Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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La distinción a Beto Cabrera, el deportista que perdurará por los siglos de los siglos

Se cumplen hoy 20 años de la premiación al basquetbolista, uno de los principales responsables de hacer trascender a la ciudad a través de su figura.

La noche de la premiación: Beto, Polo y Lito. Fotos: archivo-La Nueva.

Por Fernando Rodríguez / ferodriguez@lanueva.com

(Nota publicada en la edición impresa)

   Sabiendo que no se trataba de un premio más que descansaría entre tantísimos otros que recibió a lo largo de su exitosa carrera, aunque lejos de imaginar que sería el último mimo en público, de esos que reconfortan y acarician el alma, Alberto Pedro Cabrera, un día como hoy, hace exactamente 20 años, era distinguido como el mejor deportista bahiense del siglo.

   “Es un honor llegar a tener esta distinción, que también es para el básquetbol bahiense. No me lo esperaba. En la época que jugaba nunca pensé que el 2000 estaba tan cerca y que podía llegar este reconocimiento”, expresó Beto.

   Claro, la foto la completaron los dos de siempre: Atilio José Fruet y José Ignacio De Lizaso. Ellos no podían faltar. Los compañeros eternos y “rivales” en la terna.

   “Agradezco a toda la gente que nos siguió y nos demostró su afecto permanentemente. Quiero compartir especialmente este premio con mis dos compañeros de terna”, agregó Beto.

¡Qué trío! Fruet, Cabrera y De Lizaso...

   Con más calma, después de verse una vez más en lo alto del podio, al día siguiente habló con “La Nueva”, relajado, dejando respuestas antes de partir definitivamente el 12 de agosto de 2000.

   —¿Qué es el fracaso?

   —No poder llegar a lo anhelado. Desgraciadamente, a veces uno se esmera en poder concretar algo, pero por distintos motivos no puede alcanzarlo.

   —¿Cuál fue su mayor error como deportista?

   —No se me ocurre alguno, porque siempre creí que entendía el juego. Sabía que, como cada uno de los integrantes, debía cumplir una función en el equipo. Tal vez, tozudamente, pretendía más de mis compañeros de lo que ellos podía dar. Y ese error probablemente se haya hecho más notorio cuando intenté ser técnico, porque siendo jugador uno puede suplir lo que no se cumple.

Con viento a favor

   “Mucho tiempo de mi carrera deportiva la jugué en canchas abiertas y vivía pensando en dos temas: la pelota con la cual se iba a jugar y el viento. Eran dos psicosis -aseguró Beto- porque no había que enfrentar sólo al rival, y no era cuestión de entrenar más la técnica, sino de cómo encarar un partido con el viento de costado o de frente. Nosotros entrenábamos permanentemente en una cancha cerrada y con buenas pelotas, para luego ir a escenarios abiertos, con poca luz, piso resbaladizo y aros duros. Ahí comenzaban las dudas, que no estaban relacionadas con el juego en sí, sino con el entorno”.

   —¿Está arrepentido de no haberse ido a Real Madrid, cuando se lo ofrecieron?

   —A mi señora le faltaban pocas materias para recibirse en la carrera de contador público y era única hija; además, vivían mi hermana y mi madre. Y era otra época. En Europa sólo estaban jugando Ferello, Desimone y D'Aquila, y era arriesgarse. No era como ahora que uno los ve jugar y sabe qué puede hacer contra esos rivales. Europa era un misterio. Por eso fue maravilloso hacer la gira con la Asociación de Buenos Aires a fines del 69, ya que nos dimos cuenta que podíamos competir con cualquier equipo y selección europea, y con posibilidades de ganarle. De todos modos no estoy arrepentido de no haber ido a Real; además, los arrepentimientos están para quienes cometieron un error o una injusticia.

Betty, su compañera de la vida.

   —¿Qué papel jugó su familia en la carrera?

   —Fue fundamental, sobre todo mi mujer, que aceptó todas las idas y vueltas del básquetbol. Porque con el tema de los torneos y los viajes había que hacer horas extras en el trabajo o perder vacaciones.

Jaime (15) y Adolfo (13) Scheines, junto a Beto y Danussi.

   —¿Qué persona influyó más en su carrera?

   —Si tengo que elegir uno, diría Carlos Danussi. Con él estuvimos mucho tiempo juntos en Estudiantes o en las selecciones de Bahía y Provincia de Buenos Aires.

   —¿Fuera del básquetbol se vive más tranquilo?

   —No. Siempre sentí el afecto de la gente, ya sea de Estudiantes o contraria al club. Las muestras de afecto siempre fueron más que las otras.

   —¿Se sintió un privilegiado?

   —Me costó mucho mantener un físico adecuado para jugar. Desgraciadamente siempre tendí a ser de volumen grueso y debí sacrificarme para poder estar en condiciones. Tal vez podría decir que fui un privilegiado en mis posibilidades de ver el básquetbol, entenderlo, mi ubicuidad en la cancha y la muy buena relación que tuve con los técnicos.

   —¿Es cierto que lo importante es competir?

   —Por supuesto... que lo importante es ganar. Brusa decía “primero vamos a ganar, después a golear y luego a gustar”. Son las tres etapas que cualquiera, individual o colectivamente, quiere hacer. Creo que, siempre, el que compite lo hace para ganar. No me entra competir, aunque sea amistosamente, para pasar el rato; ya sea jugando a la pelota a paleta, al vóleibol o al básquet 3 uno trata de “embromar” al que tiene enfrente.

   —¿Cómo se ve usted mismo ahora?

   —Gordo.

   —Y con mucho mejor humor.

   —Me veo bien, tranquilo. No me puedo quejar. Estoy muy conforme, con mi situación laboral y con el apoyo y la confianza que siempre me brindó la gente.

Lo mejor y lo peor según Mandrake

 

   El mejor compañero: Fruet.

   El mejor rival: Fruet.

   El mejor equipo que enfrentó: la mayor paliza con Bahía nos la dio un equipo brasileño en Mar del Plata. Ni me acuerdo quienes jugaban porque no les vimos ni las camisetas y, además, fue televisado para todo el país. Fue tal el papelón que al otro día teníamos que jugar con Gimnasia de La Plata en Necochea y no queríamos ir; pero fuimos y le ganamos por 20 a un equipo que tenía a Gehrmann, Perazzo, Haller...

   El mejor árbitro: Rodolfo Gómez.

   El mejor partido: contra Alem, en 1980, cuando me lesioné. En 12 minutos llevaba como 22 puntos.

   El logro más importante: haber sido campeón sudamericano en Bahía Blanca (1979). Pero todos los triunfos y campeonatos van a quedar siempre en el recuerdo.

   La mayor frustración: el Argentino del 79, en Bahía Blanca.