Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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La arquitectura bahiense en cinco estilos

Palacete Canessa, Mitre 60. La burguesía pisa fuerte en el centro.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.om

 

La arquitectura es la historia escrita en piedra. En un testimonio que, salvo por demoliciones, perdura en el tiempo como la huella de otras generaciones.

De allí que su presencia excede el mero marco estético o espacial para convertirse en referencial, en testimonio de las condiciones de otros tiempos.

Por eso recorrer la ciudad significa descubrir sus diversos estratos, las marcas de su evolución. Con la ventaja de que la arquitectura, al menos su fachada, es un arte público: está expuesto a la calle. Basta detenerse y mirar. Forma el paisaje urbano, el que cada día sirve de apoyo y acompaña.

"Hacemos los edificios y después los edificios nos hacen a nosotros", reflexionó el estadista Winston Churchill.

Los siguientes ejemplos refieren a obras singulares de la ciudad, que permiten detallar algunos estilos, que abren una puerta al arte y a la construcción.

 

La casa Catalana

En Rondeau 57 se ubica esta particular vivienda de líneas propias del modernismo catalán, movimiento arquitectónico de fines del siglo XIX y principios del XX ubicable en Barcelona, con exponentes como Antoni Gaudí y Lluis Domenech i Montaner.

Fue construida en 1921 y se destaca por su planta alta, con columnas revestidas con fragmentos cerámicos, el típico trencadís catalán, colocado de manera artesanal y cuyo conjunto evoca al Palau de la música catalana.

Una historia asegura que el estilo fue propuesto por Pedro Cabré Salvat, constructor del inmueble, nativo de Reus, quien lo sugirió al ocupante del inmueble --un diplomático danés-- para adornar el jardín de invierno de la planta alta y así entusiasmar a su mujer a vivir en nuestra ciudad.

Art déco y mapuche

Impactante esquina de Mitre e Yrigoyen. Uno de los modelos más contundentes del estilo art déco en la ciudad. Diseñado por el ingeniero Adalberto Torcuato Pagano para servir como vivienda familiar y estudio, aunque el profesional la ocupó por apenas un par de años, fue construida a principios de la década del 30, época en que este estilo de líneas geométricas, volúmenes y guardas se emparentaba con el glamour, adoptado por ciudades como Nueva York, Miami y Hollywood.

Esta estética se caracterizó además por incorporar aportes regionales. En este caso la rejería, de clara estética mapuche, con un juego de guardas habituales en los tejidos de ese pueblo.

Un palacete federal

En 1921 se terminó de construir el conocido como Palacete Canessa, propiedad de Juan Antonio Canessa, uno de los empresarios y vecinos más destacados de Bahía Blanca a principios del siglo XX. Es una de las viviendas mejor conservadas del centro y exponente de la tipología definida como petit hotel.

Canessa recibió allí a personalidades de la época, por caso el general Enrico Caviglia, mariscal y senador del Reino de Italia, y al gobernador José Luis Cantilo.

A su muerte, en 1929, el inmueble fue adquirido por el médico Aristóbulo Barrionuvo, quien lo ocupó pocos años.

En 1935 lo compró por la Cámara Federal de Apelaciones, que todavía lo ocupa, cuida y mantiene.

La casa, una máquina

Uno de los más valiosos exponentes del movimiento moderno local: la sede del Automóvil Club Argentino, construida en 1938, de acuerdo a un proyecto del ingeniero Antonio Villar.

La entidad desplegaba entonces una particular cruzada constructiva, estableciendo estaciones de servicio para la venta de nafta estatal (YPF) en todas las rutas y destinos del país.

Los edificios propuestos, todos diseñados por Villar, se inclinaron tanto por líneas modernas (caso de nuestra ciudad, Mar del Plata, Tandil, Córdoba, Rosario) como por otras más pintorequista.

Con sus volúmenes de superficie planas y sus ventanales corridos conforman una muestra clara del estilo que modificó la historia de la arquitectura del siglo XX.

Casa Chorizo:la casa de los abuelos

No quedan muchos ejemplos en la ciudad, y cada uno es tan valioso como la época que representa. A fines del siglo XIX, principios del XX, era habitual seguir esta forma de organización de la vivienda familiar lineal, volcados todos los ambientes hacia una galería lateral, cubierta.

Era la típica casa chorizo, en terrenos angostos, con la cocina y el baño al fondo, lejos de todo.

La vida era otra. En estas viviendas estaban abuelos, padres, hijos y hasta el tío solterón, en una convivencia que resultó poco saludable y que, junto con nuevas costumbres, fue dando lugar a otro tipo de organización hogareña.