Bahía Blanca | Miércoles, 09 de julio

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El primer bahiense del milenio vuelve a la ciudad que lo vio nacer

Maximiliano Chambi nació el 1 de enero de 2001 en el Hospital Penna y vivió toda su vida en Pedro Luro. Estudiará Arquitectura en la UNS.

Federico Moreno / [email protected]

   El bebé tenía que nacer a fines de enero. Pero como las cosas pasan cuando tienen que pasar, Laura Castro canceló la cena del 31 de diciembre por razones de fuerza mayor, se subió junto a su madre en Pedro Luro a una ambulancia y, exactamente a la medianoche, entró a una Bahía Blanca estruendosa e iluminada por los fuegos artificiales.

   Media hora después, en la maternidad del Hospital Penna escuchó el llanto de Maximiliano, su primer hijo y el primer bebé bahiense del siglo XXI y del tercer milenio.

   A tener en cuenta: el siglo XX terminó el 31 de diciembre de 2000 y el siglo XXI empezó el 1 de enero de 2001.

   “De muy chico no sabía ni entendía lo que significaba haber nacido en esa fecha, cuando tenía unos 7 años me empezaron a mostrar la tapa del diario en la que salí –la del 2 de enero de 2001--. No me genera nada especial haber nacido en esa fecha, mi cumpleaños siempre estuvo superpuesto con el Año Nuevo y me acostumbré a pasarlo en familia, a la que siempre fui muy apegado”, contó Maximiliano Chambi, quien este martes alcanzará la mayoría de edad.

   Su familia está compuesta por su mamá Laura, su papá Ariel, y sus hermanos Kevin (16) y Benjamín (6). Vivió toda su vida en Pedro Luro, fue al colegio Madre Mazzarello en la primaria y al Instituto Don Bosco en la secundaria, de la que acaba de egresar.

   “En 2019 voy a estudiar Arquitectura en Bahía, estaba entre esa e Ingeniería Civil, pero me terminé inclinando por Arquitectura porque no incluye solo lo exacto, sino también lo social, lo urbano, lo relacionado a las humanidades, que de hecho es la orientación que seguí en la secundaria”, contó el alumno que nunca se llevó una materia.

   El primer bahiense del siglo –ese 1 de enero nacieron 9 bebés entre el Penna y el Privado del Sur-- sostiene que le gusta bastante su pueblo --algunas cosas no tanto-- y augura que dentro de unos años será más lindo aún.

   Con respecto a Bahía, ciudad en la que viven una tía y algunos tíos abuelos, dijo que últimamente viene con mucha frecuencia por las cuestiones del ingreso a la UNS y por la búsqueda de un departamento donde vivir.

   “Lo que más me gusta es el ambiente de ciudad, creo que me voy a adaptar muy bien”, vaticinó.

   No le llaman la atención los deportes, se declara más adepto a las series y a la lectura, y consultado por su generación, la “posmilenial”, a la que tanto se le achaca su estrecho vínculo con la tecnología, Maxi la considera “muy abierta mentalmente, gracias a la cantidad de información que fluye en Internet. Puede ser un arma de doble filo, porque además de ser la puerta del saber también nos genera extensos momentos de ocio que nos pueden perjudicar”.

   “Creo que somos una generación más entusiasmada por el conocimiento, no tanto por el saber en sí, sino por las ganas de aplicarlo y de relacionarlo con otros saberes”, añadió.

“Se veían fuegos artificiales por todos lados”

   Laura Castro, en ese entonces de 19 años, vivía en el campo con su mamá. Esa víspera de Año Nuevo la pensaba pasar en familia, sin indicios de que el bebé –o beba, dado que todavía no se sabía el sexo--, que tenía fecha para fines de enero, se iba a adelantar lo suficiente como para convertirse en el primer bahiense del milenio.

   “Tipo 8 de la noche me descompuse, 8.30 salimos del campo para Luro, estuvimos un rato en el hospital y como era primeriza me mandaron para Bahía en ambulancia. Salimos diez y pico para allá, llegamos justo a la medianoche, me acuerdo de que se veían fuegos artificiales por todos lados”, recordó.

   “Llegué al hospital, no daba más del dolor y lo único que me decían era que llenara unas planillas. Yo les decía que el bebé quería nacer ya. Terminó naciendo a las 00.35, por parto natural, salió todo bien por suerte. Lo único, que como salimos volando de Luro y todavía faltaba para la fecha teórica, no teníamos nada de ropa y me lo envolvieron en una funda de almohada, pobrecito”, recuerda entre risas y ternura.

   El padre de la criatura, Ariel, en ese momento trabajaba lejos de Pedro Luro y, sumado a eso, que los celulares fueran un lujo de pocos hizo que llegara al Penna recién al mediodía siguiente.

   “No sabíamos el sexo, pero pensábamos que podía ser una nena. Eso sí, la única vez que habíamos hablado de la posibilidad de que fuera un varón habíamos decidido que si era así, se iba a llamar Maximiliano”, explicó Laura.

   De él, que está a punto de cumplir los 18, destacó que “como hijo es excelente, una persona muy humilde, caritativa y que siempre está cuando tiene que ayudar. Fue elegido cuatro años como mejor compañero de su curso, es alguien muy especial”.

   Y con respecto al futuro de su primogénito, Laura le pronosticó un gran carrera.

   “Estoy contenta porque es lo que él eligió y porque tiene la capacidad para lograr lo que se proponga. Yo le digo hace un tiempo que el destino hizo que se terminara mudando a la ciudad donde nació”.

Los otros bebés bahienses que inauguraron el siglo XXI

   Adrián, hijo de Ana Ivala; Ludmila, hija de Silvana Arosteguichar; Marco, hijo de Patricia Aguilar; Néstor Nicolás, hijo de Luciana Carrasco; María Luz, hija de Claudia Milesi; y Abril, hija de Griselda Domínguez, todos ellos en el Penna.

   También llegaron al mundo ese lunes, pero en el Privado del Sur, Rocío Ehulech, hija de Alberto y Graciela Alfaro; y Rodrigo, hijo de Eugenia Cárdenas.