Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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La debacle del PJ que le sirve a Macri

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

NA y Archivo La Nueva.

   En el Gobierno celebran el derrumbe del peronismo. La inusitada saga de los cuadernos del chofer Centeno y la aparición de nuevos arrepentidos o de funcionarios comprometidos con el reparto espurio de millones de dólares provenientes de las arcas empresarias, no podría no ser festejada por el macrismo.

   Basta recorrer lo ocurrido durante la última semana para comprobar que semejante zafarrancho de corruptela y bolsos llenos de fajos ha provocado tal estrago en todas las filas del principal partido de oposición que se entiende aquel estado de satisfacción.

   El deschave de Abal Medina, el tuit de Aníbal Fernández acusándolo de lavador, el exjuez Oyarbide que aceptó prender el ventilador, Cristina y su ilevantable papelón en el Senado por el aborto mientras la acosan Bonadio y la cárcel. Y Pichetto clamando algo de cordura en medio del tembladeral mientras Boudou iba rumbo a Ezeiza a cumplir seis años entre rejas. Bingo.

   Convendría, con todo, no perder de vista cierto principismo: el Gobierno se solaza con las desgracias ajenas en su afán por disimular los errores propios o las crisis externas e internas que le complican la marcha de la economía cada vez que pareciera que se dibuja una lucecita al final del túnel. Tampoco, que el primo Calcaterra puede convertirse en el Waterloo del presidente.

   Más allá del enorme agujero negro en el que estaría cayendo el peronismo a medida que nuevas y explosivas revelaciones se conocen en el desfile por tribunales, en la Casa Rosada sostienen que esas penurias ajenas hasta ayudarían a reconfigurar el panorama electoral de 2019.

   Allí se supone que la explosión de los cuadernos de las coimas podría hacer sucumbir aquel entusiasmo de los principales dirigentes del PJ, no solo quienes no abrevan en el cristinismo residual sino los que hoy mismo aspiran a acompañar a la doctora en una fórmula presidencial e incluso hasta encabezando ese binomio si ella decidiera bajarse, que se tradujo desde que empezaron los errores no forzados del macrismo en aquel eslogan: "Hay 2019".

  Nació de boca de los mismos que un tiempo antes, tras el triunfo electoral de Cambiemos en octubre pasado, sostenían que con suerte el peronismo debería prepararse para intentar retomar el poder recién cuatro años más tarde, en 2023.

   Los que analizan el momento entregan algunos datos. Hoy, con el peronismo sumergido en semejante barrial, pareciera que el senador Pichetto, de altísima exposición y casi un abanderado de los "verdes" durante el tratamiento del finalmente fallido proyecto sobre despenalización del aborto, es el único que ha quedado en pie. Al menos porque otros que tienen las mismas aspiraciones para 2019, como Urtubey o Massa, el mismo De la Sota o los cristinistas Rossi y Rodríguez Saá, guardan silencio. Estratégicos aquellos, anonadados los otros.

   En segundo lugar, a contramano de lo que algunos analistas sostenían tiempo atrás, crece un escenario en el que la ciudadanía empezaría a mostrar su repulsa y hartazgo ante semejante historia de bolsos llenos de dólares que pasaban de manos de empresarios a funcionarios K como si tal cosa.

   "No es cierto que a la gente no le importa la corrupción de los gobernantes", sostiene ahora un funcionario, apalancado en el argumento según el cual la gente comprueba que ese trapicheo vergonzante de dólares que van y vienen ocurrió en medio de clientelismo aberrante y carencias sociales elevadas, como la pobreza, la marginalidad, el empleo informal, según las cifras oficiales de diciembre de 2015.

   La decisión del macrismo de retomar los timbreos con la corrupción kirchnerista a flor de labios y el argumento según el cual "no todos somos lo mismo" convalidaría esa línea de análisis.

   El entusiasmo vendría además por el lado de los últimos acontecimientos, entre ellos las declaraciones de Abal Medina y las nuevas revelaciones de José López, que agigantan el escándalo y las angustias de los peronistas federales en porciones parecidas.

   Dicen que la confesión del exjefe de Gabinete de Cristina es de tal magnitud y gravedad, que no solo le pone color negro al futuro electoral de su exjefa, sino que de cara a la sociedad viene a desmontar uno de los mitos que la prensa pautadependiente de aquellos años intentó convertir en verbo: que Cristina "descubrió" las trapisondas de su esposo cuando llegó a la Casa Rosada y que, encolerizada, ordenó un "nunca más" para bolsos y coimas.

   Abal acaba de demoler con el poder de una bomba neutrónica ese argumento falaz y pone a su exjefa, tal vez como no pudo nadie hasta ahora, contra las cuerdas.

   Valdría la pena aclarar que no todos en el macrismo piensan lo mismo, o convalidan ese escenario de mini jolgorio a costa ajena. Son los que, como el ingeniero, quieren a Cristina vivita y coleando para enfrentarla en 2019.

   La derrota de la legalización del aborto en el Senado aportó un poco más de agua a aquel principismo triunfalista. Sostienen que Macri "salió ganando", y hasta hizo punta a expensas del desconcierto de los "verdes" con el plan para incluir la despenalización en el proyecto de reforma al Código Penal que irá este año al Congreso.

   Será, prometen, uno de los temas centrales de la campaña electoral por venir junto a la corrupción K y la ratificación del rumbo económico, capítulo que hoy entrega más sombras que luces.

   Habrá que ver. Los planes que se dibujan en la mesa de arena no siempre se traducen en los hechos.