Bahía Blanca | Martes, 19 de marzo

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El otro lado de Pennacchiotti: la paternidad, su carrera en la UNS y la revancha en Villa Mitre

Asegura que cambió su forma de pensar y tiene claro lo que quiere. Fue "otro" jugador el que volvió a "su" club. Y se convirtió en el más determinante en el ascenso a la Liga Argentina. Sueña con el título.

Fotos: Pablo Presti, Jano Rueda y Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Fernando Rodríguez / ferodriguez@lanueva.com

(Nota publicada en la edición impresa)

   A Fernanda y Franco se le iluminan los ojos cuando hablan de Dante. Él les devuelve una sonrisa dibujada. Los tres se miran, se van descubriendo. El flamante integrante de la familia ayer cumplió dos meses. Y llegó en un año especial.

   “En agosto me enteré que iba a ser papá y al mes arreglé con Villa Mitre. Sabía que el objetivo era ascender. Tuve que estar con los pies en la tierra. Tenía las expectativas del nacimiento del nene, la vuelta al club... Era una mezcla de motivaciones y emociones”, admite Pennacchiotti, el jugador más determinante del torneo Federal y flamante ascendido a la Liga Argentina.

   La fecha prevista de nacimiento de su primer hijo era el 9 de abril. Los días pasaban y Franco se preocupaba.

   “Pensaba: 'va a nacer en pleno partido'. No sabía cómo sería después; me imaginaba que iba a estar cansado de no dormir y todo el cambio que podía generar, pero es muy tranquilo... Es más -destaca- en estos dos meses no recuerdo un entrenamiento que haya llegado reventado”.

   —¿Para tu ritmo fue más complicado antes o después que nació?

   —Como Fer (Gurovich, su mujer) se tomó licencia, los días de partido podía dormir tranquilo. Y como toma teta, yo no puedo hacer más que cantarle alguna que otra canción, je.

   —¿Cómo fueron las salidas de la ciudad una vez que nació?

   —Ufff... El primer viaje a Pérfora (Plaza Huincul) lo sufrí. Cuando perdimos el tercero me quería morir. Es más, esa semana, cuando me mostraban fotos lo veía distinto, je, je...

El pibe del UPCN

   —¿Volviste a sentirte hijo de Villa Mitre?

   —Yo no era del barrio como la mayoría de mis compañeros con los que jugaba en divisiones formativas. Mi papá tiene negocio en Villa Mitre, pero yo me crié en el barrio UPCN. De todas maneras, tengo mucho incorporado de Villa Mitre, como haber sido dirigido por Martín Ipucha durante cinco años, así que la esencia es dejar todo al momento de representar al club.

   —Cuando te fuiste se había desgastado la relación con el club. Al margen de eso, si bien no sos del corazón de Villa Mitre, ¿volviste a sentir la pertenencia?

   —De chico disfruté siempre la forma de la que se vive en el club.

   —¿Te sentís identificado?

   —No es una cuestión de elección. Cuando te criás en un lugar absorbés su cultura y cuando volví rápidamente sentí que la expectativa estaba alta. La diferencia con otros clubes es el fanatismo, la devolución de la gente. Desde 2005 hasta 2008 que no les estaba yendo bien, alentaban de la misma manera que cuando ganaron cinco campeonatos.

El "intruso"

   —¿Con el resultado puesto, podés decir que cumpliste con las expectativas que tenías antes de regresar?

   —Me siento orgulloso cuando me salen las cosas y más en una situación en la que necesitaba revancha de poder jugar bien en Villa Mitre, algo que no había podido hacerlo en Primera.

   —¿Esta expectativa y responsabilidad que te generaste te ayudó o te jugó en contra?

   —Hay momentos que te juega en contra, pero es cuando estás muy pendiente de hacerlo. En mi caso, no tenía que inventar nada, hacer lo que entrenaba. El desafío más grande era acoplar para lo que estaba más capacitado, en un esquema aceitado que tenía Ariel (Ugolini). Era todo un desafío. Que el rival tuviera que elegir a quién defender.

   —Es decir, el equipo te hizo mejor.

   —Sí, y se notó desde el principio. Habla muy bien de todos, porque habíamos jugado instancias importantes en contra.

   —Eras el “intruso” del grupo. ¿Cómo te insertaste?

   —Primero, habla de la clase de personas que hay en el grupo y, después, traté de entrar con el mayor respeto, entendiendo la situación. Desde el primer día sentí que me habían incorporado para intentar esto y que después sí nos haríamos amigos de equipo. Estos logros tienen un mejor sabor cuando lo conseguís con personas así.

Estudiante de verdad

   Franco es ejemplo para los más jóvenes. A los 24 años guardó el bolso de viaje en el placard y se instaló definitivamente en Bahía para estudiar Economía en la UNS.

   “Este cuatrimestre -cuenta-, la mayoría de la cursada fue de dos a ocho. Entrenamos 20.30 básquet y cuando tenemos gimnasio llegaba un poco tarde, pero estaba hablado con Ariel (Ugolini)”.

   —Y tu trabajo es el básquet.

   —Sí. Mi laburo es el básquet. Tuve un poco de mala suerte con los viajes. El cuarto partido con Oliva se me superpuso con el parcial de una materia que es larga y había estudiado

   —¿La perdiste?

   —No. Perdí esa instancia y en la segunda posibilidad era el lunes a las seis de la tarde antes de jugar en Rosario. Siempre viajábamos la noche anterior y ese viaje salimos al mediodía.

   —¿Y entonces?

   —Estoy charlando con la profesora para ver cómo puedo hacer para rendir libre, como en cuotas...

   —¿Desenfocarte del básquet mediante el estudio te ayuda a no sentir tanta presión?

   —La realidad es que tengo 28 años y no ando inventando nada en el básquet. Entreno lo que voy a hacer y trato de mantenerme bien físicamente.

   —A esta altura sabés lo que te da de comer...

   —Claro... Lo que sí, la universidad te favorece para el desarrollo intelectual; desde que empecé a estudiar me cambió la cabeza y la forma de ver las cosas.

   —¿En qué notás que influyó en el básquetbol?

   —El básquet es un juego automático, no hay que pensar mucho. Es más, cuanto menos pensás adentro de la cancha, mejor. Cuando era chico pensaba demasiado y era contraproducente, porque me ponía nervioso y me frustraba rápido. Yo empecé a estudiar por mi futuro. Quería tener una profesión que no se termine a los 35, con suerte.

   —Entonces, te quedan siete de basquetbolista, je.

   —Sí, je. La idea, y si Dios quiere, el año que viene cursaría las últimas materias.

   —Un triunfo más importante que el ascenso.

   —Es un desafío personal, para el cual tenés que motivarte solo.

La ciudad ideal

   —¿Qué te gustaría que Dante tuviera de vos?

   —Me gustaría que fuera él. Me di cuenta tarde que teníamos una ciudad ideal para el que le gusta el básquet y, también, desarrollarse intelectualmente. Tenemos una Universidad Nacional con un nivel increíble, y mucha cultura de básquet. Hoy lo estoy disfrutando.

   —Lo bueno que lo descubriste a tiempo.

   —Sí, seguro. Obviamente ahora pienso que hubiera sido mejor empezar cuando terminé la secundaria. Fue una decisión difícil, porque arranqué a estudiar a los 24 y estoy cursando con chicos cinco años menores, quienes tienen otro ritmo. Pero es otro ambiente. La predisposición y el ayudar al otro te abre la cabeza. Desarrollarse intelectualmente hoy es indispensable para las relaciones humanas y sumamente recomendable en cuanto a lo espiritual.

   —¿Van a ser campeones?

   —Creo que sí. El primero no se nos puede escapar y después tendríamos dos chances para coronarnos.

   —Es decir, no consideran que ya terminó el torneo.

   —¡Nooo! El equipo no puede creer la locura del recibimiento, la caravana, llenaron la cancha sin haber partido...

   —¿El apoyo suma en el día a día?

   —Sí. A unos más que a otros.

   —¿A vos?

   —No me hace para bien ni para mal.

   —¿En tu primer ascenso con Estudiantes de Olavarría no continuaste por decisión tuya?

   —No. No me renovaron y yo estaba planteándome salir.

   —¿Esta vez, vas a jugar la Liga Argentina?

   —Es mi intención. Y creo que la de todos. Sería disfrutar el premio que ganamos.

   —¿Fue tu mejor temporada?

   —Creo que sí. Me sentí muy confiado.

   El pueblo tricolor, claro, agradecido de su regreso y de su cambio.