Bahía Blanca | Viernes, 11 de julio

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“Nuestra misión era recuperar el territorio, no matar ingleses”

Un excombatiente de la Guerra de Malvinas, protagonista en la Operación Rosario, de recuperación de las Islas, recordó aquellos momentos en el monumento de Zelarrayán y Cuyo.

Fotos: Emmanuel Briane - La Nueva.

Federico Moreno/ [email protected]

El veterano de Guerra de Malvinas Horacio Núñez, correntino y recordado desde 1982 porque la foto de su cara camuflada salió en la revista Gente, brindó anoche una charla en el monumento a los combatientes ubicado en Zelarrayán y Cuyo.

Allí, narró cronológicamente los días previos al inicio de la Guerra, desde fines de marzo cuando se encontraba entrenando en Mar del Plata, hasta que tomaron la casa del Gobernador el 2 de abril y fue precisamente él el encargado de bajar del mástil que allí se encontraba la bandera británica.

“Yo estaba cursando con la agrupación de comando anfibio en Mar del Plata, cuando el 27 de marzo de 1982 a las 5 de la mañana nos despertaron y nos dijeron ‘alistamiento’. Nos levantamos con la pereza de todas las mañanas, pero nuevamente, la orden de alistarse era seria, y nos pedían que agarráramos el arma con la que más cómodos nos sentíamos. De a poco se notaba que no era un ejercicio de rutina”, recordó quien por entonces tenía 24 años.

“Después fuimos para Puerto Belgrano y ahí el movimiento de buques y camiones era muy grande, empezamos a sospechar que se trataba de una operación importante, pero lo único que se nos cruzaba era algo en el sur del país y relacionado con el conflicto con Chile que se había vivido años atrás”, explicó Núñez.

 

 

Mucha gente se acercó anoche a escuchar el relato de uno de los héroes de Malvinas, el que en ciertos pasajes del mismo se emocionaba visiblemente al punto de quedarse sin voz.

“A todo esto ya habían pasado algunos días de navegación, cuando una noche nos contaron que la orden era desembarcar en Malvinas. Ahí se desató la euforia, estábamos yendo a recuperar algo que era nuestro. El día siguiente fue todo para la planificación, para ver cómo íbamos a ejecutar el plan”.

La Operación Rosario consistía en 96 hombres que desembarcábamos en 21 botes de goma, nos repartíamos en tres grupos con distintas misiones. Algunos debían volar un puente, otros ir a Moody Brook, y otros teníamos que ir a la casa del Gobernador.

“Gracias a Dios, por el hecho de que la cantidad de algas que había en un punto no nos dejaba avanzar al trabarse en las hélices de las lanchas, desembarcamos en un lugar distinto al previsto. En el previsto nos hubieran estado esperando con ametralladoras, nos enteramos después. Los británicos ya sabían que íbamos y nos estaban esperando”.

Sobre el momento de mayor acción, Núñez se permite recordar con humor el momento en el que, después de horas de sigilo caminando varios kilómetros desde la costa hasta la casa del Gobernador, incluso en cuerpo a tierra por momentos, un detalle suyo casi hace peligrar la misión.

“Estábamos en cuerpo a tierra a metros de la casa que teníamos que atacar,  todos en silencio, y a mí me empezó a sonar el despertador del reloj de muñeca como todos los días, a las 5 de la mañana. Se me salía el corazón por la boca para apagarlo, por suerte no nos escucharon y la misión salió bien”.

“En el momento en que estuve con el arma en la mano, dispuesto a disparar, los soldados ingleses que tenía enfrente mío se rindieron. A partir de ahí hacían todo lo que yo les decía, pero más por saber el protocolo de guerra que por entenderme, porque yo de inglés, cero”, recordó con humor el “Indio” Núñez.

En dicha misión, que es recordada por la no tan violenta rendición por parte de los soldados y autoridades británicas, la única víctima fatal fue el argentino capitán de fragata Pablo Giachino.

“Muchos nos preguntan o hasta como que reclaman por qué no matamos a los soldados ingleses que se rindieron, si nosotros habíamos tenido una víctima fatal. Y no es así, al menos no lo sentimos así, nosotros fuimos a recuperar el territorio, no a matar ingleses. Los británicos fueron tratados como soldados y como seres humanos, incluso cuando los teníamos prisioneros ni siquiera estaban esposados. Podían charlar, fumar, hacer lo que quisieran. Custodiados y delimitados por nosotros, pero bien tratados”, destacó Núñez.