saliendo de memoria y que tenía una columna vertebral respetada y valorada por su oficio (Gaona en el arco, Mauro Laspada, Ceferino Díaz y José “Cachi” Zelaya) fue el rafaelino Gustavo Alfaro, hoy dirigiendo a la Selección de Ecuador.
“¿Cual es el primer recuerdo que se me viene a la mente? Que fue un hito inolvidable para toda Bahía Blanca, no solo para el hincha de Olimpo”, rememoró “Lechuga”, tal vez el orientador más valorado y venerado en el mundo olimpiense.
En frases, muchas de ellas con un contenido emocional bien marcado, el DT, que en ese momento tenía 39 años y hacía sus primeras armas como entrenador de una categoría áspera y repleta de equipos poderosos, editó pequeños videos que mandó a los distintos medios que requirieron su palabra en esta fecha tan especial. No te pierdas lo que declaró...
— “Fueron muchas y muy variadas las cuestiones que se sucedieron antes, durante y después de aquella gesta histórica. Fue un torneo diferente, con 25 equipos, todos contra todo a una rueda y el líder de las posiciones ascendiendo de manera directa. Ese campeón iba a tener el privilegio de subir a la máxima divisional del fútbol argentino, pero también el castigo de estar seis meses sin actividad”.
— “Después de una mala experiencia en 1997, donde estuve como técnico de Olimpo apenas 23 días (se fue en desidencia con la estructuración del plantel, no estaba de acuerdo con muchas de las determinaciones que tomaba la dirigencia y él siempre argumentó no sentirse a gusto por no poder ser él mismo), en 2001 regresé imponiendo como condición básica que el plantel lo iba a armar yo y que las decisiones relacionadas con lo estrictamente deportivo también iban a correr por mi cuenta. Jorge Ledo lo entendió así, y eso nos permitió trabajar con absoluta libertad, arribando a un final que nadie imaginaba al principio de nuestro proceso: el ascenso”.
— “El plantel se conformó bajo una estricta conciencia de cumplir económicamente con los contratos, porque existía una exigencia de la AFA para que los futbolistas perciban sus salarios en tiempo y en forma. En caso de que eso no ocurra, se hablaba de severas sanciones. Ledo me fue clarito, me anticipó que, con los ingresos por televisación, recursos propios y publicidad, tenía un presupuesto para siete meses, siempre con la idea de armar un plantel competitivo y con pretensiones”.
— “Delineamos una plantilla con jugadores que yo había dirigido en otros clubes y sumamos a otros que habían jugado o perdido alguna final importante. Trajimos futbolistas que les interese ir en busca de un desafío, que se comprometan a afrontar la difícil misión que se le venía a Olimpo en esa temporada”.
— “No solo era soñar con el ascenso, la meta principal, de la cual partimos, era sostenerse en la categoría, y con siete descensos no iba a ser sencillo. Por eso le apuntamos a un grupo de profesionales con jerarquía, experiencia y talento, más allá de tener un plantel equilibrado y con recambios parejos en todas las líneas”.
— “Ese plantel, con ánimo, fe, una capacidad mental admirable y un espíritu de lucha inclaudicable, se debatió frente a innumerables cuestiones, sobre todo de logística, con mucho desgaste entre tantos viajes largos, para sostenerse en un campeonato tan duro y agresivo”.
— “Cuando hacíamos las proyecciones estadísticas, Olimpo, para salvarse del descenso, tenía que estar entre los primeros seis, aunque la distancia entre el vanguardista y el sexto era de dos partidos (6 puntos). Entonces, con el grupo, con el que manteníamos reuniones seguidas, llegamos a la conclusión de que si el equipo estaba preparado para salvarse del descenso, necesitaba ganar dos encuentros más como para ir en búsqueda del ascenso. El objetivo era la salvación, pero solapado a eso, sin grandilocuencias ni haciendo nada de ruido, estaba semioculta la idea de subir en el primer tramo de competencia”
— “Era un plantel nuevo en una competencia compleja. Estudiantes de La Plata nos dio una mano cediéndonos algunos chicos que necesitaban rodaje antes de picar en Primera, los que pudimos acoplar con los de más experiencia y con algunos jóvenes muy potables que estaban buscando un lugar para trascender”.
— “Se armó un equipo competitivo, pero el conocimiento, el ensamblado y el hecho de tratar de plasmar un rendimiento a la altura de una categoría tan exigente como la B Nacional no fue fácil. De principio a fin jugamos con el peso de la tabla del descenso sobre nuestras espaldas, por lo que lo psicológico y la capacidad de los más grandes en mantener el ánimo siempre arriba fue fundamental para que progresemos en un torneo donde el promedio nos taladraba la cabeza todos los días”.
— “Una vez que se armó el plantel, hubo que encontrar un equipo cuyo rendimiento lo mantenga cerca de los puestos de privilegios, como siempre decía yo: que se pueda sostener en el lote de las expectativas. El arranque fue un poco tormentoso, aunque a mi me llamaba poderosamente la atención una cuestión interna del plantel que me hacía ilusionar, tal vez, un poco más que a los demás integrantes del cuerpo técnico”.
— “Muchos aseguran que un equipo con buenos jugadores surgen y se manejan solos, pero yo discrepo, para mi los equipos que trascienden necesitan de un plus que se origina de su impronta, de la identidad que genera ese grupo o plantel. Y ese Olimpo tenía una vida interna muy intensa y entrañable, todos se llevaban bien y no existían los egos personales”.
— “Cada vez que había un cumpleaños o alguno de los muchachos organizaba algo, iban todos, incluso con sus familias; había una unión que llamaba la atención, porque la mayoría se habían conocido ahí, en Olimpo. La comunión y el trato familiar entre ellos iba más allá de una cuestión deportiva, no existían distinciones entre titulares y suplentes. Era un grupo fuerte, que tenía bien claro lo que debía pelear, con una fortaleza interna que se ponía de manifiesto constantemente, sobre todo a la hora de saltar al campo de juego”.
— “El día del ascenso, en el hotel donde concentramos o en la calle, se percibía una mezcla de euforia e ilusión; no había un bahiense que no te transfiriera ese sentimiento genuino, el que finalmente ese plantel hizo trascender fronteras afuera de la ciudad, porque muchos conocieron lo que generaba Olimpo viendo la felicidad del hincha tras un ascenso que en gran parte del torneo había sido una utopía”.
— “Ese día no había nadie que no se sintiera identificado con la posibilidad latente de jugar en Primera división. Los jugadores sabían que las finales no se juegan, se ganan, y estaban preparados para dar el gran zarpazo de la historia”.
— “Para llegar a la final habíamos recorrido un camino muy largo, y la mayor motivación que podíamos tener era mirar para atrás y comparar el punto de partida y las dificultades que habíamos tenido en ese comienzo con el presente que nos estaba tocando vivir, a 90 minutos de la gloria. Cuando los jugadores fueron a hacer la entrada en calor, en el vestuario, la radio avisaba que Racing salía campeón después de 35 años. Ahí bajé la cabeza y pensé en voz baja: `ojalá nos toque a nosotros también, porque al igual que Racing tenemos motivos de sobra para ganar y festejar´”.
— “Horas antes del partido, el estadio estaba encendido con hinchas eufóricos. El calor, el amor, la ansiedad y la emoción del pueblo olimpiense te aceleraba la adrenalina, pero era esencial no perder la concentración. Más allá de lo que se estaba viviendo, siempre estuve tranquilo, porque nos habíamos preparados al cien por ciento, pitaba un árbitro (Héctor Baldassi) que se encontraba a la altura de las circunstancias y todo el tiempo se daban señales que presagiaban el mejor destino”.
— “Cuando me iba a sentar en el banco de suplentes, escucho que Quilmes le empezaba a ganar a El Porvenir y que, en ese instante, nos superaba en la tabla de posiciones. Antes de que la pelota se ponga en movimiento, ya estábamos obligados a ganar, aunque hicimos todo lo que estaba a nuestra alcance para que los jugadores no se enteraran de que el cervecero estaba arriba en el marcador”.
— “Olimpo afrontó el partido con muchísimo convencimiento, como un grande de verdad. Los jugadores estaban metidos, comprometidos, identificados con una causa que nos hacía bien a todos. Mostraron personalidad, amor propio, talento... ¿Qué más decir? Fue uno de los planteles más lindos que me tocó dirigir en mi carrera profesional; fue una experiencia maravillosa, por el nivel competitivo y por la buena gente que demostraron ser. Sí, nombres extraordinarios que marcaron un hito relevante en Olimpo y en el fútbol argentino”.
— ”Tras ese 4-0, donde Olimpo mostró solidez y solvencia, nos abrazamos entre todos y sentimos esa sensación placentera del deber cumplido. Si te enfrentás a un desafío, por más complejo que pueda ser, sabés que lo podés llegar a cumplir, sobre todo cuando ese patrón interno potencia a la intuición y vos le hacés caso. Ese plantel se plantó para cumplir el doble objetivo: mantenerse en la categoría y ascender; y salió todo más que redondito”.
— “Recuerdo los momentos más lindos, los festejos, los abrazos, los llantos, la invasión del público a la cancha; percibir cara a cara con los hinchas esa pasión, alegría y emoción que no se ven todos los días. Era ese grito contenido desde Bahía Blanca hacia todo el país, dando una muestra viva de lo poderoso que es el fútbol del interior. Fue una de las conquistas más fuertes y emotivas que me ha tocado vivir en mi carrera como técnico profesional”.
— “Más allá de los vaivenes y de algunas derrotas dolorosas como local, el equipo siempre tuvo personalidad para saber donde estaba parado. Con el paso de los partidos fue consiguiendo solidez y soltura; en definitiva un perfil de elenco duro, combativo, con la idiosincracia de hacerse fuerte ante cualquier eventualidad”.
— “Ganamos partidos picantes, como ante Atlético Tucumán o Rafaela, ambos de visitante, pero hubo uno que marcó un quiebre para nuestras aspiraciones: ante El Porvenir que orientaba Caruso Lombardi, que ganamos 1-0. Fue cuando nos dimos cuenta de que podíamos pelear por el puesto más importante, un triunfo que nos puso en órbita hacia el objetivo”.
— “Fue un plantel resistente a las adversidades, a la competencia en sí misma, y en ese sprint final, cuando más caliente se puso el torneo, Olimpo transformó su cancha en una fortaleza. Hubo un perfecto intercambio de sentimientos con el hincha, que se sentía plenamente identificado con el equipo. Los jugadores generaban ilusiones y el aliento de la gente ayudó a que nunca se gasten las energías. En un momento, la utopía se fue transformando en realidad y nos dimos cuenta que el ascenso estaba al alcance de nuestras manos. Fue cuando sentimos que podíamos, que nadie nos iba a sacar la ilusión de poder ascender”.
— “Después de correr desde atrás, cuando nos metimos en zona de pretensiones, fortalecimos el alma para ir por todo. Y teníamos aire para esa arremetida, para dar el salto de calidad y hacer realidad el sueño de todos. Era posible, con jugadores que estaban dispuestos a dar todo por el objetivo y los más grandes que no querían que se les pase por alto la oportunidad de sus vidas. Tratamos de mentalizarnos en las señales, si la historia se abría era por algo, si habían llegado hasta ahí tenían que salir campeones; era el momento de pensar en lo bueno y en lo malo, en todo lo que habían sufrido para llegar hasta ahí, y ponerlo de manifiesto en un partido donde iban a ser banca desde el arranque”.
— “El esfuerzo de los jugadores fue tremendo, verdaderos héroes con hambre de gloria, que alegraron y agigantaron el prestigio de un club y de toda una ciudad. Eso es algo que no me voy a cansar de repetirlo”.
— “Después del ascenso no tuve el privilegio de seguir al mando del equipo en Primera; me hubiese gustado pese a que no me dieron la chance. Pero cada vez que volví dirigiendo a otros equipos fui ratificado con el amor, el afecto y la cordialidad que ya me habían demostrado en aquel proceso feliz de 2001”.
— “Ese ascenso fue un logro que marcó, sin lugar a dudas, el resto de mi carrera. A ustedes aurinegros, los quiero, los llevo eternamente en mi corazón; fue el logro más significativo en mi carrera como entrenador. Ojalá Olimpo vuelva al lugar que nunca debió abandonar”.
La anécdota
“Cuando me subieron en andas en pleno festejo, sentí que me metían la mano en el bolsillo del pantalón para robarme la billetera. Entre tantos gritos y abrazos no reaccioné, y tampoco me importó porque habíamos logrado el ascenso, aunque después me puse a pensar en el docuemento y en las tarjetas, no quería hacer todo de nuevo. Por un aviso radial y la rápida movilización de la dirigencia, la billetera apareció con toda la documentación (pero sin el dinero) en el hotel Argos. Fue un alivio, aunque nunca más entré a un partido final con la billetera encima...(risas)”.