Internet: brindamos datos personales sin considerar las consecuencias
Gustavo Sain, especialista en ciberdelitos, dijo que los argentinos “somos muy confiados”, especialmente cuando se ofrece regalos o descuentos importantes a cambio de información privada.
Por Pablo Andrés Pascual/[email protected]
Como todos los días, Juan revisó su casilla de correo electrónico y encontró un mail invitándolo a participar del sorteo de un costoso teléfono celular.
Lo pensó apenas unos segundos. Hizo click en un enlace y llegó a una página en la que volcó sus datos personales con esperanza de poder acceder al deseado aparato.
Seguramente las chances de Juan de ganar el premio serán mucho más remotas que la posibilidad de que la información que proporcionó sea utilizada por otros para generar bases de datos que luego venden o cometer delitos informáticos.
Un estudio que divulgó la firma de seguridad informática Kaspersky Lab determinó que el 44 por ciento de los usuarios argentinos de Internet está dispuesto a confiar datos privados para conseguir rebajas en precios de servicios y productos.
El relevamiento señala también que los jóvenes de entre 18 y 24 años aparecen como los menos preocupados por su seguridad online, seguidos por el segmento que va de los 25 a los 34, y por las personas de entre 35 y 50.
El especialista en delitos informáticos Gustavo Sain explicó a La Nueva. que “los argentinos son muy confiados, sobre todo cuando aparecen supuestos sorteos con regalos, beneficios exorbitantes en la adquisición de determinados productos, y hasta ofertas de trabajo con ganancias diarias muy jugosas”.
Agregó que “Internet permite la construcción de identidades ficticias, no es como en el mundo físico. Para abrir un perfil de una red social, una casilla de mail o una página web personal gratuita no hay que acreditar identidad al igual que en un banco. A las empresas proveedoras no les interesa quién está detrás de la pantalla tanto así como sus gustos, preferencias y, por sobre todas las cosas, su solvencia económica. Los usuarios son vistos como potenciales consumidores más que como ciudadanos”.
Sain, quien es coordinador académico de la Diplomatura en Cibercrimen de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, indicó también que “si a esto le sumamos la ausencia de mecanismos de control por parte de las asociaciones globales que administran la red en términos técnicos, podemos ver páginas web falsas de bancos, tiendas en línea con venta de productos ilícitos por falta de moderadores o administradores en los sitios, y, por supuesto, spam con phishing que envían los estafadores para intentar obtener datos personales y financieros de los usuarios”.
“En el mundo físico uno no puede ver en la calle una sucursal falsa de un determinado banco, en Internet, en cambio, se puede bajar el logo de cualquier organización pública o privada, registrar una dirección web (siempre y cuando no se repita con otra) y abrir una página falsa. En cuanto a los fraudes informáticos, si bien muchos de ellos no llegan a ser denunciados en la justicia por tener resoluciones económicas o administrativas, ocurren bastante seguido”.
Modelo de negocio
Sain describió que la mayoría de los servicios y aplicaciones más utilizados en la web son gratuitos y que “los llamados `gigantes de Internet´, como Facebook, Youtube, Twitter, Instagram o WhatsApp, se apoyan en un modelo de negocio basado en la recolección de datos personales de sus usuarios con fines comerciales más que el beneficio económico directo”.
“A partir del establecimiento de un perfil personalizado de gustos y preferencias de los usuarios, se inaugura la publicidad a medida o el marketing digital directo, no solo mediante publicidad agresiva en mails y redes sociales, sino también la venta de bases de datos de millones de clientes a terceras empresas con fines no comerciales”, mencionó.
Sobre las maneras de cuidarse, el profesional destacó que “hay que partir de la base de una regla básica no escrita que dice que en Internet no se sabe bien quién está del otro lado de la pantalla”.
Manifestó que al recibir la propuesta de un concurso, regalo o descuento económico se debe verificar la dirección de procedencia de ese mensaje o el sitio web al cual se deriva.
“Generalmente son direcciones extrañas que incluyen caracteres no habituales para una página oficial. Luego el usuario puede verificar en Google si existe algún tipo de fraude vinculado a la misma o la supuesta organización de la que procede. El usuario también puede ir a la barra de direcciones y observar si la misma esta antecedida por https, donde la `s´ indica que el sitio es seguro y la información que se va a a enviar desde allí se encuentra cifrada”.
Finalmente, advirtió que “más a allá de estas recomendaciones, hay que tener en cuenta que nadie te regala nada y que nunca una organización va a solicitar vía mail, publicaciones en redes sociales o servicios de mensajería por celular información como DNI, número de tarjeta de crédito o cuenta bancaria, y mucho menos nombre de usuario y contraseña de acceso a un sistema determinado”.
Los jóvenes y la difícil concientización
Más adelante, Sain se refirió a los jóvenes y la actitud despreocupada que manifiestan al "moverse" en Internet.
“Los llamados milennials, es decir, aquellos nacidos a partir de 1982, crecieron a la par del surgimiento de la Internet comercial a mediados de los `90 y el desarrollo de tecnologías digitales interactivas. Los centennials, que son quienes vinieron al mundo en este siglo, se criaron directamente interactuando con la tecnología táctil desde muy chicos, por lo que el uso de computadoras, tablets, smartphones o consolas de videojuegos es parte de su cotidianidad”.
Sain describió sobre el final que esta situación “dificulta la concientización sobre los riesgos de volcar determinados datos a las redes sociales tales como dirección, colegio al que concurren o lugares donde se encuentran en determinado momento a través del uso de la geolocalización o GPS. Están en una etapa de configuración de su personalidad y quieren darse a conocer al mundo a través de la virtualidad”.