Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Cantada lectura albertista que busca sostener el relato…

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

    Se llevaron una sonora desilusión quienes fueron anoche y temprano esta mañana en busca de algún reproche del albertismo hacia la dura carta que emitió ayer a través de un tuit la vicepresidente Cristina Fernández. En la que con todas las letras y más allá de las dobles lecturas la jefa política de Alberto Fernández desliza críticas directas sobre el mal funcionamiento del gabinete de ministros.

   “Esperen un poco que va a salir a hablar Alberto”, dijo a primera hora de hoy un vocero directo del mandatario cuando los cronistas iban en busca de las repercusiones de la carta de Cristina, en la que además sostiene en este caso sin aparente doble mensaje que la situación económica del país es ”agobiante”.

   En efecto, un rato después y a través de una radio metropolitana en la que suele hablar seguido, Alberto desilusionó a quienes esperaban que tomara nota de las críticas de la vicepresidente. Es que ya anoche tarde, en una reunión con su mesa chica de gestión en la que estuvieron junto al presidente Santiago Cafiero, Juan Pablo Biondi y el secretario General Julio Vitobello, entre otros, se resolvió la estrategia: no hay críticas de Cristina al gobierno en su carta ni mucho menos al presidente. Por el contrario, se trata de conceptos elogiosos en los que no deja dudas en cuanto a que la conducción del gobierno corre por cuenta del presidente. No hay doble comando ni sugerencias de cómo gestionar de parte de la vice o de sus halcones del Instituto Patria.

   Así por ejemplo, en una frase que para muchos sonó un tanto disociada de la letra escrita de la vicepresidente, Alberto dijo que la mención directa a “funcionarios que no funcionan” no fue para él ni su gabinete sino para los que critican desde la oposición o los comentaristas y analistas que vienen marcando desde hace tiempo esa falencia.

   Por si hacía falta, a media mañana y tras aquel reportaje radial de Alberto, en el primer piso de la Casa Rosada reafirmaban que el presidente no tiene en la cabeza realizar cambios de gabinete. “Corregir cosas de la función que no están como uno quiere es otra cosa, no quiere decir que haya que cambiar nombre por nombre”, dijo uno de aquellos voceros para intentar aplacar las aguas.

   Tanta enjundia por forzar una interpretación favorable de la dura carta de Cristina y no hacerle el juego a quienes empezaron a buscar fuego donde para el gobierno no lo hay, no impidió que se escucharan por estas horas algunos reproches. “Si ella cree que el gabinete no funciona no debió exponerlo en público, ellos hablan en privado y esas cosas se arreglan en el vestuario”, dijo con lógica de códigos futboleros un albertista porteño de la primera hora.

   La saga que se armó con la carta de Cristina y la salida al ruedo esta mañana del presidente no alcanzó a disimular datos de la realidad que se vienen meneando en público a partir de fuentes del propio cristinismo, como también de las “bajadas de línea” que parten del Instituto Patria.

   Es un dato conocido que la vicepresidente le ha hecho críticas en privado al presidente sobre la inoperancia en mayor o menor grado de varios de los ministros del gabinete. Curiosamente, dato que no debería dejar de llamar la atención, se trata de funcionarios del riñón del albertismo que nunca se identificaron con el kirchnerismo duro.

   Ella o aquellos confidentes del búnker de la calle Rodríguez Peña han hecho centro en más de una ocasión en funcionarios como los ministros de Trabajo, Claudio Moroni; de Hábitat y Vivienda, María Eugenia Bielsa, y de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. También suelen entregar voces de disconformidad cuando se refieren al canciller Felipe Solá; al ministro de Transporte, Mario Meoni, y al de Educación, Nicolás Trotta.

   En el gobierno no confirman ni desmienten esos rumores o esas miradas críticas del cristinismo sobre varios ministros. En todo caso enfatizan que nunca el presidente recibió observaciones de su vice sobre otros dos nombres claves del gabinete que suelen figurar seguido en los trascendidos, como el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero, y el ministro de Economía, Martín Guzmán.

   “A Alberto nunca nadie, y repito, nadie, le pidió la cabeza de nadie”, se enojó uno de aquellos voceros directos del presidente que tiene acceso libre a Olivos o al despacho principal de la Casa Rosada.

   Para ese hombre, y de hecho para el presidente y Cafiero, se trata de un capítulo cerrado en el que la autoridad presidencial no ha sido menoscabada. Muy por el contrario.