Que empiece la función: una familia pampeana levantó su propio “Paradiso”
El médico neurólogo Miguel Ángel Martín, de Winifreda, y la psicopedagoga María Inés Di Menza, de capital federal, edificaron en Santa Rosa, donde residen desde hace años, la sala de teatro más grande de La Pampa. Comenzaron hace 11 años y están a punto de correr el telón.
Anahí González
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Hace 11 años, ahí donde solo había un terreno con malezas, dos soñadores y amantes del arte, imaginaron un teatro: la sala más grande de Santa Rosa; de hecho, la más grande la provincia de La Pampa.
Vieron, en aquel trozo de llanura desierta, erguirse las butacas rebosantes de espectadores, el telón abierto, la función en danza, los eufóricos aplausos, la caricia de la música en los oídos y el corazón expectante de los artistas, murmurando tras bambalinas.
Y con esta visión, con una gran ilusión, pusieron manos a la obra y a lo largo de todo este tiempo, no bajaron los brazos.
El matrimonio junto a sus nietos y su hija Lucía.
El médico neurólogo Miguel Ángel Martín, nacido y criado en Winifreda y su esposa, la psicopedagoga María Inés Di Menza, oriunda de capital federal, comenzaron a construir paso a paso, junto a sus tres hijos, un sitio con mayor capacidad que el Teatro Español, que hasta el momento, era el más grande de Santa Rosa.
La idea, desde el inicio, fue acompañar a este invaluable y tradicional espacio, una “joyita” de la cultura local, sumando infraestructura y oportunidades tanto para quienes viven del arte como para quienes lo disfrutan en todas sus expresiones.
Hoy, Paradiso, está de pie. Dejó de ser una semilla para convertirse en un frondoso árbol que floreció y está a la espera de poder compartir sus frutos con cada habitante y visitante que así lo desee.
Miguel Martín comentó que la obra está prácticamente culminada.
“Están todas las butacas puestas, hay un buen espacio entre ellas, los pasillos son amplios y el escenario tiene una amplia boca de 20 metros por 12, es decir de más de 200 metros cuadrados”, comentó.
“Somos optimistas respecto a la pronta inauguración porque La Pampa tiene una población de baja densidad y casi todas las actividades, incluidas las gastronómicas, ya están permitidas” señaló respecto al escenario vinculado a la pandemia de Covid-19.
Paradiso es un teatro inclusivo adaptado con rampas y suaves declives –sin escalones- para que tanto los espectadores como los actores que tengan alguna discapacidad no encuentren inconvenientes para acceder a la sala principal, al escenario, vestuarios y sanitarios.
“Siempre lo pensamos como un proyecto a largo plazo para no autoexigirnos. La idea era disfrutarlo en familia y no padecerlo”, dijo el médico.
La inversión se realizó a través de ingresos familiares y con la ayuda de algunos créditos.
El proyecto contó con la guía y asesoramiento del empresario teatral Carlos Rottemberg quien los recibió muy amablemente, en varias oportunidades, y les contó de sus inicios en un “galpón disfrazado”, un espacio que alquilaba con butacas plásticas.
“No es un espacio lujoso, es lo que pudimos hacer. Las cosas las fuimos consiguiendo de a poco: se desarmó un multicine en Córdoba y conseguimos las butacas, alfombras y puertas”, contó el profesional.
“Rottemberg nos dijo que quizás no fuera una gran inversión económica pero ver felices a los vecinos y sentir su agradecimiento por ver a actores y obras que no hubieran imaginado que iban a ver, sería tan grande que todo el esfuerzo valdría la pena”, destacó.
El empresario mostró a la pareja el Multiteatro porteño, compartió fotos de los nuevos espacios montados en Mar del Plata y, junto a su hijo, corrigió los planos de la familia que reside en Santa Rosa desde hace muchos años.
Esto simplificó el costo de la construcción y posibilitó a los emprendedores conocer otras obras, teatros, camarines y modificar los planos según las necesidades.
Tal era el compromiso con el proyecto que la pareja iba a los teatros con un metro para tomar las medidas de todo lo que encontraban al paso.
Respecto al nombre, no hubo disenso: ambos aman la película Cinema Paradiso, dirigida por Giuseppe Tornatore y con música de Ennio Morricone, dos realizadores entrañables de la cultura italiana e internacional
En la película, un clásico indiscutido, el pequeño Toto, en tiempos de Postguerra, descubre el cine de la mano de Alfredo, un hombre que le enseña mucho más que a proyectar cintas de película. Valores como la amistad, la solidaridad y el coraje unen a los personajes por sobre las diferencias generacionales así como la pasión y amor por el arte, que revela en su hacer, el ser.
En un viaje a Sicilia, Miguel y María Inés conocieron la bicicleta en la que Alfredo llevaba a Toto por el pueblo y visitaron el Teatro Massimo, donde se filmaron escenas claves de la saga El Padrino, que inmortalizó a los Corleone.
Miguel y María en el Teatro Massimo de Sicilia.
Para María Inés, ávida lectora y amante del cine, concretar Paradiso habla del aprecio de la familia por la cultura en todas las ramas.
“El arte siempre siempre fue un espacio de sosiego y de estímulo para nosotros”, comentó.
Sus hijos Lucía (32), Lucas (30) y Tomás (23) tienen inquietudes artísticas vinculadas al baile, el teatro, la fotografía y literatura y colaboraron con mucho entusiasmo con esta iniciativa.
“Pasan los años y seguimos aprendiendo. Siempre aparece el desafío de la novedad y la curiosidad por algo”, comentó.
Comentó que si bien desde hace algunos años la movida cultural creció en Santa Rosa y circulan espectáculos que antes solo podían verse en Buenos Aires, Mar del Plata y Carlos Paz, muchos elencos no recalaban en la ciudad porque necesitaban un escenario mayor para el despliegue.
“Pensar en traer obras de otra envergadura, como musicales, que necesitan de un mayor despliegue y otro tipo de escenario, fue un aliciente. Así complementamos el gran trabajo que hace el Teatro Español”, dijo.
Por qué el escenario se llamará “Pedro Di Nardo”
Pedro Di Nardo fue un profesor de teatro del colegio secundario de Winifreda, pueblo natal de Miguel Martín, que inspiró a todos por su gran conocimiento por esta disciplina, compromiso y el amor que supo transmitir.
Llegó en 1981, por iniciativa del rector Alejandro Baluth, arrancó con dos obras breves de Alejandro Casona, siguió con Florencio Sánchez y hasta se animó a Moliére, algo impensado para un pueblo rural de 3 mil habitantes.
Di Nardo (izq.), Baluth y Martín.
“Fue un hombre que nos marcó mucho. Viajaba desde Santa Rosa a Winifreda y logró formar un gran grupo. Hicimos presentaciones en el colegio, en el club social del pueblo y llegamos hasta nuestro ‘Broadway’, que era el Teatro Español”, comentó Miguel.
En aquellos momentos, la escenografía era muy artesanal y se confeccionaba con la ayuda de todo el pueblo. Este quehacer colectivo tan entusiasta, los personajes, todo quedó grabado en el corazón de Miguel, quien hoy logró plasmarlo en un gigante con paredes ansiosas por abrazar y extender más sueños.
En primera persona
Winifreda: pueblo chico, donde se hace teatro a lo grande (*)
Hace unos días mi hermano me hizo escuchar un mensaje que le había enviado Miguel Martín. Pablo lo había contactado porque una periodista amiga quería entrevistarlo debido a la gran sala de teatro Paradiso que Miguel lleva varios años construyendo en Santa Rosa. En el audio Miguel comentaba que la semilla de su amor por el teatro había sido sembrada por las obras que junto con mis compañeros de secundario habíamos “puesto en escena”, experiencias teatrales que tuvieron lugar en Winifreda, pueblo mágico de La Pampa donde los tres disfrutamos y sufrimos nuestra infancia y adolescencia.
Al escuchar la grabación mi mente voló hacia el verano de 1974. De repente estaba sentado en un teatro de Buenos Aires viendo Equus, la famosa obra de Peter Shaffer, interpretada en esa ocasión por Miguel Ángel Solá. Me impactó tanto esa obra que salí de la sala dispuesto a representarla en Winifreda con mis compañeros de tercer año del secundario con la excusa que su realización nos serviría para juntar el dinero necesario para el famoso viaje de egresados.
Cuando le comentamos la idea a Alejandro Baluth, el rector del colegio secundario y profesor de literatura, nos recomendó sabiamente que empezáramos con alguna de las obras de Alejandro Casona. Las leímos todas y nos decidimos por “Prohibido suicidarse en primavera”. Como no teníamos donde ensayar le pedimos permiso al rector para hacerlo en el salón de actos del colegio y allí comenzamos. La dirección la hacíamos nosotros mismos. Ensayábamos diariamente agregando una escena nueva cada día.
Mariel Turello y Alejandro Curino.
Como dice el dicho, pueblo chico, infierno grande. Surgieron comentarios en contra de nuestros ensayos y la secretaria del colegio influyó para que nos retiraran el permiso de ensayar en las instalaciones del instituto. Pero no nos iban a detener. Continuamos ensayando en el garaje de la casa de uno de los compañeros. Obviamente en Winifreda, que es un pueblo pequeño, no había sala de teatro, por lo que tendríamos que representar la obra en el salón del Club Social y Deportivo.
El problema era que el escenario del salón del club no tenía ningún tipo de escenografía. Tampoco eso nos detendría. La fabricamos nosotros. Las paredes eran de madera y lienzo pintado. La utilería eran muebles y objetos de nuestras propias casas pese a la reticencia de nuestros padres. La iluminación se la pedimos a Manolo Matalía que era electricista y que nos hizo todo gratis, lo que le valió quedar como encargado de iluminación del grupo teatral.
Horacio Mayer -el diablo- y Alejandro Curino, en escena.
Y finalmente llegó el día del estreno, el salón del club estaba repleto, a pesar de los nervios que teníamos no nos equivocamos en una sola palabra ni olvidamos un solo párrafo. Nos aplaudieron de pie durante largos minutos. La secretaria del colegio, que tanto había hecho para que no siguiéramos ensayando, nos vino a saludar y felicitar al finalizar la obra, lo que interpretamos como un pedido de disculpa y juro que no le guardamos rencor.
Para el año siguiente ya éramos actores experimentados así que ensayamos y pusimos en escena otra hermosa obra de Casona, La barca sin pescador. Y esta vez, luego del estreno en Winifreda, “salimos de gira” para representarla en varios pueblos de la zona.
De la escenografía participaba todo el pueblo.
Con mucha satisfacción, unos años después de finalizar el secundario, en un viaje a Winifreda, tuve la oportunidad de ver una excelente presentación de El avaro de Moliére, representada también por alumnos del mi colegio secundario. Esta vez les habían permitido ensayarla y representarla en las instalaciones del instituto y hasta tenían un profesor de Teatro, Pedro Di Nardo. Habíamos logrado vencer las resistencias pueblerinas.
Como dijo mi hermano cuando me hizo escuchar el audio de Miguel Martín parafraseando el proverbio chino que a menudo se cita como epítome de la teoría del caos: el aleteo de una mariposa en Winifreda puede provocar, muchos años después, que se construya una gran sala de teatro en Santa Rosa.
Ah, me olvidaba, la plata que recolectamos con la obra nos alcanzó para pagar el viaje de egresados.
(*Alejandro Curino, investigador del Conicet, docente de la UNS y presidente de la Sociedad Argentina de Investigación Científica.)