Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Los goles de Villa Mitre retumbaron en un hotel de Río Gallegos, donde se aloja Bahía Basket

Gerardo “Tato” Peñalva, el utilero de Bahía Basket, sufrió y disfrutó a la distancia.

Por Fernando Rodríguez / ferodriguez@lanueva.com

Enviado a Río Gallegos

 

   Había dejado todo preparado, como siempre, para que al equipo no le faltara nada de la utilería. Esta vez él no estaba en la práctica. Hasta que apareció.

   “¿Te perdiste?”, bromeó Sepo Ginóbili.

   Y él, casi sin voz, respondió la pregunta inevitable: "¿Cómo salió Villa Mitre? Se suspendió. Ganaba 2-1".

   La clasificación tricolor en la Copa Argentina de fútbol Tato la vivió solo, en la habitación 328 del Hotel Patagonia, donde se aloja el plantel de Bahía Basket.

   “La primera vez que fui a la cancha, contra Olimpo, no entendía nada. Pero estaba toda la fiesta de Villa Mitre en el Carminatti. Volvimos caminando. Tendría 6 años”, recordó Tato.

   Su pasión tricolor nació en el barrio de La Terminal, su lugar en el mundo, donde supo compartir su niñez y adolescencia con “los pibes”, como él mismo denomina. Los mismos que se encargaron de dejarle grabada su identidad villera.

   “Este tatuaje –en el antebrazo izquierdo-, lo tengo desde los 7 años. Me lo hicieron los pibes más grandes que yo”, contó Tato.

   El problema surgió cuando llegó a su casa, Paula, su mamá, rápidamente mostró su descontento: “Mi vieja sacó el cepillo de lavar la ropa y me  empezó a borrar. Y se me fue bastante ¡eh!”.

   A los 11 años, otro escudo tricolor permaneció oculto por más tiempo.

  “Este (en el brazo izquierdo) no me lo vio porque lo tapaba la remera, je. Me lo hizo un amigo con una aguja y tinta china”, dijo.

   Su historial de locuras por Villa Mitre incluye muchos viajes.

   “Con los pibes nos íbamos a dedo a todos lados. Me acuerdo que fuimos a Jujuy. Salimos para llegar a las 8 del día siguiente y conocer. Se rompió el colectivo y llegamos cuando iban 20 minutos del primer tiempo. Terminó y volvimos”, rememoró.

   “Otra vez –agregó- fuimos a La Pampa en la caja de un camión. Eramos entre 40 y 50, una locura”.

   Ahora, admite Tato, está mucho más tranquilo.

   “Cuando no trabajaba en Bahía Basket vivía para Villa Mitre. No me perdí ni un partido de la B Nacional. Pero desde que llegué a Bahía estoy más tranquilo”, aseguró.

   Ya con 36 años, el trabajo es prioridad.

  “Mi hijo (Bruno, de 9 años) la semana pasada me pedía que fuéramos a Santa Fe. Y cuanto más me insistía yo más quería dejar todo para ir, pero el trabajo está ante todo. Esta vez me tocó vivirlo a la distancia. Fue emocionante. Quería quedarme acá, encerrado, mirando la tele”, contó Tato.

   Sin dudas, entre los recuerdos imborrables del utilero de Bahía Basket quedará la habitación 328 del hotel en Río Gallegos. Allí donde le tocó estar trabajando, el día que Villa Mitre le ganó a Newell’s.

   “La ilusión siempre está. Ahora queremos ir por más”, avisó Tato, el hincha silencioso…