Bahía Blanca | Jueves, 03 de julio

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La historia de Sonia, mucho más que verse bien en un espejo

Atravesó un cáncer de esófago y utilizó cascos de gel frío para mantener su cabello más allá de las cinco sesiones de quimio y treinta de rayos.

Por Silvina Juárez / Especial para La Nueva 

 

   Sonia Scheider atravesó el cáncer, utilizó los cascos de gel frío y logró mantener su pelo durante todo el proceso de quimioterapia. Casi sin proponérselo, hoy se convirtió en una de las referentes de la Agrupación Quimio con Pelo en Bahía Blanca.

  En diálogo con Gente de Palabra, por CNN Bahía (FM 96.3), se animó a contar la historia en primera persona, acentuando que conservar el pelo es mucho más que un tema estético. Tras el diagnóstico repentino de cáncer de esófago, en enero de 2019, y con el impacto que ello significó en su vida, Sonia no se quedó quieta. Se convenció de que ella misma tenía que asumir la situación y atravesarla lo mejor posible. 

   “Ni siquiera tenía síntomas importantes, es más, yo misma le pedí al médico que me hiciera una endoscopia porque tenía un poquito de ardor al tragar. Cuando vi el resultado no lo podía creer: cáncer de esófago".

   “Mis hijos dicen que soy una topadora, y aunque es verdad, fue un momento durísimo. Sobre todo porque socialmente, el cáncer está rotulado como un certificado de defunción. En las películas, o en la literatura, el golpe bajo aparece, muchas veces, con el cáncer. Hay que saber y tener en claro que, con diagnóstico temprano, el cáncer es una enfermedad que tiene cura”.

   “Mientras yo me ocupaba de mantenerme fuerte, acudir a los turnos y exámenes médicos que me parecían eternos, mi hermana decidió no separarse de mi lado y ayudarme con esta otra parte: la de preservar el pelo. No se trata de una banalidad, o una simple cuestión estética. Perder el pelo te expone. Vos podés padecer cualquier otra enfermedad y pasar desapercibido, pero si tenés cáncer y perdés el pelo quedás expuesto todo el tiempo. Siempre sos observado”.

   Silvia, hermana de Sonia, encaró el tema con mucha seriedad, buscó en internet, estudió cada una de las posibilidades que encontraba en redes hasta descubrir a Paula Estrada y sus cascos fríos.     

   Este método, todavía desconocido por muchas personas, está aprobado por la ANMAT y actúa enfriando los capilares de manera continua para que las drogas utilizadas en quimioterapia no debiliten y destruyan el pelo. Producen vasoconstricción en los vasos sanguíneos del cuero cabelludo, lo que permite que la quimioterapia llegue en menores concentraciones a los folículos pilosos, y por consiguiente evita sus efectos tóxicos en las células foliculares.

   “Se utilizan los geles azules, que muchas veces son indicados para lesiones musculares. Se van ubicando de tal forma que cubran la totalidad de la cabeza y se unen con cinta de embalar. Así se forma un casco, que hay que conservar en el freezer.

   “Hay que empezar a usarlo una hora antes de la quimio, mantenerlo puesto durante la quimio y hasta una hora después. Es por eso que es necesario más de un casco por persona. Además, deben estar siempre bien congelados, por lo que también se necesita bastante espacio en el freezer. Me acuerdo que al principio, pedíamos prestado un lugar en el freezer de los vecinos y amigos, hasta que pudimos tener el propio".

   La cantidad de cascos por persona dependerá del tiempo que dure el tratamiento de quimioterapia. Si es muy extenso, se deben ir recambiando los cascos ya que no deben perder el frío. Por eso es necesario el acompañamiento de alguna persona, familiar o amigo que permanezca cerca para poder realizar el recambio. 

   “En mi caso, mi hermana Silvia fue mi bastión. Desde el comienzo estuvo a mi lado. No sólo investigó, sino que también estuvo conmigo en los momentos de quimioterapia, en los que había que poner y sacar los cascos, llevar la heladerita de camping para conservarlos, y compartir esos momentos que, de haber estados sola, habrían sido mucho más difíciles”.

   Sonia se sometió a cinco sesiones de quimio y treinta de rayos. No perdió el pelo. Y sus médicos decidieron que no necesitaba cirugía. Sin embargo, a los meses, cuando se realizó un chequeo de control, las células malignas volvieron a aparecer. 

   “Fue otro gran golpe. Es muy duro que después de haber avanzado tanto y encarado la enfermedad con mucha esperanza, te vuelvan a decir que sigue ahí. Pero mi gente no me dejó caer”.

   Así que empezaros todo de nuevo. Sonia nunca estuvo sola, y de a poco se volvió a crear el sostén para seguir avanzando. 

   “Otra vez mis hijos para darme fuerza, mis amigos para contenerme, mi hermana en cada detalle y mi exmarido, que desde el comienzo se movió por todos lados hasta conseguirme el freezer adecuado para congelar mis cascos. Entre todos hicimos un gran equipo”.

   Con este nuevo diagnóstico, Sonia se enfrentaba a dos opciones bien marcadas: una, la cirugía, que implicaba un porcentaje de riesgo; la otra, una resección esofágica, nada invasiva, ambulatoria. 

   “Los médicos del Hospital Favaloro recomendaron ir por esta última opción y, si bien fue difícil decidir, me definí por este procedimiento. Gracias a Dios todo salió bien. Le agradezco tanto a los doctores, que casi se tornan familia en esa instancia, y a Mónica Iriso, mi médica de acá, de Bahía Blanca, quien en todo momento aceptó trabajar en equipo con los médicos de Buenos Aires, del Hospital Udaondo y Hospital Favaloro".

   “Me hicieron la resección y salió bien. No se puede explicar algo así, no me alcanzan las palabras. Sólo emoción”.

   Hoy, Sonia no sólo mantiene su salud, sino que también conserva su pelo, su energía y ganas de seguir y contar que se puede. 

   “A la salida de una consulta médica, justo me crucé con una paciente que estaba realmente muy mal. Entre tanta angustia por su enfermedad, también se le sumaba la situación de que iba a perder el pelo. No pude evitar contarle mi experiencia. La probó y también le dio resultado. Luego vino otra mujer y otra y otra… Fue una cadena que se fue formando sin querer". 

   “En una ocasión, Luciana del Hacha, probó los cascos y tampoco perdió su cabellera. A ella, el método le sorprendió tanto como a mí. Así que se sumó a difundirlo. Hizo un Face y un Instagram, para que nuestro testimonio llegara a más pacientes. También compartimos videos explicativos, acciones comunitarias… De repente, nos encontramos asesorando a personas de distintos lugares, las ayudamos a conseguir los geles, nos pasamos contactos y nos vamos ayudando a afrontar este todo este proceso”.

   Mucho más que verse bien frente al espejo. Mucho más que no perder el pelo. Vivir la vida con sus vaivenes aferrándose a quienes hacen de los contratiempos un motivo para unirse y encontrar la manera de salir adelante. 

   “Entre todos es más fácil. El amor nos va acompañando y ayudando a sanar”, finalizó Sonia.