Bahía Blanca | Martes, 24 de junio

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“En este negocio, la imagen de Ramiro está y va a estar siempre presente”

Fernando Lucas, exitoso ex futbolista de la Liga del Sur, compró la llave del comercio donde el 31 de julio de 2017 asesinaron a su amigo del barrio, al más chico de los hijos que con tanto amor y valores criaron Alicia y Raúl Barragán. Una historia sensible que habla por si sola.

Fotos: Emmanuel Briane y Archivo-La Nueva.

Por Sergio Daniel Peyssé / [email protected]

   “Todos los días tengo presente lo que sucedió acá, pero yo compré la llave del negocio porque necesitaba trabajar y progresar económicamente”.

   Fernando Lucas, ex jugador de Olimpo, Huracán y Bella Vista, mira insistentemente a su alrededor, como si alguien estuviera vigilando el lugar que alguna vez le perteneció pero que hace 3 años le arrebató, en forma abrupta, injusta y violenta, un ladrón que le disparó un tiro por la espalda.

   “Sí, es Ramiro, un ángel que cuida el local y también a todos nosotros”, balbuceó “Luquitas”, quien hace un mes y 10 días adquirió el fondo de comercio donde el 31 de julio de 2017 asesinaron, a sangre fría, a Ramiro Germán Barragán, el último propietario de la despensa ubicada en Líbano y Patricios.

   Después del hecho desgraciado, por el cual fueron condenados Juan Manuel Ortiz (prisión perpetua, imputado de ejecutar a la víctima) y Gastón Nicolás Figueroa (a 28 años, conductor de la moto), el establecimiento lo reabrió Gabriel, uno de los hermanos de Ramiro, con un único objetivo: ponerlo a la venta.

   Pasaron tres años para que la familia Barragán consiga un oferente concreto, esa persona que le devuelva al lugar el empuje y la alegría que le ponía Ramiro todos los días, desde las primeras horas de la mañana hasta bien entrada la noche.

   Me gustaría verle la cara de felicidad a “Rami” ahora, que el negocio pasó a manos de un conocido del barrio, de un amigo confiable, porque Fernando Lucas vivió en el Noroeste (en Roca al 1.400, frente al a plaza 17 de Octubre, popularmente llamada “placita” Don Bosco) hasta los 14 años.

   “¿Qué decir? La imagen de Ramiro está siempre presente, es como que esto sigue siendo de él; lo siento así”, señaló “Nano”, a solas con la La Nueva. en el almacén de ramos generales que ahora es Kiosco y Despensa “El Zurdo”.

   Habían pasado pocos minutos de las 13, la persianas estaban bajas y el ex lateral izquierdo surgido en los babys del club El Danubio no podía apartarse de todo lo que aún hoy sigue generando Ramiro en la numerosa y fiel clientela que pasa por el local.

   “Todos hablan de él, algunos más, otros menos, pero Ramiro se había ganado a la gente. Muchos siguen dolidos con lo que sucedió, lo percibo en cada conversación que surge”, admitió Fernando mientras Sofía Sangronis, su sobrina, seguía acomodando la heladera de fiambres.

Tío y sobrina, Fernando y Sofía, juntos en este nuevo emprendimiento.

 

   “Es la empleada, y por más que ya hayamos cerrado, debe seguir trabajando”, deslizó el “Enano”, esbozando la primera sonrisa y rompiendo la tensión que se había originado al recordar aquella noche trágica y fría, la que jamás olvidarán los que tuvieron la oportunidad de, alguna vez, interactuar con ese ser noble que era Ramiro.

   “Abro de lunes a lunes y siempre pienso: ¿y si vuelve a pasar un hecho parecido? Dios quiera que no, y me da fuerza creer en que Ramiro, desde el cielo, me protege a mi, a su familia y a todos los que entran y salen”, indicó Fernando, campeón de la Liga con Bella Vista en 2000, 2008 y 2010.

   Además de Gabriel, quien era su ladero en el local comercial, Ramiro tiene dos hermanos más: Ariel y Daniela.

   “Tengo una gran amistad con Ariel, quien viene casi todas las tardes. Vos lo conocés, es un personaje a quien no le podés discutir de política ni de fútbol”, describió, ya metiéndose de lleno en aquellos vecinos que van a comprar o, simplemente, a pasar un buen rato.

   “Ariel se maneja como `pancho por su casa´, tiene toda mi confianza y lo conocen hasta los perros vagabundos que deambulan por la calle”, agregó.

   —¿Tenés presente como fue el hecho donde asesinaron a Ramiro, sabés lo que pasó?

   —Sí, aunque nunca quise interiorizarme con lujos de detalles porque me hace mal. Además, no le encuentro mucho sentido hacer hincapié en un hecho tan triste, repudiable e incomprensible. Es un tema delicado, un dolor que en la familia, que está muy apegada a este negocio, permanecerá para siempre.

   “Quiero que Ramiro esté tranquilo, que por respeto a él y a su memoria trato de hacer todo lo mejor posible. Dios quiera que desde el cielo me ilumine, me guie y me de toda la suerte”.

   —¿Qué te dicen los clientes sobre Ramiro?

   —Muchos me recuerdan que aquel día habían venido a comprar y que Ramiro estaba contento porque iba a salir más temprano para ir a ver a su hija (Luna). Era buen padre, excelente almacenero y gran amigo.

   “Algunos me dicen que siguen sin poder creer no ver a Ramiro detrás del mostrador preguntando: `¿qué va a llevar?´ Los comentarios sobre Rami son lindos y fuertes a la vez, te hacen replantear un montón de cuestiones, pero no me queda otra que pensar en positivo, tener la cabeza ocupada y atender bien a la gente. Nunca incursioné en este rubro y es todo nuevo para mi, pero le agradezco a Dios el hecho de tener pan y trabajo”.

   “Ramiro era callado, respetuoso y lo querían todos. Muchos recuerdan aquel trágico momento y no pueden entender como `un hdp se llevó la vida de un laburante que no se metía con nadie´. Es muy triste”.

   Sin dar nombres, se refirió a la confidencia de un cliente que no iba a la despensa desde el día que mataron a Ramiro.

   “Vino en estos días, me confesó que quería mucho a Ramiro y que le era imposible llegar hasta esta esquina. Su manera de hablar y de sentir me conmovieron, me hicieron ruido, pero tuve que poner la mejor cara para seguir atendiendo, sobre todo para dispensarle el mejor trato a aquellos que recuerdan a Ramiro de la mejor manera”.

   —¿Te costó tomar la decisión de comprar la llave del negocio sabiendo lo que acá había sucedido?

   —Sí, muchísimo. Fui a ver otros locales, en diferentes barrios, pero en una recorrida por el Noroeste me acordé que “Gabi” tenía a la venta éste, así que me puse en campaña para poder comprarlo.

   “Mi hermana (Gabriela) me dio una mano enorme, pude conseguir un buen plan de pago y arranqué con más voluntad que conocimientos... (risas). Muchas veces pensé `acá no, acá mataron a Ramiro´, pero necesitaba laburar, generar ingresos y mejorar mi condición de vida para dejar de vivir de prestado en las casa de mis padres (Marta y `Lito´)”.

   “Como hombre de fe creo que el destino de Ramiro estaba marcado, que lo que le pasó acá le podría haber sucedido en otro lado, porque la inseguridad es uno de los males mayores de la sociedad y nos afecta a todos, en este barrio, en el otro, donde sea. Como no hay cultura ni educación, para algunos es más fácil robar que ponerse a estudiar o a trabajar”.

 

Otra gente, pero el mismo sentimiento

   Fernando egresó de la Escuela 11 (Bolivia 450) en 1988, y un año después dejó el barrio Noroeste para mudarse a Sixto Laspiur al 1.100 primero y al Rosendo López después.

   “Ahora que volví al barrio donde me crié, te digo que lo encontré bastante distinto. Mucha gente nueva, son pocos los que te saludan por la calle, como que cada uno anda en su mundo; esto antes no pasaba...”, describió algo asombrado.

   —Perdón, en el negocio, ¿no te reencontraste con nadie de aquellas buenas épocas?

   —Sí, al poco tiempo de abrir, un señor, bastante mayor, me dijo que me conocía de chiquito, cuando correteaba en la cancha de baldosas que todavía permanece en el club El Danubio (se puso de pie inmediatamente).

   “Te cuento otra: un proveedor de Panisur entró, me miró y me preguntó: `¿te acordás de mi?´ Se sacó el barbijo, pero le tuve que ser franco: `la verdad, no´. Se empezó a reir y reaccionó rápidamente: `íbamos junto a la primaria´, y ahí caí del árbol: `Sergio Lezcano´. Lo volví a ver después de 30 años, increíble...”

   Sus ojos se volvieron a salir de órbita, y enseguida me di cuenta de que Fernando quería retroceder en el tiempo para imaginar esa infancia donde fue y pudo ser feliz.

   “Iba al jardín de acá a la vuelta (El Payasito Bailarín, en Patricios al 1.500), nuestro mundo era el barrio; ¡que lindos recuerdos!”, rememoró.

   Es un orgullo atender en el negocio a personas que aman al barrio y que se quedaron a vivir en él después de casarse y formar su propia familia”.

   —¿Te encontraste con alguien que “está igual” después de tantos años?

   —Si, con Cristian Bartoletti, quien vive acá derecho por Líbano, en la misma cuadra del negocio. A él no le pasó el tiempo. Es cierto que tiene algunos kilos de más, pero se mantiene bien, con buen semblante y siempre con ese característico sentido del humor que lo hace un tipo sociable y agradable.

   “Otros que vienen seguido son los hijos de Monteserín (Víctor, el padre de la familia, tuvo kiosco en Artigas al 500), un apellido ilustre del barrio, como los Lértora, los Gatti y los Barragán”.


“Gabi” era distinto

   —Viste en cancha a los tres Barragán: ¿quien jugaba mejor, Ariel, “Gabi” o Ramiro?

   —¡Qué difícil! Con Gabi compartí equipo en Huracán y era un delantero fuera de serie: rápido, guapo y encarador. Tenía astucia y un gran poder de gol. Los tres jugaban bien y entendían el fútbol, pero elijo a Gabriel.

   —Olimpo (menores e infantiles), Huracán (debut en Primera) y Bella Vista (12 años ininterrumpidos): ¿qué significó cada uno de esos clubes en tu carrera?

   —Me siento más identificado con Bella Vista, sé que la gente lo ve así. Empecé en Olimpo porque era el que más cerca estaba de mi casa, y Huracán me marcó para siempre, porque ahí me hice hombre al compartir plantel con compañeros que me enseñaron lo que era el fútbol, la vida y los códigos. Con varios de ellos sigo en contacto; los quiero mucho.

   —Te estás olvidando de un club muy especial.

   —(Se volvió a poner de pie) ¡El Danubio! El club del barrio, donde iba a patear todos los santos días, con frío, con calor; cuando eramos chicos no nos importaba nada. Mirá lo que será el destino que arranqué y terminé mi carrera en Bahía con los mismos colores, porque para el que no sabe, la camiseta de El Danubio era blanca con una franja verde en la panza, igual a la de Bella Vista.

   Hasta ese momento había podido contener la emoción, pero el club del barrio es el club del barrio...

   “El Danubio es mi corazón. Cuando era chiquito, entre los 6 y los 12 años, estaba todo el día vestido de jugador esperando que se haga de noche para ir al baby, para entrar a esa cancha de baldosas rojas que para nosotros era el Monumental o la Bombonera. Eran veranos inolvidables”.

   —Muchos no me creen cuando les digo que por noche se juntaban alrededor de 500 personas para ver partidos de baby y papi-fútbol.

   —Tal cual, sobre las barandas (en el contorno del rectángulo de juego) se formaban dos o tres filas de gente, eran los babys más populares de la ciudad. Cuando jugaba Unión o algún equipo del bajo, era impresionante la cantidad de gente que desfilaba por las calles.

   “Con Bella Vista salí campeón tres veces (2000, 2008 y 2010) y con Huracán conseguí un ascenso del Promocional al Oficial en 1995, pero con El Danubio festejé 6 títulos seguidos. Además tengo el orgullo de haber sido dirigido por mi cuñado (Plácido Sangronis) el último año del baby, cuando nos quedamos con la Copa Challenger, que hoy descansa en las vitrinas del club”.

   —En El Danubio te dirigió Raúl Barragán (ya fallecido), padre de Ariel, Daniela, Gabriel y Ramiro.

   —Sí, el “Laucha”, un técnico súper motivador. Era conciso, utiliza las palabras justas y veía muy bien el fútbol. Dejaba que el jugador piense, algo que hoy se ha perdido y mucho.

   “Ariel, que es entrenador en la Liga Comercial, no le puede lustrar ni los zapatos a Raulito, lejos el que mejor transmitía los secretos y los pormenores del juego”.


Afuera era un “Pan de Dios”

   Mientras se iba desarrollando la nota, a Fernando Lucas no le quedó otra que confesar lo que muchos pensaban de él en su época como futbolista, entre 1994 y 2016, año que abandonó definitivamente la actividad en Pampero de Guatraché.

   “Sí, lo admito, como jugador era un HDP. Siempre fui denso, bocón y camorrero, lo que llevó a que ciertos colegas me odien y a que ni siquiera me saluden por la calle. Aunque con varios de ellos recompusimos la relación y ahora está todo más que bien”, reconoció el “3”.

   —¿Por ejemplo?

   —Con algunos nos decíamos de todo, que se yo, Nico Ballestero, “Chicha” Nieto, la “Porota” Leobono y el “Colo” Schmacher, por citar a una minoría... (risas). Ahora estamos grandes y cuando nos vemos nos acordamos de esos momentos, por supuesto sin rencores ni resentimientos. Adentro era jodido, es cierto, pero fuera de la cancha era un “Pan de Dios”.

   —¿De qué se habla en el negocio, hay temas que están prohibidos?

   —El fútbol domina la escena, todos los que vienen parecen que son técnicos, opinan con una liviandad...(risas). Para que no haya discusiones ni peleas, de política y religión no permito que se hable, porque esto no es un bar. Para eso que vayan acá a la vuelta, al club Catamarca.

   —¿Sos DT recibido?

   —Sí, pero ahora sin trabajo, como la gran mayoría. Antes de la pandemia tenía a cargo las categorías 2003 y 2004 de Bella Vista A, pero la incertidumbre te lleva a pensar: ¿qué pasará en 2021?

   “Además, cuando todo vuelva a la normalidad, los clubes van a necesitar un año o dos para acomodarse otra vez. Los equipos de la zona, por ejemplo, que van a estar apremiados por la situación económica, afrontarán la situación, en caso de que se reactive la competencia, con entrenadores del mismo pueblo.

   “En la Liga del Sur sucederá algo parecido, porque los clubes no van a querer arriesgar hasta que los ingresos sean superiores a los gastos”, indicó el padre de Luca Lucas (17 años), Alejo (14) e Ignacio Nicolás (12).

   “Luca Lucas me gusto siempre como sonaba; desde muy joven estaba empecinado en ponerle así a mi primer hijo. En el Registro Civil no lo aceptaban si no le ponía segundo nombre, por eso es Luca Agustín Lucas”, explicó.

   “Alejo lo eligió la madre (por el momento están divorciados) y el tercero, Ignacio Nicolás, es en homenaje a la tribuna oficial –o principal-- del estadio de Bella Vista, que lleva esa denominación”.

   “Y si llego a tener un cuarto, algo que no creo, se va a llamar José Danubio, ya lo tengo decidido”.

   —Seré curioso: ¿qué aprendiste como almacenero en un mes?

   —Todo. Para cortar fiambre soy un desastre, no sé regular la máquina y las fetas salen con un metro de grosor... (risas). Nunca le doy con el peso exacto, por eso le pido a Sofía que prolijamente haga esa tarea. A ella le sale bien.

   —Cuando vuelva el fútbol, ¿cómo vas a hacer con los horarios del negocio, porque abrís todos los días?

   —Cuando vuelva el fútbol, el año que viene, estaré acomodado comercialmente para poder seguir dirigiendo. Eso no lo voy a dejar, es mi pasión, lo que siempre quise hacer, más allá de que es un dinero extra que me ingresa. Y los sábados, cuando pueda, despuntaré el vicio en la Liga Comercial, con Club Teléfonos en Veteranos A. Tenemos un equipazo.

   —En la Liga del Sur pateaste 4 penales y los erraste todos... Raro, porque la pegada fue siempre una de tus mejores características.

   —Los penales no eran mi fuerte, se me achicaba mucho el arco y dudaba cuando tenía que elegir una punta. No me ponía nervioso, pero nunca iba a ejecutar convencido del todo. El mejor penal que me atajaron, porque iba esquinado y pegado contra un palo, fue en Villa Mengelle, yo jugando para Pampero. El arquero era Héctor Pilón, ex compañero mío en Bella Vista.

   —Tuviste dos pasos efímeros por Villa Mitre (Argentino A 2002-2003, 4 encuentros; y Argentino A 2008-2009, una presencia): ¿por qué tan poca continuidad?

   —Tal vez no me daba la jerarquía para afianzarme en esa categoría; o no tuve la oportunidad de jugar 10 partidos seguidos, porque en Huracán y en Bella Vista siempre mantuve una continuidad y estuve en la consideración de todos los técnicos. En Villa Mitre me trataron siempre muy bien, me sentí cómodo, y no tengo nada que decir de los entrenadores que tuve en esos dos procesos: Julio Román y Sergio Benet.

   —¿Román? Cuando dirigió a Bella Vista te enojaste con él, ¿me equivoco?

   —Sí, en un clásico contra Tiro, en el entretiempo, nosotros perdiendo 3-0. Me pidió algo, le contesté, me hizo callar, la seguí, y no nos hablamos más. En ese momento, él aplacó los ánimos y en el segundo tiempo conseguimos empatar en 3, pero el martes, cuando volvimos a entrenar, me llamó aparte y me informó que el próximo partido iba a ir al banco.

   “Fuimos a jugar a Río Colorado y entré unos minutos a lo último, pero después, al otro cotejo, volví a la titularidad. Fue el único técnico que me castigó y me sacó, pero tenía razón, yo no estaba como para jugar. Con el tiempo hablé con él y le reconocí que había actuado bien, que el equivocado había sido yo”.

 

“Enano” ganador

   Después de conseguir el ascenso con Huracán a la A de la Liga, consiguió tres títulos Oficiales en Bella Vista: 2000, 2008 y 2010.

   Tras retirarse del medio local, pasó por Puan Fútbol Club (2011-2012, jugador y DT de las inferiores) y Pampero de Guatraché (2013-2014, jugador y DT de las inferiores), donde se retiró para convertirse en entrenador para la temporada 2015-2016.

   También como orientador, estuvo en Gimnasia de Darregueira (2017-2018, campeón de la Liga Cultural Pampeana, Zona Sur), Juventud Unida de Algarrobo (2019, divisiones menores) y este año había empezado a conducir las categorías 2003 y 2004 de Bella Vista A.

   “En Bella Vista me retiré campeón, fue la frutilla del postre haber podido jugar esa final contra Tiro, en 2010. Llegué a gatas, complicado con una seria lesión. Tenía 35 años, era el momento de despedirme de la Liga”, sostuvo el “Enano” albiverde.

   —En esa final, ¿jugaste lesionado?

   —Ya estaba recuperado, pero no del todo. Llegaba complicado después de una larga recuperción, se me había cortado el ligamento colateral interno de la rodilla izquierda. Había estado casi 4 meses sin jugar, pero iba a estar como sea en esa final. Me infiltré tres veces en la semana y en el partido no me molestó, pero después anduve con la pierna al hombro casi un mes. Gajes del oficio, pasión, al fútbol no le podés decir que no.

   —¿Por qué no seguiste jugando en la Liga?

   —Porque en Bella Vista había una camada de chicos que venían pidiendo pista, que ya no se los podía seguir tapando. El club necesitaba un cambio y en ese momento nos fuimos varios de los jugadores que ya estábamos grandes. Era el momento indicado para cambiar de aire.


 

Podio de anécdotas


1


   Tarjeta roja en el albergue. “En 2006 fuimos a jugar, por el torneo del Interior, a Salto, contra Defensores. Nos alojamos en un albergue transitorio, todo una novedad para nosotros, así que después de la cena empezamos a espiar, cada uno desde su habitación, como entraban y salían autos. Estábamos como locos, exitados, y a alguien (no te voy a decir a quién) se le ocurrió hacerle algo a los pibes que habían viajado por primera vez con el plantel superior”.

   “Había una pileta, algo raro para un hotel alojamiento, y ahí tiramos sábanas, frazadas y colchones de los chicos nuevos, a modo de bautismo. Se nos fue la mano, a tal punto que nos tuvimos que ir antes del lugar. ¿Si nos echaron? Algo así; a los dueños no le gustó nada lo que hicimos. Eso sí, a ese albergue no volvimos nunca más... (risas)”.


2


   Entonado y emocionado. “En 2005 fuimos a jugar a Intendente Alvear, pero paramos en una pensión de General Pico, a 90 kilómetros de distancia. A la noche, en un salón que estaba al lado, tocó Leo Mattioli, y el utilero nuestro, el `Chaca´, lo fue a ver. Volvió a las 6 de la mañana, y para no hacer ruido, entró a la habitación (era grande, dormíamos todos juntos) en silencio, aunque encaró para el lugar equivocado: se quiso acostar donde estaba durmiendo Gabi Fiori”.

   “El `Chaca´ no entraba en razón, se quería subir sí o sí a la cucheta, hasta que se despertó Bonjour (el DT), le cedió la cama y se terminó la novela. Todos pensamos: `qué lío se viene en el desayuno, al `Chaca´ lo van a levantar en peso´. Bonjour lo estaba esperando para c... a p..., pero el `Chaca´, con la resaca a cuestas, entró bailando y cantando al comedor, mostrando una remera blanca con la leyenda `hay amor´, y por supuesto la firma de Leo Mattioli. Nos empezamos a reír y, obviamente, el sentido del humor descomprimió la alta tensión”.


3

 

   Viaje “pesado”. “En el 2000, después de salir campeones en la Liga, Bella Vista nos premió con un viaje de una semana a Mar del Plata. Fuimos con la casilla de Darío Bonjour y el plantel se hizo cargo de algunos gastos, pero en realidad estaba todo pago. Apenas salimos, empezaron las bromas, y hubo dos muy pesadas, que todavía hoy recordamos”.

   “Un jugador, delantero él, hizo sus necesidades, en realidad lo segundo que hacemos cuando vamos al baño, en el bolso de Maximiliano Rodicio. Fue, según nos enteramos después, por un ajuste de cuentas, aunque la calentura que se agarró Maxi fue para una película dramática. Imagináte el olor, el desastre...”.

   “Ese mismo atacante, por otra venganza, vació las cremas, el shampoo y el talco en el bolso de Héctor Pilón, causando un engrudo que obligó al arquero a lavar todo y a andar dos días seguidos con la misma pilcha. De locos. Hoy nos reímos, pero fueron dos bromas tan pesadas como el que las llevó a cabo”.

 

382

   Presencias. De Lucas en  Bella Vista, el cuarto futbolista con más partidos en la historia del "Gallego". Se formó en Olimpo y en Primera también jugó en Huracán: 83 cotejos entre 1994 y 1998.