El clima de Bahía empieza a cambiar por la cuarentena
El centro suele registrar islas de calor y temperaturas de entre 7 y 4 grados más altas que la periferia, pero en apenas 15 días se redujo a solo 1 grado.
Por Sergio Prieta / [email protected]
En Venecia las aguas se aclararon y aparecieron delfines, en diferentes ciudades los animales salvajes comenzaron a ocupar espacios que antes de la pandemia de coronavirus evitaban por la presencia de humanos y la contaminación que generan vehículos y fábricas se redujo a nivel mundial.
Los cambios que se produjeron en apenas 15 días en el planeta son notorios y nuestra ciudad no es la excepción. Es que en estas dos semanas en que miles de autos dejaron de circular por las calles hubo algunas modificaciones en el clima.
Los primeros beneficios se notan en las islas de calor del centro de Bahía, donde en días normales se concentra la mayor cantidad de gente y se detectan temperaturas muy superiores a las de barrios de la periferia. Las diferencias suelen ser de entre 7 grados durante el día y de 4 grados de noche.
Incluso durante muchas noches la temperatura no disminuye y eso ocasiona un mayor gasto energético, pero sobre todo, problemas de salud y de comodidad para personas mayores de edad o vulnerables. La falta de espacios verdes, las construcciones y el tránsito son los generadores del problema.
“A pesar de que el tiempo de estudio es muy acotado para realizar definiciones contundentes es muy claro que la situación de aislamiento social, preventivo y obligatorio ha generado cambios muy positivos en el clima urbano de Bahía que nos debería llevar a pensar qué tipo de ciudad queremos a futuro”, aseguró el doctor en Geografía e investigador del Conicet Federico Ferrelli.
Luego describió que a mediados de marzo, las condiciones climáticas fueron de cielo descubierto, con vientos del sector norte y noreste que tuvieron intensidades medias de 20 kilómetros por hora, pero sin embargo, esta última semana, se ha caracterizado por la presencia de inestabilidad, cielos parcial y completamente cubiertos y días fríos, con presencia de vientos sur, sudeste y sudoeste.
“Lo cierto es que en este breve lapso se observó la generación de una isla de calor urbana casi imperceptible durante el día, con un centro de apenas 0,2 grados más cálido que su periferia y más intensa en la noche con 1,1 grados de diferencia”, dijo.
En los días con nubosidad y fuerte presencia de viento, como por ejemplo, el 28 de marzo de 2020, esta situación se revirtió. “Se presentó un centro más cálido que la periferia (1,6 ºC), aunque en la noche, esta situación se invirtió, siendo la periferia más cálida que el centro de la ciudad, con Intensidades de Isla de Calor Urbana negativas (-0,4 ºC).
“Estos primeros resultados invitan a replantearnos diversos interrogantes y repensar los climas urbanos tal como los pensábamos hasta hoy. El clima urbano es el único tipo de clima en el que las acciones colectivas de los habitantes generan consecuencias inmediatas sobre el mismo.
Por último dijo que Bahía Blanca, durante los veranos, en el centro de la ciudad, la diferencia térmica entre el día y la noche eran de tan solo 3 ºC.
Sin embargo, hoy estamos con un comportamiento térmico similar al identificado en la periferia, con temperaturas diurnas y nocturnas bien diferenciadas.
En noviembre del año pasado “La Nueva” publicó un estudio elaborado por especialistas del Conicet en el cual se detectó que a raíz del crecimiento de la ciudad y la falta de áreas verdes hubo grandes cambios en las temperaturas, los cuales generaron la formación de islas de calor.
El informe explicaba que debido al incremento de la superficie ocupada por construcciones, que se incrementó de 55 km2 en 1985, a más de 110 km2, los últimos 34 años trajeron modificaciones en el clima.
Lo más importante es que, a comparación de 1985, en la actualidad las islas de calor son 3 grados más cálidas. Otra señal de alarma es que, durante los veranos, la temperatura del centro bahiense supera en más de 10 grados a la que se registra en la periferia.
Como consecuencia, las poblaciones vulnerables, es decir los adultos mayores y los niños menores de 3 años, tienen una exposición a mayor a riesgos cardíacos, a situaciones de desconfort climático y a una atmósfera más contaminada.