El Cañón del Triásico, 250 millones de años en pleno oeste riojano
En su circuito turístico de 25 kilómetros, en gran parte por lechos secos de ríos, ofrece estaciones y miradores dedicados a la geología, la arqueología, la flora y el paisaje.
El Cañón del Triásico, con sus coloridos atractivos geológicos, arqueológicos y naturales, es el más reciente espacio abierto al turismo en la cuenca Ischigualasto-Villa Unión, que comparten San Juan y La Rioja e incluye a los parques Provincial Valle de la Luna y Nacional Talampaya, respectivamente.
En su circuito turístico de 25 kilómetros, en gran parte por lechos secos de ríos, ofrece estaciones y miradores dedicados a la geología, la arqueología, la flora y el paisaje.
Tras pasar un portal de madera, o Punto de Ingreso, se recorren paisajes rocosos consolidados durante millones de años, cuya quietud y silencio parecen retrotraer al génesis o un mundo aún no habitado por humanos.
Los paseos se realizan siempre con guías autorizados en camionetas 4x4, todo el año salvo durante las raras crecidas por lluvias de los ríos secos, que puedan impedir el paso, en una zona con precipitaciones anuales de no más de 150 milímetros.
El circuito Cañón del Triásico está dentro de la Reserva Municipal Colorados de Banda Florida y su nombre obedece a una combinación del color predominante de su superficie y el nombre de la localidad más próxima.
Banda Florida está a unos tres kilómetros de Villa Unión, cabecera del departamento del mismo nombre, y por allí se accede al Cañón tras cruzar el cauce del río Bermejo, normalmente seco.
Télam visitó el lugar durante una de esas raras crecidas del río, cuando el agua tapaba el capó de la camioneta que lo atravesó, conducida por Sergio Torres, de Talampaya Excursiones, seguida por otra de Runacay, dos agencias de la cooperativa que lleva turistas a la reserva.
Buena parte del circuito se realiza por lechos secos, en los que los vehículos circulan entre altos paredones con variados estratos geológicos claramente visibles.
Tras observar algunas rocas metamórficas en la entrada se llega a la primera estación, una zona sembrada de bolas de piedra iguales a las de la famosa “Cancha de Bochas” del Valle de la Luna, por lo que se la denominó de manera similar: “Campo de Bochas”. Estas “concreciones líticas”, algunas mayores que un balón de fútbol, explicó el otro guía, Fabián Páez, se formaron por sedimentos adheridos a un núcleo, como las perlas de las ostras, pero durante miles de años, que posteriores movimientos de tierras y de aguas les dieron su aspecto esférico.
Los colores y el valor arqueológico de un sitio especial
Paisaje rojo. Tras la lluvia que hizo crecer el río, el día despejado dejaba ver un paisaje rojo aún húmedo de varios tonos, con escasa vegetación, en contraste con el azul intenso del cielo despejado y el Famatina al fondo, más blanco que nunca con sus laderas nevadas.
Cañón de Oso. Hacia abajo, las sombras de la tarde oscurecían los otros cauces siempre secos del circuito, como el Cañón del Oso, cuya denominación se refiere a una roca parada con la forma de ese animal dentro de un estrecho pasadizo rojo.
El lugar fue declarado reserva por su valor arqueológico: en sus puntos altos vivieron los 1º habitantes y hay recintos, petroglifos y otros vestigios milenarios.