Bahía Blanca | Miércoles, 15 de mayo

Bahía Blanca | Miércoles, 15 de mayo

Bahía Blanca | Miércoles, 15 de mayo

La noche que Bahía Blanca le ganó a las estrellas del mundo

   En julio de 1968 el seleccionado bahiense venció al poderoso All Stars Gulf Oil. Fue una noche de gloria, con un pase mágico de Cabrera, un minuto fantasma de Danussi y una foto única del trío más mentado.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

 

“Juntos, luchábamos contra el mundo entero”, Bill Américo Brusa

 

   Bahía Blanca tiene escritas varias páginas de gloria en la historia del básquet. Muchas y valiosas, algunas que han marcado a fuego a la ciudad en su consolidación como capital nacional de ese deporte.

   Uno de esos momentos destacados ocurrió en julio de 1968, cuando uno de los equipos más poderosos y modernos en la práctica del deporte llegó a la ciudad para disputar un amistoso contra el seleccionado bahiense.

   Se trataba de un combinado norteamericano al que se conocía como All Stars, y que adicionaba el nombre de la empresa que los auspiciaba. En su visita a Bahía Blanca ese lugar lo ocupó la Gulf Oil, una de las petroleras más importantes del planeta.

   All Stars era un seleccionado de norteamericanos que recorrían el mundo jugando partidos y poniendo en la vidriera a sus integrantes, para que cualquier club interesado pudiera contratarlos. No eran del tipo Globber troters ni tampoco un mero armado publicitario. Sus jugadores eran reclutados luego de una estricta selección, algunos con condiciones para aspirar a la NBA, otros destacados de lugar universitarias, otros simplemente interesados en jugar fuera de su país. Practicaban un básquet moderno y novedoso y sus integrantes generalmente superaban los 2 metros de alto. Salvo al enfrentar a seleccionados nacionales, eran poco menos que invencibles.

   En julio de 1968, contratados por el club Estudiantes de nuestra ciudad en 900 dólares más traslado y estadía, el All Stars Gulf Oil llegó a Bahía Blanca, modesta ciudad del interior, con jugadores amateurs que jugaban torneos locales. Nada que preocupara demasiado, algo más que un entrenamiento.

Los nuestros

   La única medida que tenía el básquet bahiense en esa época era el torneo Argentino, que se disputaba durante una semana en alguna ciudad del país. Bahía Blanca era la ciudad que más jugadores aportaba al seleccionado de provincia de Buenos Aires, ganador de las últimas dos ediciones de ese torneo y que había resignado el título aquel año. No había mucho más para mostrar. El resto eran especulaciones. Por eso un amistoso contra un All Stars significaba una medida auténtica y contundente para saber que tan alto era el nivel de los nuestros, que tan cierto era que eran jugadores de elite.

   La cita fue la noche del 30 de junio de 1968, en el estadio Osvaldo Casanova del club Estudiantes. Estaba completo. Para ver a los yanquis, para ver a los propios. Era el debut de ese equipo en la Argentina, antes de viajar a Buenos Aires para, en el Luna Park, enfrentar a una suerte de seleccionado nacional.

   Cuando el Gulf entró a la cancha los jugadores bahienses no pudieron menos que sorprenderse. “Qué lungos son”, dijo Atilio Fruet, quien con 26 años era el veterano del equipo.

   Siete de los 12 integrantes del plantel visitante superaban los dos metros de altura.

   Del lado local, la inicial con Atilio Lito Fruet, Alberto Beto Cabrera y José Ignacio el Negro De Lizaso,  más Jorge Cortondo y Roberto Ojunián. Completaban el plantel Tito Lousteau, Castaldi, Poloni, Norberto Tomás, Santa Cruz y Amodeo.

   La selección tenía una altura media de 1m87 23 años de edad y los dirigía Carlos Danussi. Los árbitros eran bahienses, Rodolfo Gómez y Jorge Tognini.

   En la tribuna, expectantes por ver a los All Stars, se podía ver a dos técnicos de jerarquía: León Najnudel y Casimiro González Trilla, llegados para la ocasión.

   Pelota al aire, el salto ganado por los yanquis, el estadio en silencio.

El secreto a voces

   Bahía Blanca se presentó aquella noche como “Estudiantes reforzado”. Una rareza, porque se trataba de la selección. De hecho del quinteto inicial solo Cabrera pertenecía a la entidad Alba. Fruet y De Lizaso jugaban en Olimpo, Cortondo en El Nacional y Ojunián en 9 de Julio.

   “A lo sumo se puede decir que era Cabrera reforzado”, bromea hoy Carlos Danussi, por entonces técnico albo y en el banco del seleccionado.

   Es de pensar que el técnico visitante, el mítico Jim McGregor, inventor de los All Stars, primer promotor de jugadores, no creyó que el partido ofreciese demasiadas complicaciones. De hecho dejó en el banco a alguno de sus titulares, convencido de que ningún club bahiense estaría interesado en contratarlos y sabiendo que les esperaba un partido al día siguiente, en Buenos Aires.

   Pero pocos minutos de juego le alcanzaron para entender que el equipo bahiense era algo más que un equipo amateur.

   De poco le sirvió la mayor altura de sus jugadores y su aceitada táctica de defensa y contraataque. La fuerza de Fruet y De Lizaso, que poco respeto mostraron, y la conducción de Cabrera, dejaron en claro que sabían a que se jugaba.  Más el resto que sumaba, peleaba, empujaba.

Gómez mira como Ojunián le gana la posición a un jugador del Gulf.

   Jorge Cortondo, que había debutado ese año en el seleccionado bahiense, recuerda poco de aquel partido de hace más de 50 años, de la que define como “una década fantástica del básquet local”. Si bien relativiza la calidad del Gulf Oil nada quita a lo extraordinario de aquel triunfo.

   “No era un equipo de la NBA, capaz era de segunda línea en Estados Unidos. Pero eran muy altos, mientras que nosotros muy jóvenes y con mucho entusiasmo”. ¿Cómo hacían para jugar contra un equipo profesional –vivían para el básquet—y con jugadores de más de dos metros?. Cortondo se rie, porque él, con su metro noventa, jugaba debajo del aro con Fruet, eran los lungos. “Nos la rebuscábamos como podíamos. La única estrategia que teníamos era evitar que ellos llegaran al aro, los trabamos antes para que no se acercaran”.  

   Otro componente era el trabajo previo del técnico Danussi.

   “Nos preparaba psicológicamente para esos partidos, nunca nos sentíamos menos”. No deja de ser llamativo, visto a la distancia, hablar de una preparación adecuada cuando el seleccionado bahiense se juntaba unos días antes del partidos, con un par de entrenamientos a la noche, cuando cada integrante dejaba su trabajo. “La realidad es que así y todo le hacíamos fuerza a todos los equipos que venían a Bahía. Si no aparecía Lito o el Negro (De Lizaso), aparecía Beto, eran tres fenómenos. Nosotros acompañábamos”, agrega.

Cortondo deja paso a un jugador visitante. Fruet y Ojunián esperan el desenlace.

El partido

   Aquella noche no había otra manera de jugarle al Gulf que sumando al talento mucho de empuje y garra. El diario La Nueva Provincia lo dijo sin vueltas ni tapujos al día siguiente: “El encuentro tuvo pasaje de juego muy fuertes, para nosotros casi violento y con roces poco amistosos”. Aunque dejó en claro que nadie se quejaba, una suerte de consigna de “a no llorar” por parte “de los dos bandos”.

   El partido fue parejo desde el comienzo. El público lo percibió y no dejó de alentar. Más que parejo: el dominio del local fue claro. Con Fruet indetenible, abajo y arriba, De Lizaso a pura potencia y descaro, Cabrera en un día regular pero sin desentonar.

   De Lizaso, desde Necochea, pide disculpas por no aportar demasiados comentarios sobre aquel partido.

   “No recuerdo mucho de ese encuentro en particular”, se sincera, al punto que tuvo que repasar los recortes del diario que le mandamos para “redescubrir” aquella jornada.

   “Eso no era Estudiantes reforzado, se sorprende, éramos todos de Olimpo”, indica.

   En realidad faltaban un par de años años para que Cortondo y Ojunián se sumaran al aurinegro.

   El primer tiempo fue lapidario: 40 a 28 para Bahía Blanca, un resultado inesperado y por encima de toda expectativa. Por el alto goleo local, por el poco goleo visitante. Faltaba la otra mitad, claro, y el Gulf salió a jugarla con sus titulares, ya sabía que la cosa era en serio.

Cabrera en el piso, marcado al centímetro. Lousteau (7) mira desde lejos.

   César "Tito" Lousteau, fue el primer suplente aquella noche. Jugador de Sportivo Bahiense, anotó tres puntos. Tampoco es un partido que tenga en la memoria.

   “Es raro, porque en general me acuerdo hasta de los puntos que hice en cada juego importante. Pero de este no tengo recuerdos”, señala.

   Al igual que Cortondo, explica de manera general como se las arreglaba Bahía para compensar la diferencia de altura con estos equipos.

   “Era simple: cuando había uno alto nos poníamos uno adelante y otro atrás y lo agarrábamos, los empujábamos: no tenía que recibir la pelota. Cuando la bajaba ya estábamos ahí”, resume. Para luego agregar un detalle no menor: “éramos jóvenes y ágiles”. No es necesario apuntar que son dos buenos condimentos pero que sin talento y mentalidad ganadora son insuficientes.

Segundas partes fueron buenas

   A poco de comenzado el segundo tiempo Mc Gregorg protestaba contra cada decisión del arbitraje, más allá de la excelencia de Gómez y Poloni. Pero sabía que necesitaba más que eso. Por eso arrancó con todos los titulares y ensayó algo que descolocó al seleccionado local: la marca a presión, la marca personal y asfixiante.

   Los All Stars jugaban en general con cuatro jugadores afuera y un centro debajo del cesto. Los exteriores movían la pelota ​y se ubicaban en el lado opuesto al pase. Su estrategia consistía en dejar al atacante mano a mano con su marcador, "uno contra uno". La otra variante era la marca a presión, para la cual el rival debía disponer de variantes tácticas inmediatas.

Fruet bajó el 50% de los rebotes

   Por eso comenzó a descontar. Se puso a pocos puntos y comenzó a sacar provecho de su ventaja física, haciendo rotar a su plantel de doce hombres mientras que en Bahía sólo ingresaron dos de los suplentes. Cuando el desorden en el equipo local reinaba y parecía que el partido se escapaba de las manos, Danussi pidió minuto.

Hecha la ley

   “Fue la única vez en mi vida deportiva que hice trampa”, confiesa hoy Danussi, que se sincera 52 años después.

   “Beto (Cabrera) veía que si quedaba mano a mano con su marcador, podía superarlo y convertir. Pero para eso debió dejar la base en manos de Lito, que no era precisamente un virtuoso para eso, menos con la marca hombre a hombre. Entonces pedí el minuto”, detalla Danussi.

   ¿Cuál es el problema de esa decisión? Qué desde la mesa de control le recordaron que no tenía más minutos, que los había pedido todos.

   “Damelo igual", les dijo, "porque si no, nos ganan”. Así fue como pudo parar el partido y ordenar el equipo.

   “Los teníamos a dos o tres puntos. Pero en ese minuto pude pedirle a Beto que retome la base y así recuperar control”, señala.

   Así se logró superar la presión del Gulf y entre Fruet y De Lizaso terminar de cerrar el marcador. Bahía Blanca se impuso 79 a 72, ante el delirio de la gente que de cantar “Bahía Bahía” pasó a “Argentina Argentina”, agitando pañuelos blancos  en medio de una algarabía indescriptible.

   Porque además algo había pasado en esos minutos finales. Una jugada. Electrizante y mágica. De esas que primero arrancan una explosión en el público, que luego derivan en un silencio y que terminan finalmente en una ovación. Fue el momento en que Cabrera soportaba la marca de dos hombres, ubicado de espaldas al aro que atacaba, sobre la media cancha. En uno de los laterales estaba Fruet, con su marca. Entonces Lito gira hacia el aro y Beto, de espaldas, lo vio, o lo intuyó o lo que fuera que pasaba entre ellos.

   “Beto mantenía escondida la pelota mientras Lito pasaba de una punta  a la otra. De pronto veo que la cruza de faja por toda la zona de ellos y Lito la agarra, como agarraba todas esas pelotas imposibles, y queda frente al aro. Fue una explosión, se paró el partido, fue la primera vez que vi eso en mi vida. Ese pase fue mitológico”, recuerda Danussi.

   Cortondo también recuerda esa jugada.

   “Beto le hace ese pase de espaldas a Lito, que es una de las mejores jugadas que vi en mi vida”, señala.

   Cabrera jugó mal esa noche si jugar mal era hacer 5 puntos como hizo. Pero lo que jugaba Beto se medía con el goleo de sus compañeros. Aquella noche lo de Fruet fue “sensacional”. Hizo 35 puntos, que sumados a los 22 de De Lizaso conformaron el 75% del total. Cabrera metió 5, Ojunián 9, Cortondo 4 y Lousteau 3. Poloni no convirtió.

   Los jugadores del Gulf Oil no daban crédito a la derrota. Era su primer partido de los 30 pactados en el país y quebraban un récord de más de cien triunfos. Se quejaron del arbitraje (perdieron cuatro jugadores por cinco faltas, contra uno solo -Cortondo- del local) y de la rudeza del juego. Pero poco tenían para decir. ¿Era un mal equipo?

   Cuando dos días después se presentaron en el Luna Park aplastaron al combinado porteño por 80 a 65. La prensa los definió como “una aplanadora”, que se cansó de jugar,  de ganar rebotes y de golear. La revista El Gráfico terminó la nota referida a ese partido asegurando que una única duda flotaba entre el público del Luna Park: “¿Cómo hicieron los de Bahía para ganarle a éstos?”. La respuesta no era difícil. Se trataba de una generación dorada, superlativa, pasional, talentosa, joven y aguerrida. Casi casi, invencible.

Un par de fotos, un trío

Omar Morán

   El fotógrafo Omar Morán cubría el básquet para la revista El Gráfico y para La Nueva Provincia. Se ubicaba debajo de uno de los aros y se movía un poco hacia los laterales. Sus cámaras no tenían zoom, tenía que buscar la foto. Una de las que tomó aquella noche es considerada entre las más emblemáticas del básquet local. La hizo apenas terminó el partido, retratando el abrazo final entre Fruet, Cabrera y De Lizaso.

   “Es un partido que recuerdo perfectamente, porque era el primer triunfo de Bahía sobre un equipo norteamericano”, recuerda hoy Morán. “Estaba en el aro que da a calle Santa Fe y tuve que correr un poco porque el abrazo se lo dieron en la mitad de la cancha, me tuve que acercar bastante para sacar esa foto. En el negativo aparece también uno de los árbitros (Tognini). Tengo presente el momento porque además ese abrazo fue acompañado por una ovación enorme”.

El trío más mentado

   Publicada en La Nueva Provincia, el periodista Quique Nocent le puso un epígrafe inolvidable: “El trío más mentado”. Nocent escribió en el diario que el abrazo ocurrió cuando todavía restaba un minuto para terminar.

   Morán se metió en la cancha antes de que terminara.

   “Es una de mis fotos más significativas”, agrega Morán, quien dos años después, en la final del provincial  de Punta Alta entre Bahía Blanca y La Plata, fotografió a Fruet y De Lizaso gritando un doble cara a cara, la postal por excelencia del juego por estos lados.

Cosas sueltas

   Bahía tenía algo único: como se concentraba antes de cada partido. La primera vez que entré al vestuario de la selección había un silencio de velorio, pensé que estaban todos peleados. Después entendí que desde que empezaban a cambiarse ya estaban todos concentrados. Pero cuando entraban a la cancha todo cambiaba: era una explosión: el silencio se transformaba en energía”. Carlos Danussi.

Cabrera, Danussi y Fruet, 1968

   “Es posible que De Lizaso o Lousteau no se recuerden el partido. Yo tengo memoria porque soy un veterano, ellos todavía no llegaron a mi edad. Ya se van a acordar”. Carlos Danussi

   “Estoy armando una especie de collage con no más de diez fotos de aquella época. El abrazo de los tres contra el Gulf Oil es una de las elegidas, sin dudas”. Omar Morán.

   Hay una segunda foto de Morán en aquel partido con el Gulf Oil que se suma a las elegidas. Muestra a Fruet gritando un doble, saliendo de abajo del aro, una postal de su fuerza y empuje.

Fruet, 35 puntos, todos los rebotes