¿Es Cambiemos un gobierno neoliberal?
Ese calificativo se suele utilizar en forma despectiva desde la oposición para referirse al oficialismo. Ahora, ¿este modelo cumple fielmente con las premisas de mínima intervención del Estado en los asuntos privados y otras características propias del sistema aludido?
Maximiliano Allica / [email protected]
Un pensamiento veloz sobre el neoliberalismo conduce a imaginar un sistema capitalista de libre mercado, con la menor intervención posible del Estado en los asuntos privados, así como promotor de la baja de impuestos y una consecuente reducción del gasto público.
Concepto nacido en torno a 1930, cuando el liberalismo “a secas” ya cumplía un siglo y medio, se utilizó para definir a gobiernos de diferentes partes del mundo aunque, en términos prácticos, no necesariamente tenían patrones tan comunes.
Aprovechando que su contracara actual, al menos en América Latina, es el populismo, vale citar el reciente ensayo del profesor Santiago Leiras sobre “Populismo: pasado, presente y futuro”, donde describe la zigzagueante historia de ese concepto hasta llegar a la definición que le damos hoy en día.
Leiras subraya la idea de que los “ismos” suelen sufrir un “estiramiento conceptual” (noción de Giovanni Sartori), al cual define como “el proceso de ampliación del radio de aplicación de toda categoría conceptual en desmedro de su capacidad definitoria”.
Con el liberalismo y su variante “neo” sucede una cosa similar: no todo lo que brilla (u oscurece) lo es.
Tomemos el caso argentino. Desde el “populismo” y los sectores de izquierda se tacha de neoliberal a casi cualquier sector de derecha, actúe bajo las reglas del liberalismo o no.
Pongamos ejemplos: el gobierno de Carlos Menem sí se abrió al libre mercado en el marco de un mundo unipolar tras la caída de la URSS, sí vendió empresas del Estado para achicar el gasto público, sí transfirió al sector privado la caja jubilatoria y, comparando con los siguientes gobiernos, no ejerció una presión impositiva asfixiante. Le cabe la definición de manual.
De todos modos, podemos poner asteriscos. Las privatizaciones cambiaron el monopolio del Estado por otro de las corporaciones. Por definición, la ausencia de competencia es opuesta al liberalismo, que en su teoría aspira a evitar las posiciones dominantes.
Pero yendo al punto central: ¿Es Cambiemos un gobierno neoliberal?
Pautas que no se cumplen
Primero, una aclaración. Este artículo no pretende calificar al (neo) liberalismo en términos de bueno o malo ni mejor o peor, así como no pretende hacerlo con ninguna de las posibilidades diferentes u opuestas. La idea es observar si cumple con las pautas. Veamos.
¿Es Cambiemos un gobierno capitalista? Sí. Del mismo modo que lo fue el kirchnerismo, así como todos los gobiernos argentinos, incluso los más dirigistas, ya que ninguno abolió la propiedad privada ni coordinó en forma estricta la vida pública o profesional del conjunto de los ciudadanos de nuestro país.
Tampoco se prohibió la posibilidad de emprender libremente ningún comercio u otra actividad productiva, más allá de las dificultades propias de cada coyuntura. En ese sentido, siempre se respetó la Constitución liberal de Juan Bautista Alberdi, la misma que nos rige ahora, al margen de algunas modificaciones que no alteraron su fondo.
¿Es Cambiemos un gobierno que interviene lo menos posible en los asuntos privados? Discutible. Desde el discurso, ese es su objetivo. Desde la práctica, regula actividades económicas, por ejemplo, aplicando impuestos distorsivos (retenciones), interviniendo en el mercado de cambios o en los niveles de las tasas de interés.
En cuanto a los impuestos, por citar un dato, esta administración es responsable de la ampliación del universo de pagadores de Ganancias. Desde 2016 la cantidad de trabajadores alcanzados aumentó en un 66,4%, de acuerdo con los últimos datos de la Jefatura de Gabinete.
Ganancias es uno de los impuestos denominados progresivos, porque más paga el que más tiene, con fines redistributivos de justicia social. O sea, no estamos hablando de una medida de liberalismo rancio sino más bien lo contrario, más allá de que después se utilicen bien o no los fondos recaudados, lo cual es otra discusión.
¿Cambiemos bajó el gasto público? Aquí los datos son más difíciles de analizar porque en una economía deprimida lo lógico es que todo se achique. Pero tomemos como referencia a las estadísticas de empleo y salarios.
Entre enero de 2018 y el mismo mes de 2019 se perdieron 262.000 puestos de trabajo en Argentina. De ese total, 175.000 pertenecieron al sector privado registrado, mientras que en el sector público la caída fue de 14.700, según datos del Ministerio de Producción y Trabajo. El resto son monotributistas o autónomos. Claramente, les está yendo peor a los privados.
En materia de ingresos, los trabajadores argentinos tuvieron una pérdida de poder adquisitivo del 12,1% en promedio el año pasado. Los del sector público sufrieron una baja del 11,7% y los del privado, del 11,6%. Casi iguales. Pero si se observa a los trabajadores informales (que no son públicos), el descenso de sus ingresos alcanzó el 13,8%.
Para no ir más lejos, miremos al gobierno de Cambiemos en Bahía Blanca. El año pasado el aumento salarial a los trabajadores de la comuna rozó el índice inflacionario de 2018 y este año ya acordaron que empatarán a la evolución general de los precios. Comparativamente, son paritarias muy buenas. En cambio, de bajar tasas en forma generalizada para favorecer a los privados, el Municipio no emite una palabra.
Nuevamente la aclaración: no está bien ni mal, quien suscribe no cree que una reducción de gastos públicos sea sinónimo de eficiencia o prosperidad. Pero estos datos obligan a un estiramiento conceptual para calificar de neoliberal al gobierno de Cambiemos, cuando el ajuste más fuerte lo viene haciendo el sector privado.
Los privados que sí ganaron
¿Cuáles son los sectores privados más favorecidos por este gobierno? Los bancos y entidades financieras que pueden comprar Leliqs y aprovechar sus siderales tasas de interés. También las empresas concesionarias de servicios públicos, cuyas tarifas se actualizaron en forma exponencial en estos tres años y medio.
Y aquí vale otro dato. El macrismo había iniciado un fuerte proceso de quita de subsidios, es decir, de reducción del gasto. Cuando tomó el poder éstos absorbían el 80% de los costos, cifra que se contrajo a un 30% en 2017 pero que luego de la devaluación de 2018 volvió a subir en torno al 60%.
O sea, al final de la cuenta, tenemos servicios mucho más caros pero con similar carga para el Estado. Y agreguemos que las bajas de impuestos en estos servicios fueron mínimas, casi insignificantes para los bolsillos de los usuarios.
También se beneficiaron con este modelo las mineras, que se llevan del país prácticamente lo que quieren sin rendir explicaciones.
Por supuesto, el lector podrá añadir o quitar sectores, pero si busca entre los favorecidos va a encontrar a muy poquitos más.
En conclusión: al escuchar a Mauricio Macri o Marcos Peña pareciera que estamos ante un gobierno de perfil liberal. Si se quiere, neoliberal (aunque Javier Milei deteste el sufijo “neo” porque “liberal viene de libertad, entonces no hay una nueva o una vieja libertad, es libertad o no es”). No obstante, los datos siembran algunas dudas.