Bahía Blanca | Miércoles, 09 de julio

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“Dios y Sporting me devolvieron las ganas de jugar y ya no pienso en dejar el fútbol”

Ignacio Torres se atrevió a contar y a sacar a la luz una enfermedad que ocultó durante cuatro años y medio. El arquero rojinegro, con tres títulos en la Liga del Sur, dijo entre lágrimas: “lo que me pasa no se lo deseo a nadie”.

Fotos: Emmanuel Briane y Pablo Presti-La Nueva.

Por Sergio Daniel Peyssé / [email protected]

   “Sí, voy a hablar. El psicólogo me pidió que no lo guarde más. Hace cuatro años y medio que sufro ataques de pánico, de ansiedad y de angustia, aunque nunca me sentí tan mal y preocupado como en estos últimos meses”.

   La nota con Ignacio Agustín Torres, el actual arquero de Sporting que consiguió su tercer título en la Liga del Sur, empezó tal cual lo habíamos establecido de antemano: refiriéndose a su enfermedad, que no hace mucho se le declaró de forma agresiva y lo hizo pensar seriamente en abandonar el fútbol.

   El pasado domingo, “Nacho” atajó en la finalísima frente a Villa Mitre, pero antes había estado sin jugar durante 13 días, aquejado de un malestar que no le desea a nadie, frase que repitió más de una vez durante la casi media hora de entrevista.

   Después del 4-0 sobre Olimpo por la vuelta de la semifinal del torneo Apertura, el golero necochense le pidió al técnico “Fito” Cuello dejar de jugar, porque su estado de salud se había tornado prácticamente incontrolable.

   Se perdió los cotejos de la final del playoffs frente a Villa Mitre y volvió en el encuentro decisivo --otra vez ante el tricolor-- por expreso pedido de sus compañeros y de todo el pueblo rojinegro, que lo ovacionó cuando fue paseado en andas por su colega Fermín Ponte en pleno festejo por un campeonato más, el duodécimo en la historia del “sangre y luto” puntaltense.

   “En un principio fue un síntoma al que no le di importancia, pero últimamente me estaban sucediendo situaciones que ya no eran normales. El pánico me llevó a sufrir constantes mareos, y después de eso se me cerraba el pecho y me quedaba sin aire. Me empecé a asustar en serio, a pensar pavadas que no le aportaban nada a mis ganas de salir adelante. Los primeros hechos se registraron en el fútbol, seguramente por nerviosismo o presión, pero ahora ya me estaban afectando en la vida misma”, expresó, con los ojos a punto de explotar en llanto, el “1” de Sporting.

   “Cuando sentía que todo me daba vuelta alrededor, empezaba con los vómitos. Las mañanas previas a los partidos son terribles: no puedo desayunar, tengo el estómago cerrado y las arcadas me hacen doler la cabeza”, sostuvo el ex Olimpo y Tiro Federal.

   —¿En qué momento te diste cuenta de que podías llegar a tener esta enfermedad?

   —Todo empezó en mis últimos seis meses en Olimpo, en 2015, cuando Diego Osella era el DT del plantel profesional. Él me comunicó que no me iba a tener en cuenta y ahí se me vino el mundo abajo. Me empecé a preocupar por mi carrera futbolística, si se me iba a hacer fácil conseguir club, y esa desesperación desembocó en los primeros trastornos o ataques. En ese momento no eran tan frecuentes ni tan graves, pero la acumulación de angustia derivó en una neurosis que yo mismo originé en mi mente.

   “Cuando pasé a Tiro el estado de la enfermedad se acentuó, y ahora creo que exploté. Tengo altibajos y recaídas, pero en el último clásico contra Rosario (4-0 en el cotejo revancha de cuartos de final) desbordé por completo. Traté de no aflojar, pero después que eliminamos a Olimpo ya no podía seguir. Era hasta inhumano forzar la situación”.

   —Tengo entendido que no acudiste al médico cuando aparecieron los primeros síntomas. ¿Pensabas que te ibas a curar solo?

   —No fui al médico y tampoco se lo conté a nadie. Pero todo tiene un límite: cuando me empecé a sentir mal, cuando los bajones eran reiterados, me tuve que ir a asesorar sobre lo que tenía.

   “Hace unos días fui a ver a un psicólogo, que me derivó a un psiquiatra, y ahora estoy en tratamiento con los dos. Me dieron medicación para calmar los síntomas, aunque el mejor remedio es la terapia, convencerme de que solito puedo salir de esto”.

   —Sigo sin poder creer porque estuviste tanto tiempo sin visitar a un especialista.

   —Es que siempre aguanté los dolores y los malestares. Hasta que me di cuenta que con mis actos no podía dominar mi mente. Por ejemplo: me quería levantar de la cama, pero me mareaba en el primer movimiento de cabeza y no me quedaba otra que acostarme a esperar a que se me pase.

   “No sabía lo que tenía, y ni siquiera eso me hizo ir al doctor. Me conformaba pensando que era cansancio, estrés o los nervios lógicos de la exigencia que representa jugar en la Liga del Sur y en un club tan importante como Sporting. Mi estado general empezó a empeorar y ahí me di cuenta de que algo malo me estaba pasando. Reaccioné y me hice tratar”.

   —¿Qué llegaste a pensar que tenías, más que nada cuando empezaste a “devolver” todo lo que comías?

   —Imaginé que era algo de mi organismo, que tenía que ver con la preocupación y la amargura. Al mismo tiempo, la cabeza me iba a mil por hora. Y te digo por qué: ¿cómo me podía estar sintiendo tan mal si deportivamente me estaba yendo bien? Los pensamientos negativos me empezaron a taladrar el cerebro en Olimpo, cuando era suplente de Nereo Champagne en Primera y me tenía que sentar en bancos de suplentes de estadios soñados.

   “La noche anterior a esos momentos pensaba: “¿y si me toca entrar y me mando una cagada? Me daba mucha máquina, la autopresión fue insoportable y me terminé enfermando. El día del partido no me daban ganas de llegar a la cancha; entraba en pánico total y eso derivaba en vómitos y depresión”.

   —¿Cuándo se te pasaba?

   —Al llegar al vestuario mi vida cambiaba. Me olvidaba de todo y me enchufaba a 220 volts. Sentía que ese era mi mundo y que estaba todo normal”.

 

Pedido de auxilio

   —Al psicólogo y al psiquiatra, ¿llegaste por voluntad propia?

   —El viernes anterior al partido de vuelta con Rosario (cuartos de final de los playoffs), charlé con Fermín Ponte y su señora (Mariela), quien esa misma tarde se comunicó con un psicólogo para conseguirme turno. Fui sin dudar, le conté todo y, tras dos sesiones y un diagnóstico preciso, me derivó a un psiquiatra. Ahí mismo arranqué el tratamiento con relajantes y antidepresivos. Sigo visitando a ambos especialistas; me encuentro en un momento donde existe la posibilidad de que me bajen la dosis de la medicación.

   —¿Alguno de esos profesionales te aconsejó dejar el fútbol?

   —No, al contrario, me dijeron que cuanto más despeje la cabeza mejor. El tema de largar el fútbol era una idea mía, que se intensificó cuando tuve que dejar de estudiar (técnico en Seguridad e Higiene) porque no podía memorizar nada. Era todo por lo mismo: no aguantaba la presión y por eso terminé como terminé.

   —No atajaste en lo dos partidos del playoffs frente a Villa Mitre. ¿Tampoco entrenabas?

   —Nunca dejé de entrenar. El problema surgía el día del partido. El domingo amanecía destruido, mareado, sin apetito y desganado. Imaginate que no desayunaba ni almorzaba; iba a jugar sin nada en el estómago.

   “Así que después del 4-0 ante Olimpo (choque de vuelta de la semifinal) decidí hablar con `Fito' (Cuello), quien me bancó de manera incondicional. Le manifesté que no podía seguir entrando a la cancha mal, débil y fuera de foco. Una cosa es decirlo y otra sentirlo...”.

   —¿En las prácticas no pasabas por el mismo flagelo?

   —No, porque no me presionaba. Me sentía tan bien que quería que el entrenamiento no se termine nunca. Disfrutaba, despejaba la cabeza y mis compañeros me hacían todo más fácil.

   “Jugar por los puntos era insufrible, aunque era raro porque ya había estado en partidos decisivos y nunca me había pasado nada parecido. Lo hablé con varios colegas, quienes no creían lo que me pasa porque nunca demostré nada. Contarlo es el primer paso para la recuperación, que gracias a Dios es posible si sigo todo al pie de la letra”.

   —¿Sentís vergüenza al contarlo?

   —No. En la final, en cancha de Tiro, sentí otra cosa: rabia, bronca y tristeza por tener que soportar los gritos de algunos hinchas de Villa Mitre que, se ve, no entienden nada de sufrimientos. Entiendo y banco el folklore del fútbol, hasta soporto los insultos, pero cuando me retiraba del campo de juego se metieron con mi salud y eso me dolió; me dio por donde ya sabes...

   “Me gritaron: `cagón, marica con ataque de pánico'. Por suerte eran dos o tres, y Sporting ya había salido campeón. Te digo la verdad: a esos hinchas no le deseo lo que me está pasando, que te juro no te deja vivir”.

 

“El gesto del `Pato' Linares no lo olvidaré jamás”

   —¿Alguna vez dudaste en jugar la gran final?

   —No me sentía bien, pero nunca le dije que no a “Fito”. Él fue el que más sufrió, porque no sabía si me tenía que dejar solo o preguntarme: ¿qué te pasa?, ¿vas a atajar? La noche anterior al partido concentramos en un hotel de Punta Alta. Me tocó compartir habitación con Fermín Ponte, el único testigo de los siete vómitos que tuve la mañana del domingo.

   “En ese momento es cuando más sufro, porque no me puedo medicar, que es lo que hago en el almuerzo o en la cena. Aguanté todo lo que pude encerrado en mi habitación y sin probar bocado. En el micro, camino al estadio de Tiro, entendí que algo tenía que comer, entonces elegí una banana, la que `devolví' casi al instante”.

   —Pará, pará... En la concentración, o en el micro, ¿sabías que ibas a atajar, o Cuello pensaba en poner a otro arquero?

   —En ningún momento se me pasó por la cabeza no jugar, aunque no estaba bien y el DT lo sabía. Quería atajar pase lo que pase, y los consejos y el apoyo moral de algunos de mis compañeros fueron fundamentales. Ellos me inyectaron las fuerzas que no tenía.

   —¿Quién por ejemplo?

   —A la habitación vinieron Ulises (Fochesatto), Marcelo (Castellano), el “Pato” Linares, “Fito” (Cuello), “Pelusa” Pérez y Fermín (Ponte). Me convencieron, me dijeron que me necesitaban y que no podía faltar por nada del mundo. Que haga el esfuerzo por ellos y por toda la gente de Sporting.

   “Lo del `Pato' me conmovió. Dejó de comer, se levantó de la mesa y me vino a hablar como si fuera su hermano. Me dijo: `te necesitamos, sacá fuerzas de donde sea para pararte en el arco. Sos un pilar de este equipo, nos salvaste un montón de veces y te merecés estar en la cancha'. Y agregó: ´no es lo mismo si Sporting sale campeón y vos estás en la tribuna'. Y la remató con un `este partido lo ganás vos'. Ahí me aflojé, nos abrazamos y lloramos juntos”.

   “Me comentó que él también estaba pasando por momentos complicados en su vida, pero que todo tiene una solución. Dios quería que él y yo estemos juntos festejando el título de Sporting. No me olvidaré jamás las palabras del `Pato' Linares”.

   —Tras el pitazo final del árbitro Fernando Márquez te tiraste al suelo, te tapaste la cara con ambas manos y estuviste casi un minuto inmutable. Me imagino todo lo que pasó por tu cabeza...

   —Fue un desahogo, como que me volvió el alma al cuerpo. En ese instante me sentí pleno, realizado. Además estaba emocionado por haber logrado el título con la clase de personas y jugadores que tiene el plantel de Sporting. Dirigentes, cuerpo técnico y plantel, todos estuvieron encima mío precupándose por mi salud, y eso vale más que un campeonato o una vuelta olímpica.

   —¿Seguís pensando en dejar el fútbol?

   —Ya no. El día de la final le dije a Fermín: “no juego nunca más, sufro más de lo que disfruto. Pero salir campeón te da un envión anímico que no se compara con nada y ahora pienso para adelante, en volver a estar en contacto con la pelota y en continuar creciendo como arquero.

   “El día de la final estaba mal, pero tanto Fermín como Lucas Schefer (los otros arqueros de la plantilla) querían que ataje yo, y eso es sinónimo de grandeza. Cualquiera de los dos tenía la posibilidad de ser iniciales en una final, pero sin embargo me insistieron y me alentaron para que entre yo. Enormes personas, con todas las letras ehhh”.

   —Ahora, con el título consumado y de vacaciones en Necochea, tu ciudad natal, ¿qué pensás?

   —Vine a despejar la cabeza, a priorizar mi salud. Volveré a entrenar en 10 días porque eso me hace sentir bien y motivado. Después, cuando el tratamiento esté más avanzado y me pare abajo de los tres palos sin dificultades ni malestares, lo voy a hacer sin problemas. Es momento de estar tranquilo.

   —Esta enfermedad, ¿tiene cura o debés estar medicado de por vida?

   —Tiene cura. A medida que pasé el tiempo y me vaya sintiendo mejor, me van a ir sacando las pastillas. El psicólogo es clave, porque esta es una enfermedad netamente mental.

   —¿No te habrás vuelto loco, no?

   —Ja. ja. No, estoy muy cuerdo. Y tranquilo. Por algo suceden las cosas.

   “Cuando se te cierra el pecho y te cuesta respirar pensás en lo peor, no te miento. En el peor momento dije: 'paso para el otro lado'. Pero no, se ve que tengo que seguir acá en la tierra; y festejando más campeonatos”.

   “Por todo lo que me pasó, este fue un título especial, inolvidable por donde se lo mire. Lloré mucho, sobre todo cuando tuve a la gente de Sporting frente a mis ojos aplaudiéndome. Gracias a ellos, a sus mensajes y a su aliento, estoy entero y con ganas de seguir”.

   “Lloré y voy a llorar cuando me toque leer esta nota. Estoy muy sensible. Se me pasó todo por la cabeza, lo positivo y lo negativo. Fue un desahogo para todos, para cuerpo técnico, dirigentes, jugadores e hinchas. Es un recuerdo emotivo, especial e imborrable”.

 

Sus números

 

154

Cotejos. Son los de “Nacho” Torres en el fútbol de la Liga del Sur, aunque también se tienen en cuenta los que sostuvo con Olimpo en la Reserva de AFA. Sus equipos: Olimpo (2013-2015), 61 encuentros y 80 goles; Tiro Federal (2016), 19 y 18 y Sporting (2017-2019), 74 y 70.

 

3

Títulos. Tiene en su haber: Clausura 2016 con Tiro y Apertura 2018 y Apertura 2019 con Sporting.