Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Fernando VII, el "Deseado" retorna al poder

Tuvo cuatro matrimonios. Pero no le decían “El Deseado” por su capacidad de seducción con las mujeres sino porque durante mucho tiempo gozó del aprecio y la consideración de su pueblo.

Ricardo de Titto / Especial para “La Nueva.”

   Su condición de prisionero de Napoleón generó alrededor de su figura el mito de una víctima inocente de la tiranía francesa y así nació el “Deseado”.

   Sin embargo esa misma discontinuidad que marcó su vida íntima fue un rasgo también de su ajetreada vida política: fue rey de España dos veces, entre marzo y mayo de 1808 y, nuevamente, desde diciembre de 1813 hasta su muerte, en 1833. Además, durante un breve período de 1823 fue destituido por el Consejo de Regencia.

   Era hijo de Carlos IV y de María Luisa de Parma y había sido obligado a abdicar a favor del hermano de Napoleón, José I, conocido como “Pepe Botella” dada su afición al alcohol. Durante la ocupación francesa el “Deseado” que, por entonces, gozaba de gran popularidad, permaneció preso en Valençay, en la región central de Francia. Pero resultó ser una persona desleal y el entusiasmo popular hacia su persona cambió completamente y cayó en desgracia: años después, la opinión pública cambió por completo su opinión y en los anales de la historia española quedó señalado como “el Rey felón”.

La guerra de la Independencia española

   La Guerra de la independencia hispánica contra la ocupación francesa, iniciada en 1808 abarcó todos los frentes, tanto el militar como el político. En este terreno dio marco a un rico proceso que plasmó las nuevas visiones liberales en la Constitución de Cádiz de 1812 y en las diversas juntas que se organizaron para resistir a los franceses, juntas que, lo mismo que las Cortes de Cádiz y el Consejo de Regencia reconocieron siempre a “Fernandito” --como lo llamaba San Martín-- como su legítimo monarca.

   Contra las expectativas que había sobre él, al retornar al trono tras la expulsión de José Bonaparte y la derrota de los ejércitos invasores, se convirtió en un soberano absolutista. Los mismos que habían dejado su sangre por enaltecerlo comenzaron a verlo como un rey sin escrúpulos y traicionero. Amparado en camarillas de palacio privilegió su propio lugar como “soberano” y se desprendió de todo aquello que oliera a reformismo liberal. La “Corte” hizo honor a una de las acepciones de su nombre y se plagó de favoritos y aduladores.

   Durante su cautiverio, el 19 de marzo de 1812, las cortes de Cádiz habían aprobado la primera Constitución propiamente española y a esa constitución conocida por el grito de ¡Viva la Pepa!, se la conoció con ese nombre porque la fecha de promulgación coincidió con la festividad de San José

   Al retornar al poder, el 4 de mayo de 1814, Fernando VII promulgó un decreto por el cual declaró nula y sin efecto toda la obra de las Cortes de Cádiz --de claras inclinaciones liberales y democráticas-- y reinstaló la monarquía absoluta rechazando de plano toda inclusión de parlamentarismo:

   “Mi real ánimo es no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución, ni a decreto alguno de las Cortes [...] sino el de declarar aquella Constitución y aquellos decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquiera clase y condición a cumplirlos ni guardarlos”.

   Decretos en mano, el día 13 Fernando entró triunfal en Madrid. Antes, lo había precedido una brutal represión en la capital: se arrestó a los diputados del año 12, se detuvo también a los miembros de la Regencia, los ministros y sus partidarios y el 11 de mayo se dispuso la disolución de las Cortes: el rey reasumió el poder dando un verdadero golpe de Estado.

   Su regreso al trono abrió un período despótico que se extenderá hasta 1820: Fernando organizó una verdadera caza de brujas de liberales, periodistas, militares e intelectuales y dispuso el destierro de los sospechados de complicidad anterior con los Bonaparte y los “afrancesados” que eran todos sospechados de republicanismo. El descontento culminó en varios intentos de sublevación que incluyeron a sectores del ejército, distintos grupos de la burguesía y la masonería unidos por el deseo de restablecer la Constitución. La reacción fernandista estuvo a tono con el restauracionismo vigente en Europa: desapareció la prensa libre, se anularon las diputaciones y los ayuntamientos constitucionales y se clausuraron las universidades. Como parte del restablecimiento del “Antiguo Régimen”, se devolvieron a la Iglesia todas las propiedades confiscadas en el período anterior.

   La Santa Alianza que reunía a las casas reales de casi toda Europa continental incluyendo a los zares y emperadores de Europa central y oriental operó, en efecto, como telón de fondo de su reinado. En septiembre de 1815 se reunieron en París los reyes de Austria, Rusia y Prusia quienes, invocando los principios cristianos, acordaron mantener en sus relaciones políticas los “preceptos de justicia, de caridad y de paz”. Aunque en la práctica la “Santa Alianza” no desempeñó ningún papel efectivo, se convirtió en un bloque político continental que podía exhibirse unido en una política reaccionaria de restauración monárquica y de entente contra las ideas republicanas y democráticas puestas en marcha con la Revolución Francesa.

La revolución americana

   Desde 1810, el “juntismo” en América se había extendido desde México al Río de la Plata, pero la reacción monárquica había recapturado casi todo el continente a excepción del extremo sur --las Provincias Unidas y el Paraguay-- en el que la Revolución de Mayo seguía vigente con un gobierno criollo e independentista.

   En ese marco, la agresiva política por recuperar los territorios americanos sublevados, se tradujo en sucesivos intentos políticos y militares en los que no se ahorraron gastos. Algunos de ellos, como la gran armada enviada a Venezuela en 1815 con Pablo Morillo, lograron importantes éxitos pasajeros. “El Pacificador”, con sesenta buques y quince mil hombres, tomó Cartagena de Indias y restableció el Virreinato en Nueva Granada.

   Si la Asamblea del Año XIII celebrada en Buenos Aires había recogido el espíritu liberal de las Cortes de Cádiz, los congresos reunidos en 1815 y 1816 en Entre Ríos y Tucumán sesionaron en este nuevo marco de restauración y contraofensiva de las monarquías absolutas. De allí que los diputados tuvieran lógicas dudas y, buscando modelos, miraran más hacia Gran Bretaña que hacia el continente europeo. En ese marco, las misiones diplomáticas enviadas a Europa --como la de Belgrano y Rivadavia de 1815-- permitieron apreciar de cerca la nueva situación y trasmitirla, como lo hizo el propio Belgrano ante el Congreso de Tucumán cuando postuló una “monarquía temperada”.

   Con su brutal represión Fernando VII, de “deseado” pasó a “felón”. Sin embargo, la lucha continental encabezada por San Martín y Bolívar hará que fracase por completo en su intento de volver atrás las manecillas del reloj americano. La independencia era ya un camino sin retorno.