Bahía Blanca | Jueves, 03 de julio

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Hilario Ascasubi: un pionero y primer “sanador” contó sus vivencias

Cuando Jorge Raúl Alegría llegó al pueblo, en los 50, con el título de Auxiliar Nacional de Farmacia, no había médicos ni enfermeros. Enseguida lo adoptaron como “curalotodo”. A los casi 96 años, comparte sus memorias.

Anahí González
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   Guapo, sonriente, de traje. Una imagen en sepia. Así se lo ve en la portada de Mis Vivencias, libro en el que Jorge Raúl Alegría reunió relatos testimoniales y memorias cotidianas de Hilario Ascasubi, el pueblo al que llegó en los 50, junto a su esposa Laura y dos pequeñas hijas (Magdalena Susana y Mónica Laura) recién recibido de Auxiliar Nacional de Farmacia, título obtenido en la Facultad de Farmacia de La Plata, luego de haber cursado la carrera, sólo con algunas materias menos, posibilidad que se les daba en aquel entonces a estudiantes que no habían cursado el secundario.

  Hoy, a los 95 años, convencido de que la historia de los pueblos se teje desde las fibras íntimas del quehacer cotidiano de su gente, decidió publicar sus recuerdos y compartir con las generaciones venideras una selección de historias y relatos, testimonios de una época no tan lejana pero muy diferente, en el que las luchas, aciertos y desvelos de los pioneros fueron configurando la identidad de esta localidad que integra el partido de Villarino.

   Jorge Raúl Alegría, quien hoy vive en Bahía Blanca y pasó gran parte de su infancia y toda su adolescencia en Jacinto Aráuz (La Pampa) es la historia viva de Hilario Ascasubi, terruño al que arribó en tiempos en que todo se hacía bajo la luz mortecina de las viejas lámparas a kerosene y no había gas natural, agua corriente, ni cordones cuneta. Todos los vehículos eran de tracción a sangre, salvo el viejo Chevrolet del señor Tomasi.

Jorge Raúl Alegría, con su ejemplar.

   Como no había médicos ni enfermeros, ni bien abrió su farmacia la gente lo adoptó rápidamente como el “curalotodo” del lugar. Algunos acudían también a curanderos (en el libro hay copias de “recetas” e indicaciones de curanderos escritas a mano).

   A menudo, Alegría debió tomar difíciles decisiones, debido a que en aquella época las distancias y la falta de transportes volvía más complejos los escenarios. De su proceder y actitud, muchas veces dependió la vida y la muerte de las personas.

   Debutó como “médico” una noche de lluvia torrencial realizando un vendaje compresivo a la esposa de un peón y debió suturar —sin anestesia— a un “paisano de a caballo”, que llegó con un tajo tan grande en la rodilla que se le veía el hueso, entre algunas de las anécdotas más curiosas. “Se me ocurrió preguntarle: ¿usted es guapo? Solo respondió con un gesto. Entonces le expliqué los riesgos posteriores y le advertí: esto va sin anestesia, así, a lo bruto”, contó.

   En el pueblo le decían el “farmacéutico”, pese a que se cansó de explicar que solo tenía conocimientos de la profesión. 

   Más de cuarenta años de vida en Ascasubi le permitieron delinear las luchas y desvelos de personajes del lugar, sus sinsabores  y pequeños aciertos y acercarnos a conocer cómo era la dura vida de aquellos trabajadores anónimos que, a menudo, no son tenidos en cuenta cuando se escribe la historia de los pueblos.

   Alegría señaló que, en los 60, los vecinos comenzaron a formar comisiones para obtener los servicios más necesarios y, más allá de cualquier diferencia, cooperaban entre todos, con sentido de unidad.

   “De la comisión de fomentos recuerdo especialmente a Sánchez. Cuando logramos formar la caja de créditos, encabezada por Alfredo Macari como presidente, Timi, como vicepresidente y Osvaldo Mayer, que pasó a ser el gerente”, recordó.

   “Sin dudas había muchas falencias, pero también se contaba con una invalorable ventaja; un grupo humano que amaba su tierra, la trabajaba, la regaba con sudor, y esta respondía a su entrega produciendo cosechas admirables”, señaló.

   En 2009 Alegría fue reconocido por la comuna de Villarino por su trayectoria. Durante 43 años fue corresponsal del diario La Nueva Provincia. Entre otras noticias, viajaba a Bahía Blanca cada lunes con los resultados de los partidos de fútbol. 

   A sus 95 años, sigue siendo un hombre lúcido y de ideas claras. “Dicen que en la vida hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Hijas tuve dos y con lo de plantar un árbol me quedó corto, porque la jardinería siempre me gustó. La idea del libro la tengo desde hace mucho tiempo. Me gustaba escribir las cosas que ocurrían mientras trabajaba y  se fueron acumulando y decidí publicarlas.

“Sin dudas había muchas falencias, pero también se contaba con una invalorable ventaja; un grupo humano que amaba su tierra”, dijo Alegría.

   “El pueblo estaba paralizado porque se encuentra entre dos localidades vecinos que siempre tuvieron mucho empuje y estaban muy respaldadas por los gobernantes. Se formaron comisiones en las que nos reuníamos para realizar avances. No había gas, luz, cordón cuneta,  ni bancos. Era un pueblo solo con la gente adentro y sus necesidades. Se avanzó hasta tener calles asfaltadas.

   “Recuerdo haber estado en la comisión de créditos de la Caja de Créditos y hasta haber podido otorgar créditos a trabajadores muy humildes, como peones de campo, para que pudieran empezar con una hectárea de cebolla.

   "Y de aquella época también tengo dos nombres muy presentes. Rosanello, colega tan solidario que supo cubrirme en Ascasubi cuando yo viajaba los fines de semana a Bahía Blanca. Y Corvalán Goñi. Con él compartimos varios asados cuando solía visitarme en sus viajes al pueblo. Quién se iba a imaginar q muchos años después, ante mi necesidad, él iba a brindarme un espacio laboral en su droguería!

   “El libro fue recibido con entusiasmo, porque todos nos conocíamos y éramos amigos. Gustó lo que escribí porque reflejaba lo que pasaba en el pueblo.

   “Viví hasta los 20 años en Jacinto Aráuz y allí también fue muy bien recibido. Hasta el juez de Paz, Carlos Weis, incluyó comentarios en su programa de radio”.

Nombres propios

   Se editó sin fines del lucro para regalar a amigos, conocidos e instituciones. Incluye relatos novelados, recuerdos, monólogos, frases, cuentos y reportajes hechos al autor. Y una exquisita selección de imágenes de la historia del lugar y de los personajes, paisajes y flora y fauna local.

   Cuenta con la edición de la profesora de Lengua, Magdalena Alegría, (su hija) y es material de consulta en la Biblioteca Rivadavia de Bahía Blanca. Se trabaja para que, en breve, el libro cuente con una versión digital. Su esposa, Laura Julia Orazi, colaboró en la selección de fotos y eligió la tapa. Tienen 4 nietos: Leandro, Lisandro, Jimena y Manuela Diez, y dos bisnietas mellizas, Antonia y Joaquina, de un año.  

   El cable local (Cable Sur) a cargo de José Mastandrea, se encargó de la difusión del libro lo que motivó que mucha gente se comunicara para tener su ejemplar. Esto motivó una segunda edición.