Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

El día que todo Argentina fue bahiense y festejó junto con Beto Cabrera

Hoy se cumplen 40 años del título más recordado que, a nivel internacional, se disputaron en la ciudad.

Por Fernando Rodríguez / ferodriguez@lanueva.com

(Nota publicada en edición impresa)

   "¿El logro más grande?: Haber sido campeón Sudamericano en Bahía”.

   En el álbum de sus recuerdos, Alberto Pedro Cabrera llevaba el torneo disputado en nuestra ciudad.

   Beto se había retirado del seleccionado nacional el 24 de septiembre de 1974.

   Cinco años más tarde, el técnico Miguel Angel Ripullone -el mismo que lo había hecho debutar a los 20 años-, le pidió que reviera su decisión.

   La sede donde se disputaría el 28º Sudamericano de básquetbol sedujo al Mago, que aceptó el desafío de volver a vestir la camiseta de Argentina, nada menos que en su ciudad.

   Junto con él, entre los 12 se sumaba otro “veterano” como Carlos González.

   De la lista inicial habían descartado a Alejandro Meschini, Miguel Cortijo y Vicente Pellegrino.

   La presencia de Beto resultó decisiva, por su experiencia y porque una lesión le impidió a Eduardo Cadillac jugar los dos primeros partidos.

   Cabrera, a los 33 años, terminó siendo el capitán y una de las figuras.

   “Es la mayor satisfacción que he tenido en mi vida a nivel de selecciones. Tuve la suerte de ganar varios títulos, pero este, por distintos motivos, tiene un sabor especial”, declaró inmediatamente finalizado el juego ante Brasil.

   Ese día, el sábado 21 de abril de 1979 -hoy se cumplen exactamente 40 años-, ingresaron al Casanova 5.680 personas, de acuerdo con los registros de la época, contabilizando espectadores, periodistas, seguridad y demás.

   No resultó una cifra récord, aunque “no cabía un alfiler”.

   La fase clasificatoria Argentina la pasó caminando: 135-55 a Paraguay; 102-61 a Perú; 91-62 a Venezuela y 84-52 a Chile.

   Estos resultados, naturalmente, no habían movilizado al público para generar un clima de localía.

   Recién la semifinal frente a Uruguay calentó el ambiente. Ese  105 a 90 fue la entrada para después sí esperar ansiosos por el plato principal.

   La misma mañana del partido había un remanente de 800 boletos y rápidamente en la Asociación Bahiense se colgó el cartel: “No hay más localidades”.

   La apertura del estadio se había previsto para las 20 (el juego comenzó 23.05) y desde mucho antes el público abrazó el estadio, con 400 metros de cola. Nadie quería perdérselo.

   Todos, de una u otra forma, se sentían protagonistas, identificados por la figura de Beto Cabrera y la pasión bahiense por el básquetbol.

   A tal punto, que desde lo alto de la tribuna de espaldas a calle Angel Brunel, se encargaron de mover los tensores de la jirafa, en un pasaje en el que los brasileños tiraban libres.

   Lógicamente, los visitante reclamaron, Marquinhos volvió a lanzar y algunos, ya con la derrota consumada, se quejaron de la hostilidad.

   "El público incidió en el éxito argentino y los jueces tuvieron un poco que ver con el resultado. De todas formas, no justifica nuestra derrota. Esos jueces tuvieron mucho coraje y poca seguridad porque la gente estaba muy próxima a la cancha", opinó Carioquinha.

   El quinteto argentino se repetía cada noche: Cabrera, Raffaelli, Martín, Perazzo y Prato.

   En la final, la defensa de Cabrera sobre Carioquinha fue determinante.

   “No hubo ningún secreto. Sino concentración en el jugador a cuidar. Hay que tratar de perseguirlo y adivinar sus movimientos. Me favoreció que no se mandó con asiduidad y las pocas veces que lo hizo logré anticiparlo”, explicó Beto.

   La síntesis de la final:

   Argentina (90): A.P. Cabrera (12), C. Raffaelli (15), J. Martín (17), A Perazzo (12), F. Prato (2), fi; J.L. Pagella (6), L. González (8), C. González (12), G. Aguirre (6) y E. Cadillac. DT: M.A. Ripullone.

   Brasil (85): Carioquinha (11), Marquinhos (31), Marcel (14), Ze Geraldo (11), Oscar (18), fi; Siani y Marcelo. DT: Ary Vidal.

   Arbitros: Marcial Paredes (Perú) y William Rúa (Colombia).

En resumen

   Jorge Martín, además de convertir el último lanzamiento del torneo, el cual quedó reflejado en una foto histórica (ver aparte), fue el jugador que más tiempo estuvo en cancha, promediando 26,5 minutos.

   Mientras que Carlos Raffaelli resultó el goleador del equipo, anotando a razón de 14 puntos por juego.

Parados, desde la izq., Garavaglia (utilero), C. González, Martín, L. González, Aguirre, Perazzo y Prato. Abajo, Paggela, Oroño, Romano, Cadillac, Raffaelli y Cabrera. 

   Beto Cabrera completó 32-55 (58,18%) en dobles, 14-18 (77,77%) en libres, 8 rebotes y 21,5 minutos por partido.

   En la final llegó al tope de minutos: 33.

   —¿Tiene intenciones de seguir en la Selección?

   —No. A mí me gusta jugar con responsabilidad y no tengo el tiempo suficiente como para entrenarme y viajar muy seguido.

   Así respondió Cabrera después del final. Beto se despidió de la Selección, en su casa, con su gente, levantando la copa de campeón y movilizando todo ese marco multitudinario como pocas veces tuvo el Casanova.

   Otro que se bajó con Beto fue el técnico Ripullone, oficializando así su renuncia inmediatamente finalizado el torneo. Antes, se despachó: "¿Comprendieron ahora por qué elegí esta ciudad para concentrar al plantel? Nos fuimos motivando juntos, ella y nosotros... Este título se gana acá y en ningún otro lado del país".

   Tenía razón...

"Queríamos ganar por Beto"

Momento cumbre, Jorge Martín toca el cielo con las manos, tras convertir el último punto.

Por Jorge Martín

   Había salido campeón en el Sudamericano Juvenil del 73 en Bahía. Y lo del 79 fue hermoso, como volver a casa.

   Me acuerdo perfectamente. Queríamos ganar por Beto, que no había conseguido este título.

   Él jugaba muy bien, pero no hablaba. Te diría que no lo conocí del todo. Su liderazgo era desde el juego. Hacía jugar a todos.

   Sabíamos que en Bahía se iba a sentir la localía. Igual el equipo era bastante bueno, estaba muy bien entrenado y no necesitaba que apagaran la luz para ganar, je.

   Los brasileños en Bahía no iban a ganarnos. De eso estaba seguro. O, también, podía pensar así por mi inconsciencia. Yo jugaba, para mí; ir ganando o perdiendo era lo mismo. Ponía el cien por ciento.

   Igual, con Brasil jamás pensé que podíamos perder después de ganarle en semifinales a Uruguay.

   De la foto del tiro final no me acuerdo. Ya tengo 64 años. ¡Y pasaron 40 años...!