Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Aquella noche que le tuve miedo a Coca Sarli

Una simple anécdota que vivió una cronista de "La Nueva Provincia" en Mar del Plata.

Foto: Néstor Malaspina

Por Cecilia Corradetti / ccorradetti@lanueva.com   

 

   Era sábado 12 de diciembre de 1998 y el Teatro Atlas de Mar del Plata era un hormiguero.

   Entre función y función, miles entraban, miles salían. Es que “Tetanic”, que protagonizaba Moria Casán, con la participación estelar de la “Coca” Sarli, representaba la obra del momento.

   A los veintipico, era cronista principiante en el mundo del espectáculo y mi roce con la farándula era nulo. Eso sí, me sobraba audacia.

   Había que cumplir para “La Nueva Provincia” con aquella cobertura especial de la temporada que se iniciaba y prometía ser furor.

   Y además me daba el lujo de formar equipo con el jefe de Fotografía del diario, “Nino” Malaspina, un veterano “pura garra” que murió poco después.

   Por mi viejo grabador y por la cámara de Nino pasó una lista innumerable de grandes figuras ¡No podíamos creerlo!

  “La humildad de los grandes”, decíamos con Nino. Porque todos fueron atentos, cálidos, profesionales.

   Salvo la “Coca”.

   Alguien había sugerido que no golpeáramos la puerta de su camarín. Que la señora prefería descansar antes de la función. Que pasáramos de largo. Que íbamos a pasar un mal rato.

   Todavía tengo grabado el grito que sonó desde el interior de la habitación cuando tocamos la puerta.

   “¿Quién es, carajo? ¿Quién viene a molestar?”

   Nino desapareció. No quería pasar vergüenza. Yo atiné a esperar unos segundos. Pero cuando oí los pasos acercarse y su voz alzándose cada vez más, comencé a dar marcha atrás. Como si me succionara una aspiradora.

   En medio de un pasillo oscuro, sentí miedo.

   Reculé como nunca antes lo había hecho, creo, en mis veintipico. Me escondí detrás de la utilería. No la enfrenté.

   Furiosa, con sus pelos revueltos, volvió a gritar como nunca me la hubiese imaginado. 

   Poco después comenzó la función. Dos bailarines la sostenían porque sola no podía.

   Eran apenas dos minutos los que aparecía en escena con una sonrisa dibujada que nos hizo estallar a carcajadas.