Bahía Blanca | Martes, 09 de septiembre

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Aquella Bahía donde el neón era el dueño de la noche

El sistema de luces de ese estilo alcanzó un desarrollo único y convirtió a las calles del centro en un espectáculo único.

Por Mario Minervino / [email protected]

   Hubo un tiempo en que las calles de la ciudad aguardaban la noche para tener su mayor brillo. Color, diseño y fantasía se conjugaban en los populares letreros de neón.

   Hoy ya no existen, aunque algunas huellas dan cuenta de aquel pasado.

   No fue patrimonio exclusivo de Bahía Blanca, pero aquí el sistema de luces de neón alcanzó un desarrollo único y convirtió a las calles del centro en un espectáculo único.

   Eso lograron las luces de neón, ideales para servir en los carteles publicitarios por su propuesta de tubos de vidrio maleables para aceptar diversidad de diseños, colores y formas.

   Los carteles de neón se convertían "en un estallido por la noche". Se necesitaba la caída del sol para que empezaran a ser protagonistas con sus letras, curvas y silueteado de dibujos. Se necesitaba la oscuridad para que se vean bien, tanto en el exterior como en el interior.

   Rudi Stern, un artista que pasó décadas trabajando el neón a nivel comercial y artístico, escribió un libro sobre la iluminación de neón.

   “Es una luz definida por un espacio sin sombras. El hecho de que tenga que ver con la noche lo distingue de otras formas de arte, es una de las formas más potentes de ilustración. En virtud de su luminosidad flexible, podía producir efectos más allá de la capacidad de las luces precedentes. Podía crear siluetas asombrosas, ya sean figuras o letras, en una serie de combinaciones de colores que parecían infinitas, una animada incorporación al paisaje nocturno urbano", explica.

La técnica

   El neón se relaciona con un tubo de vidrio luminoso. En realidad es un gas, de los llamados raros o nobles.

   El color producido por el neón es rojo anaranjado; “rojo claro”, cuando se lo ve a través de un vidrio. Su principio de iluminación surge a partir de recibir descargas eléctricas.

   Los dos gases raros principales en los tubos son el neón y el argón. La iluminación consume poca energía y proporciona un brillo continuo y constante.

   Hoy no existen en la ciudad fabricantes de carteles de neón. La cartelería comercial ha sido reemplazada por otros sistemas, más modernos, de menor consumo y, sin dudas, menos atractivos.

La marca

   Si una calle fue famosa por sus cartelería esa fue O'Higgins, entre Brown y Chiclana. Sus comercios ingresaron en la década del 50 con enormes carteles iluminados con neón.

   La firma Amaducci se encargaba de su construcción. Apenas la oscuridad del cielo se convertía en fondo, sus colores inundaban las calles, conformando un espectáculo único, una verdadera explosión de color, de movimiento y brillo.

   No eran lo comercios sino su cartelería lo que convirtió a esta calle en "La Gran Vía del Sur Argentino". No fue la única, claro. Donado, Zelarrayán y San Martín sumaban su colorido también.

   Quedan pocos exponentes de esas obras de arte. Apenas una en funcionamiento. El resto luce formas, tubos y la belleza de ese arte, pero llegada la noche se mantienen apagadas. Algunos dañada su instalación eléctrica, otras afectadas sus partes vidriadas.

   Andrés Romero, propietario de la óptica Sarmiento --Sarmiento 90--, disfruta hoy haber hecho caso a su papá y mantener el histórico cartel del comercio, colocado en 1961. Es el único que se puede disfrutar por la noche, con variedad de colores y un simpático dibujo.

   En la primera cuadra de O'Higgins no hay ninguna huella de aquel pasado. Han desaparecido los carteles de neón de New London, Escasany, Obiol, Maffi, La Atracción, Tonsa.

   Tampoco quedaron en Donado, donde, aseguran, el cartel de Tisuky --casa de fotografía-- era una verdadera maravilla en ese estilo.

   Acaso uno de los carteles más trabajados es el que luce el restaurant Gambrinus, en Anchorena y Arribeños, una belleza de formas, siluetas y gráfica.

   "No funciona desde hace algunos años por un problema eléctrico", señala un trabajador del lugar.

   Otros carteles que han quedado desde los 60 son los de la Óptica Obrera --O'Higgins 283--; el arpa de Casa Pannelli --O'Higgins 250--, los de pastas Los Camioneros --O'Higgins 282--, Fotografía Wolk --Zelarrayán 70--, confitería Los Vascos --Donado y Saavedra-- y la Casa de las Camisas --San Martín 127--.

   Todos esos carteles de más de 60 años. En algunos han sobrevivido sus vidrios y el neón que contienen.

   Rescatarlos y ponerlos en funcionamiento podría ser un aporte artístico de valor para la ciudad.